Niños de alta demanda

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Niños y niñas altamente demandantes, que lloran con mucha frecuencia, que duermen poco y se mueven mucho. Son en extremo intensos en sus emociones, particularmente sensibles a su ambiente y necesitan constante atención y apego físico de sus madres o padres. Son características asociadas a lo que hoy algunos pediatras llaman “Niños de alta demanda”, un término que, además, se ha puesto de moda en comunidades de crianza y redes sociales. Fue acuñado por el pediatra William Sears –a quién también le debemos la “crianza con apego”– basado en su propia experiencia personal; al nacer su cuarta hija notó que tenía un temperamento difícil, radicalmente distinto a sus hermanos, lo que hizo de su crianza algo mucho más demandante para él, viéndose totalmente sobrepasado. Se percató que no era un caso extraño sino un tipo de carácter que muchos niños y niñas presentaban desde su nacimiento, así que decidió ponerle un nombre, en parte para defender esas características como algo natural y dejar atrás las connotaciones negativas que su entorno le daba al comportamiento de su hija. Aunque muchos padres y madres se sienten profundamente identificados con esta terminología, no es una mirada que tenga consenso en los profesionales. Otras corrientes de pediatras y psicólogos no lo asocian a la naturaleza del niño o niña, sino al síntoma de un sistema o dinámica familiar que pueda estar alterándolos. Cualquiera sea la opinión, lo cierto es que este título llegó a ponerle nombre y descanso a un carácter que sobrepasa a padres y madres y que muchas veces esconden por vergüenza o temor a ser juzgados y apuntados como responsables.

Buscando en la web “niños de alta demanda”, se encuentran decenas de artículos, comunidades y cuentas de redes sociales que difunden información y que buscan acoger a aquellas madres y padres que se han visto identificados y contenidos en el término. Uno de ellos es el sitio “Crianza de alta demanda”, donde su fundadora, la española Mónica San Martin – quien en su currículum se autodenomina como experta en niños intensos- lleva siete años dando charlas, basadas en su propia experiencia. Sobre todo, y como un hilo conductor de su discurso, aclara que en ningún caso se trata de una patología o trastorno sino un rasgo identificable en niños y niñas. Defiende la utilización del término no como un diagnóstico, sino como una puerta, una guía o un puente para entender y poder responder a las necesidades especiales de ese niño o niña en particular.

Es este tipo de comunidades en las cuales Alejandra, madre de Vera, se ha refugiado durante más de dos años que lleva criando a su hija, a quien identifica como una niña de alta demanda. Llegó a esa conclusión luego de una larga búsqueda intentando entender por qué su hija era tan intensa, inquieta, poco manejable, amamantaba con tanta frecuencia y podía despertar hasta 12 veces en la noche. No fue hasta que su pediatra, al ver cómo la niña no era capaz de quedarse quieta ni un segundo en la consulta, le preguntó si alguna vez había escuchado hablar de los niños de alta demanda. De alguna manera sintió alivio. “En ese momento pensé ‘por lo menos el pediatra me entiende y ha visto otros casos’. Yo no aguantaba más, lloraba todos los días, ya no sabía qué hacer. Es difícil que otras mamás te entiendan, hasta la misma familia. Mi esposo recién pudo entenderlo hace poco, de por qué nuestra hija era así. Yo siempre me preguntaba ‘por qué me tocó a mí tan difícil, por qué los otros niños son más tranquilos’”. La experiencia de Alejandra ante esta crianza demandante, afirma, ha sido en extremo desgastante para ella hasta el punto de que tuvo que traerse a su madre del sur porque no era capaz de hacer nada que no fuera atender a su hija.  “Yo no quiero tener más hijos, por mí está cerrado ese tema. Me siento mal, me dan ganas de llorar y también me siento avergonzada”.

La psicoanalista y docente de la escuela de psicología de la Universidad Católica de Valparaíso, y miembro de la Asociación mundial de psicoanálisis de la nueva escuela Lacaniana, María Olga Herreros, tiene una visión contraria a la propuesta por el doctor Sears. “Para el psicoanálisis no hay niños de alta demanda, un niño demandante en exceso es un síntoma que se ubica en el conflicto o desorientación que tienen los padres contemporáneos para establecer límites de crianza. Hay una confusión o el deseo de que los niños no fuesen demandantes, pero lo son”. Para María Olga hay en general una tendencia a inventar nuevos diagnósticos a realidades que son propias de los niños, y precisamente la función de los padres es orientar ese “sin límite” de la demanda. “Se trata de niños que han aprendido de la inconsistencia de sus padres y se sirven de ella. Siempre que hay un niño que es desregulado en sus demandas y padres que se declaran derrotados es mejor escuchar a los padres y ver cómo entender el llamado de atención de ese niño”.

La psicóloga clínica Varinia Signorelli, en tanto, si bien puede identificar estas características de los niños de alta demanda como algo común, reafirma la importancia de no quedarse en la categoría porque existe el riesgo de pasar por alto el origen de ese comportamiento. “Yo creo que todo pasa por algo, todo lo que los niños van manifestando o mostrando tiene una lógica. No es porque nació de alta demanda. Si bien todos nacemos con un temperamento y este es en parte genético, también tiene que ver con la relación y con el ambiente de cuidado”. Varinia aclara también que el hecho de que un niño o niña sea o no de alta demanda va a depender siempre de la perspectiva y subjetividad de la madre o padre que lo observe, y también de cómo el propio temperamento de esa madre o padre choca y genera dificultades, o bien se acopla y fluye al de su hijo o hija: es en ese punto en que se debe empezar a trabajar. “Existe un término muy interesante que se llama ‘Bondad de ajuste’, que básicamente es cómo mi temperamento se va ajustando al de mi guagua o no. Uno va trabajando el poder ajustarse un poquito o cada vez más a este temperamento. Si los papás logran acoplarse a esas necesidades y logran ajustarse, el niño siempre va a estar en el polo de la seguridad”.

Un término certero o bien un diagnóstico inventado, pero padres y madres de niños y niñas que consideran de alta demanda han podido, bajo el alero o excusa de ese nombre, crear comunidad y sacar fuerza de la experiencia colectiva para hacer de su crianza algo menos extenuante. También la identificación de este grupo de características ha guiado a pediatras y profesionales para dar alivio y alguna guía a sus pacientes. El mismo alivio que Alejandra encontró al toparse con un pediatra que por fin la escuchara y la tomara en cuenta. “Él me aconsejó llevarla a un psicólogo y que yo también iniciara terapia. Además, me dio unos tips para saber cómo tratarla y hacerle actividades para mantenerla ocupada. Es difícil, pero yo siempre saco fuerzas de mamá: ella es mi hija y la amo tal como es”.

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