No a los celos: Cinco señales que podrían dar cuenta de posesividad tóxica




Crecimos aprendiendo e interiorizando ciertas nociones respecto del amor establecidas en nuestra cultura y sociedad, como si se trataran de verdades absolutas. Durante siglos, han sido abordadas en el cine, el teatro, la literatura y la filosofía,y han ido reforzando una idea en común de lo que implica estar o no enamorados. Dentro de estas nociones, se tiende a considerar que los celos son un síntoma del amor o una clara muestra de cariño. En algunas novelas lo vinculan al honor, en otras, va de la mano de la pasión. Así, a través del tiempo, se ha logrado que este arquetipo sea considerado un ejemplo vital dentro de la sociedad y un ingrediente necesario en las relaciones afectivas.

Los celos son sentimientos misteriosos. Surgen en nuestros primeros meses de vida, gatillados, por ejemplo, por el miedo a perder a nuestros cuidadores primarios y nuestro sustento. Y no somos los únicos en sentirlos; estudios afirman que los animales también son propensos a experimentarlos. Esto podría sugerir que son emociones innatas y que evolucionaron en las especies para protegernos en nuestras relaciones sociales, como instintos de supervivencia. “Los celos han estado presentes a lo largo de toda la historia humana, su existencia es universal y se relacionan con la respuesta emocional, que surge desde la percepción de amenaza o pérdida –real o imaginaria– de la persona amada”, cuenta el psicólogo y Doctor en sexualidad, Rodrigo Jarpa. “El que sean un problema o no depende de la frecuencia, intensidad, sufrimiento, conflictos y pérdida de libertad que nos puedan generar”, agrega.

Si bien los celos son un sentimiento inherente al ser humano y tienen un probable alcance antropológico o incluso etológico, en ciertos casos se refuerzan anormalmente y pueden transformarse en una expresión psicopatológica con alcances destructivos. Claro ejemplo de esto es que sean la principal ‘justificación’ de los femicidas.

Jarpa comenta que “los celos, en el contexto del amor romántico, se pueden definir como la emoción que surge producto de una motivación intensa por tener de forma exclusiva algún tipo de vínculo con la persona amada. Desde la psicología evolutiva se entienden como una estrategia que permite mantener y consolidar a las parejas y obviamente perpetuar la especie”.

El problema no es sentir celos –de hecho, es normal sentirlos–, el problema es qué se hace con ellos y hasta dónde nos llevan. Y debido a que hemos naturalizado la idea de que son una demostración de amor o, incluso, que son una señal de que le importamos a la persona que nos cela, es muy relevante poner en perspectiva y desnaturalizar las conductas obsesivas, posesivas y patológicas asociadas.

Según dice Daniel Freeman, profesor de psicología clínica en la Universidad de Oxford, “un cierto grado menor de celos puede funcionar como un recordatorio de no tomar por sentadas tus relaciones. Sin embargo, si no se controlan, los celos rápidamente se vuelven tóxicos. La confianza es un componente clave en cualquier relación sana y exitosa, pero los celos motivan las sospechas, dudas y desconfianza, las que terminan por convertirse en emociones y comportamientos obsesivos o paranoicos”.

El investigador de Cambridge, Baland Jalal, es más tajante, y en su libro The Evolutionary Psychology of Envy and Jealousy dice que los celos son una emoción netamente negativa y que tienen un alto componente posesivo. “Es decir, quiero reclamar a otra persona como mía”, acota. Ante esto, debemos poner especial cuidado en las acciones que provocan estos celos, para lo cual pasa a ser de suma importancia calibrar y hacer la diferencia entre lo que se manifiesta como celos en una pareja, pero logra ser conversado y contenido, y lo que termina desarrollando conductas neuróticas o patológicas que convierten a la relación en una poco sana.

Para esto, destacamos algunas señales que podrían dar cuenta de posesividad asociada a los celos en una pareja:

  1. Control. Cuando se pierde la libertad o independencia en una relación. “Pedir constantemente información sobre qué ha estado haciendo o con quién ha estado la pareja. Esto es motivado por un afán de control y supervisión, más que por interés genuino por las actividades del otro. Se parece más a un interrogatorio que a una conversación”, dice Rodrigo Jarpa. Esto puede ser de manera directa o indirecta, y puede derivar en el control de nuestro entorno e, incluso, de nuestras pertenencias. “Revisar ocultamente o no –el último caso es más complejo–, el teléfono, correo y/o redes sociales de la pareja son síntomas de control muy peligrosos”, agrega.
  2. Dependencia. Es una manera de posesividad casi neurótica en la que “se generan conflictos constantes debido a las actividades que la pareja realiza de forma individual o en las que no incluye al otro”, dice Jarpa. Puede confundirse con la noción de que quizás tu pareja quiere participar y ser parte de tu día a día. Sin embargo, puede ser una forma de desincentivar tu mundo propio y absorberlo por completo.
  3. Críticas. Criticar o cuestionar la forma de arreglarse o vestirse de la pareja, llevándola a cuestionarse por qué busca verse bien para otras personas. Asimismo, pueden ser críticas y devaluaciones hacia intereses personales de la otra. “Puede darse a través de juicios negativos y críticas frecuentes a amistades o personas que pasan tiempo con la pareja. Se manifiesta mediante sentimientos negativos hacia su entorno, ya sea amistades, compañeros de trabajo, familiares u otros”, cuenta Jarpa.
  4. Atención. Puede desarrollarse según la “necesidad de contacto constante e inmediato. Por ejemplo, si la pareja no contesta rápidamente las llamadas o mensajes, deriva en un importante conflicto”, dice Jarpa.
  5. Posesividad. Es un cuadro más ansioso y directo que “puede derivar en un cuadro depresivo o de aislamiento social”, dice Jarpa, señalando una actitud parecida a la de un chantaje emocional, donde la pareja “busca solamente estar solos como pareja y muestra irritabilidad y/o explosiones de ira, para luego mostrar signos de arrepentimiento posterior. Esto puede llegar a ser altamente peligroso y destructivo”, agrega.

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