No estamos conectados: La falsa idea de conexión en tiempos de redes sociales

Incluso en medio de la pandemia, vemos a nuestros amigos todos los días. Sabemos si están en pareja o solteros, si son felices o desdichados y, querámoslo o no, nos enteramos si tienen alguna novedad. Conocemos todo lo que les pasa porque los vemos a diario en Instagram y Facebook y los leemos en Twitter. Y o sentimos, necesariamente, la necesidad de llamar, porque todo lo que deberíamos saber ya lo sabemos. O eso nos hemos inventado.
Si revisamos nuestras propias redes sociales, podemos constatar que incluso quienes publicamos más de la cuenta, no contamos todo lo que nos pasa ni sobre cómo nos sentimos realmente. Y es que todos somos editores del contenido que publicamos y a través de eso decidimos qué es lo que los demás verán de nosotros y qué nos vamos a guardar.
La abogada Derecka Purnell lo explica en el medio británico The Guardian a través de su propia experiencia: “Mi última relación, como muchas, terminó de una forma más silenciosa que como empezó. Muchos de nuestros amigos vieron cómo dos buenas personas se casaron, empezaron una familia, se mudaron a tres ciudades distintas, empezaron y terminaron de estudiar, y mucho más. No le contamos a nadie sobre la separación durante un año porque teníamos miedo de lo que la gente pudiera pensar. Cuando terminamos, las personas exigían saber qué pasó. Porque una vez que tu relación tiene una audiencia virtual, hay consecuencias”.
De la misma manera, sabemos que nuestros amigos viajaron, que se casaron, que tuvieron hijos, pero a través de las redes sociales no podemos ver cómo están realmente, qué ha pasado en sus mundos privados y cómo podemos ayudarlos. Nosotros tampoco nos mostramos de manera completamente honesta por lo que, si nuestros amigos no nos llaman, tampoco sabrán de nosotros.
El problema es que no nos damos cuenta y tampoco nos importa demasiado. Si lo analizamos, en redes sociales se conversa muy poco: principalmente se habla. Queremos mostrar nuestra opinión, pero pocas veces estamos interesados en un debate real, donde opiniones distintas puedan conversar sin que alguien termine ofendido o cancelado.
“La gran promesa de las redes sociales era que nos darían a todos una voz y nos uniría en una conversación iluminada sobre nuestro futuro conjunto, y aunque la primera mitad de esa promesa se convirtió en realidad para un cuarto de la población de la Tierra, su fracaso en la segunda mitad de esa promesa ha llevado a toxicidad y odio, falsedad e ignorancia que amenazan con ahogar las distintas iluminaciones y construcciones comunitarias que solo pueden nacer del diálogo y no de los monólogos”, escribió en Forbes el académico de la Universidad de Georgetown, ex Yahoo!, Kalev Leetaru.
El especialista en comunicación en tiempos de redes sociales agregó: “Cuento corto, las redes sociales nos han enseñado a hablar, pero no a escuchar”.
Para Paul Booth, PhD y académico del College of Communication de DePaul University en Chicago, las redes sociales han afectado la manera en que nos conectamos entre nosotros, y esto no es solo propio de los jóvenes o de quienes usan más las redes, sino que ha extrapolado a todas las edades. “Preferimos mandar un correo a juntarnos, escribirnos mensajes antes que hablar por teléfono”, dijo en una entrevista a la revista SocialWork en 2013. Y con justa razón: A pocos les gusta hablar por teléfono y la mayoría prefiere un WhatsApp fácil de ignorar, para contestarlo más tarde o nunca.
El especialista explica: “Nuestras interacciones en redes sociales tienden a crear lazos débiles, eso quiere decir que no nos sentimos personalmente conectados con las personas al otro extremo de la comunicación como lo hacemos cuando hablamos cara a cara, por lo que aunque estemos comunicando más, no estamos formando relaciones fuertes, necesariamente”.
Stacey Hanke, especialista en comunicación e influencia online, escribió una columna en el sitio web Thrive Global, donde lo explica de la siguiente forma: “Las redes sociales son una forma conveniente de comunicación, pero minimizan la calidad de la conexión. Su aumento en importancia cambia nuestra capacidad para interactuar con los demás a un nivel significativo. Nuestras habilidades sociales se complican a tal punto, que ahora muchos tienen dificultades para interactuar en conversaciones tradicionales”.
Tengo una amiga con más de 10 mil seguidores en Instagram y otros varios de miles en Twitter. Hace algunas semanas recibió una excelente noticia, algo muy relevante para su carrera y para su vida personal, pero no tenía con quién compartirla. Las redes nos han ayudado a conocer personas de todo el mundo y permiten que contemos todo lo que queramos contar. Pero, ¿qué pasa cuando queremos decir algo muy personal como para compartirlo con una foto? ¿Qué pasa cuando queremos hablar con una amiga y no recibir “likes”?
Cuando abrimos nuestra primera cuenta de Facebook lo primero que muchos hicimos fue buscar a personas del pasado: compañeros del colegio, amigos de la infancia, cualquier persona que nos trajera recuerdos de nuestro pasado y con quien habíamos perdido contacto. Porque las redes sociales, supuestamente, nos iban a conectar. Pero nos dimos cuenta que agregar a Facebook -y luego a Twitter o a Instagram- no era sinónimo de conexión, solo significaba tener más “amigos” o “seguidores”. Más likes para las fotos y estados.
Desde marzo, estamos con cuarentenas y distanciamiento, por lo que juntarse con los amigos es algo imposible. Además, estos tiempos extraños hacen que los días parezcan meses, pero que las semanas parezcan días, por lo que no es raro que haya pasado mucho tiempo desde la última vez que hablaste, no por mensaje, con alguien importante en tu vida. Piensas que sabes que está bien, que has seguido sus historias y publicaciones, y que no tiene nada importante que decirte, ni tú a ellos, pero en los tiempos que vivimos, donde nada es certero, parece ser más importante que nunca marcar los números en el teléfono y preguntar, a quien contesta “¿Cómo estás?”.
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