Perder un ascenso en el trabajo por ser madre: “En Chile se castiga la maternidad”




“Tengo 36 años y soy mamá de dos niños preciosos. El mayor tiene tres años y medio y la pequeña, nacida en plena pandemia, ocho meses. Trabajo hace seis años en el área de finanzas de una empresa, pero desde que soy madre, las cosas no siempre han sido color de rosas. Cuando quedé esperando a mi primer hijo, hace ya unos cuatro años, justo se abrió una vacante para la jefatura de mi área. En ese momento, gracias a mi buen desempeño me ofrecieron el cargo, sin embargo me dijeron que no me lo darían inmediatamente, ya que como estaba embarazada, no querían que estuviera sobrecargada. Pero la idea era que, a mi regreso, se hiciera efectivo el ascenso. En palabras de mi jefe, ‘el puesto era mío’, a menos que a mi regreso lo rechazara.

Así pasó el tiempo y apenas mi bebé cumplió cinco meses y medio, regresé a mi trabajo con la ilusión de ser promovida en un corto tiempo. Nada de eso pasó. Luego de consultar, me informaron que finalmente el cargo había sido eliminado, pasando a depender directamente de la subgerencia, ya que no querían poner un nivel de jefatura adicional en el área porque las cosas funcionaban bien como estaban.

Como la empresa no es muy grande las posibilidades de ser ascendida o movida a un nuevo puesto eran casi nulas, pero yo quería otra guagua y necesitaba estabilidad laboral, por lo que decidí no buscar otro trabajo de manera inmediata. Quedé nuevamente embarazada el año pasado y salí de prenatal justo cuando comenzaba la pandemia, hasta ese momento, con alcances desconocidos para todos. A los dos o tres meses de haber nacido mi bebé, recibí una llamada de mi compañera de trabajo, quien me contó que la habían ascendido al cargo que, tiempo atrás, me habían ofrecido. Ella es más joven y no tiene hijos.

Después de esa llamada quedé devastada. En realidad creo que aún no lo asimilo bien. Esa noticia me hizo cuestionar todo, incluso dudé de mi capacidad laboral. Pero por suerte, los meses de cuarentena y puerperio, me hicieron darme cuenta de que esa decisión no tuvo nada que ver con mi desempeño. Estudié en una de las mejores universidades de Chile y salí con un muy buen promedio; además en todos mis trabajos mis evaluaciones han sido muy buenas, de hecho, creo que puedo pedir recomendación a cualquiera de mis ex jefes y no tendrían problema en darla. El tema es que en Chile la maternidad se castiga.

Muchas personas podrían decir que soy una exagerada, que en realidad todo esto se dio por las circunstancias, la pandemia, las necesidades de la empresa y un sinfín de cosas. Pero yo creo que no. Porque además, no soy la única. Esta experiencia me hizo mirar a mi alrededor y si analizo lo que le ha tocado vivir a mis amigas o compañeras de universidad, no hay que ir muy lejos para encontrar casos similares al mío. Casi todas las que han sido madres en estos años, han tenido que transitar por alguna desilusión laboral. Sin ir más lejos, una de mis amigas cercanas, quien hizo una carrera rápida y ascendente en la empresa que estuvo desde que salió de la universidad, fue despedida de su cargo de gerencia apenas acabó su fuero, a pesar de haber trabajado durante once años, muchas veces de sol a sol.

Otra de mis amigas, al volver de su posnatal, fue movida de área y degradada en su cargo, al darse cuenta de que, aunque le mantuvieron el puesto –porque no hacerlo habría sido ilegal–, pasó de tener más de 30 personas a su cargo, a tener cero. De nuevo, pueden haber sido las circunstancias, pero trabaja en una empresa que estuvo a punto de quebrar durante la pandemia y ahora sus tres compañeros hombres fueron ascendidos, y ella con evaluaciones sobresalientes debe sentarse a mirar como los demás reciben las oportunidades que por ser madre se le niegan a ella.

Si miro a las mujeres de mi entorno, las que han logrado cargos altos y puestos de trabajo trascendentales, son las que no tienen hijos, y muchas de ellas han decidido no ser madres justamente para dar prioridad a su carrera. Sin embargo, ningún hombre que conozco ha tenido nunca que cuestionarse si debe ser padre, si es el tiempo adecuado para serlo, ni ha tenido que decidir entre la paternidad o un trabajo. Nadie nunca en una entrevista de trabajo les ha preguntado tampoco si quieren tener hijos.

Es triste, y tal vez sí, soy una exagerada, pero aquí estoy atrapada en estas circunstancias. Viendo como se acerca el día en que tengo que volver a mi trabajo, –porque mi posnatal de emergencia ya terminó– y sin saber cómo enfrentar esta nueva realidad laboral, familiar y mundial. Sólo con la esperanza de que algún día esto cambie, y que cuando mi hija sea adulta, viva en un Chile donde no tenga que decidir entre su familia y su trabajo”.

Marjorie San Martin es lectora de Paula y trabaja en el área de finanzas.

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