Por qué los domingos pueden ser días tan tristes




Es domingo y cae el sol. La ciudad empieza a teñirse de colores dorados, el movimiento de las calles baja y todo aquello que hacemos durante la libertad del ocio, eso que nos hace vibrar, comienza a desaparecer. Se viene una nueva semana. Ese momento, tan nostálgico, tan único, a Ignacia Godoy se le hace una eternidad. Una sensación pesada que se deja caer sobre su cuerpo, que la recorre y que es capaz de pisotear, así como si nada, esa chispa y agilidad que la mueve en su tiempo libre. Su estómago se aprieta, frunce el ceño, suspira. Pensar en volver a la rutina la agobia porque, de momentos, la siente como una condena, una cárcel de la que no puede escapar.

“Odio el domingo, no puedo soportarlo. No lo disfruto porque está esa sensación de la ‘preparación’ antes de. Yo creo que este sentimiento se me arraigó cuando era más chica y veía que mi papá se iba después de ir a dejarme a la casa, donde vivía con mi mamá”, dice y agrega: “En general, soy una persona que disfruta mucho su trabajo y me gusta lo que hago, pero ahora estoy pasando por un mal momento de pega, entonces esa sensación se ha agudizado más. Sé que tengo entregas, que tengo que avanzar y que, además, hay cosas que se salen de mi control; entonces más me preocupo”.

Como una obra de teatro, los pensamientos de Ignacia crean y montan los peores escenarios a toda velocidad. ¿Iré a conseguir armar ese proyecto? ¿Qué pasa si no resulta tal reunión? ¿Alcanzaré a terminar todos mis pendientes? Quizás, muchos y muchas experimentan esa misma sensación que, coloquialmente, ha sido denominada “síndrome de día domingo” -o Sunday Scaries, como lo llaman en países de habla inglesa-. Un estado de alerta caracterizado por el estrés y la ansiedad previa a partir la semana. Es -dice Alec Burks, gerente de una empresa constructora en Seattle- la huella emocional que deja el fin de la plena libertad y la certeza de tener que volver, en 12 horas más, a sentarse en el mismo escritorio de todos los días. “No es que no me guste lo que hago, pero algo que contribuye al sentimiento es que casi tienes que encogerte un poco para encajar en el molde del trabajo. El fin de semana, por el contrario, no requiere tal reducción”, sostiene en un artículo de The Atlantic.

Según una encuesta realizada por LinkedIn en 2018, el 80% de los trabajadores estadounidenses experimentan esta sensación los domingos, un porcentaje que asciende a un 90% en profesionales millennials y generación Z. Es por eso que incluso se han creado hasta productos de cuidado personal -como aceites o bombas de baño-, diseñados especialmente para devolver el bienestar que debería tener este momento de la semana. “Es probable que este fenómeno se dé en personalidades más ansiosas, que ya comiencen a anticipar malestares y malos ratos que vendrán en el futuro. Pueden ser personas que dilatan y posponen el trabajo, y están preocupadas por lo que no han hecho, o personas muy autoexigentes que sienten que nada es suficiente. Sin embargo, todas las investigaciones coinciden en que esto probablemente está relacionado con algún grado de insatisfacción laboral, que puede tener que ver con alta carga en las labores, falta de reconocimiento al trabajo realizado o a la identidad del individuo”, afirma Solange Anuch, psicóloga de la Clínica Alemana.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha catalogado al estrés como la epidemia sanitaria del siglo XXI. En Chile, de acuerdo al estudio Zoom al Trabajo realizado por la Universidad Adolfo Ibáñez, el estrés laboral aumentó casi 20 puntos porcentuales en un año, llegando al 42% en 2019. Con esos índices, no es de sorprender que las personas estén ansiosas durante las horas previas a comenzar la rutina del día a día. “Esto es un síntoma más de un sistema económico y social que está fallando. Es decir, el entorno en el que estamos es generador de este círculo vicioso, porque las jornadas laborales son largas, se pasa poco tiempo en casa, las personas se cansan y no tienen momentos protegidos de interacción social que sean amables y beneficiosos. La cultura laboral pone al trabajo como una de las cosas que genera identidad en las personas. Eso es agotador, porque no deja espacio mental para hacer otras cosas durante la semana”, sostiene Alejandra Rossi, académica e investigadora del Centro de Estudios en Neurociencia Humana y Neuropsicología de la Universidad Diego Portales (UDP).

A eso se suma el mayor consumo de alcohol y drogas que las personas tienen durante el fin de semana en contextos recreativos y sociales. Según el informe El Consumo de Alcohol en Chile: Situación Epidemiológica de Senda y el Ministerio de Salud, Chile está situado en el primer lugar de consumo de alcohol per cápita al año en comparación a países de la región, con un total de 9,6 litros en adultos. Ese consumo, sin embargo, se produce mediante atracones focalizados en apenas uno o dos días. “El alcohol es un depresor del sistema nervioso central. Inicialmente actúa deshinibiendo conductas -y por eso se usa como lubricante social-, pero puede provocar un bajon anímico a la larga. Aunque la gente está cansada por el ajetreo de la rutina, se consume para adormecer la ansiedad o también para subir ese ánimo decaído del día a día”, analiza Rossi.

Para aplacar el “síndrome del domingo” y bajar la ansiedad, Ignacia cuenta que busca diversos mecanismos. “Trato de racionalizar y decir ‘qué es eso tan terrible que puede pasar mañana’. Al final, he vivido cientos de lunes y nunca ha pasado nada. También trato de organizarme, armar planes B por si las cosas salen mal o determinar qué tareas dependen de mí, para saber en qué puedo avanzar”, cuenta. Solange Anuch sostiene que esa planificación puede ser clave para disfrutar mejor las últimas horas del domingo, aunque apunta también a la idea darse espacios personales durante la semana, para hacer de la rutina algo tan estimulante como lo que ocurre el viernes y sábado. “Que no sea puro trabajo, y que en medio haya pausas que oxigenen y recreen la mente, con aprendizajes entretenidos. La idea es que lo laboral no se apropie de todo el tiempo y los temas”, recomienda.

En esa línea, la Revista Forbes entregó cinco estrategias para disfrutar, con plenitud, hasta el último segundo del día domingo.

1. Programa una actividad divertida: Ir al teatro, salir de paseo o juntarse con personas significativas puede una buena manera de mantenerse enfocado en vivir el presente.

2. Desconectarse del correo electrónico: A penas termines tu jornada de viernes, desactiva las notificaciones. Establecer esos límites y apegarse a ellos es comprometerse con uno mismo.

3. Planificar la semana que viene: Es ideal hacerlo el viernes, para llegar el lunes con las cosas claras. Puedes armar una lista de pendientes, pero siempre con metas y plazos concretos.

4. Practicar la meditación: El mindfulness ayuda a bajar la ansiedad y enfocarse en el presente. Aplícalo mediante audios guiados -como los de la aplicación Calm-, en una caminata o buscando videos de la plataforma Headspace.

5. Replantearse la rutina: Si la sensación de ansiedad es muy fuerte, es un buen momento para examinar ese miedo. Llegar a la raíz de esa angustia puede ser un catalizador para tomar acción y emprender nuevos caminos.

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