Quiebres amorosos: ¿Qué significa realmente el No eres tú, soy yo?




Lo hemos dicho y probablemente nos lo han dicho. Lo hemos visto, escuchado y leído en películas, series y libros. La persona que lo dice, de cierta forma, parece estar recurriendo a una frase ya muy habitual para no tener que entrar en detalles. La ambigüedad, en ese sentido, es más cómoda y le juega a favor. Y la persona que lo escucha queda confundida, sin saber si se trata de una excusa, de una expresión vacía, de una falta de reciprocidad en los sentimientos o simplemente de la pura verdad; quizás la otra persona realmente sienta algo, pero no está dispuesta, en ese momento al menos, a entablar un vínculo más profundo.

Lo hemos escuchado también en canciones. Y si alguna vez se lo hemos dicho a una pareja para terminar, nuestros amigos puede que incluso se hayan reído y preguntado “¿pero cuál es la verdadera razón por la que terminaste?” Como si esa no fuera razón suficiente. Se entiende, porque puede que también lo hemos cuestionado cuando nos lo han dicho. ¿Qué significa el no eres tú, soy yo? ¿Qué tanto del no eres tú, soy yo realmente no tiene que ver con la otra persona? Y por último –y entendiendo que en estos temas la tendencia debiese ser justamente la de no categorizar o caer en respuestas absolutas–, ¿es una razón lo suficientemente válida para terminar?

La psicóloga y terapeuta familiar y de pareja de la Universidad de Chile, Patricia González, explica que la persona que dice esa frase evidentemente está tomando la decisión y esa decisión es suya, por lo que en ese sentido la expresión es correcta. Ahora, en el por qué de esa decisión hay una amplia gama de posibilidades, que van desde una justificación para decir que uno no se proyecta con esa persona o simplemente porque en ese determinado momento o contexto, la persona que lo dice, más allá de sentirse atraída o atraído por el otro o la otra, quiere evitar el vínculo. “Es cierto que si a alguien le gusta mucho una persona, la tendencia es a querer estar con esa persona. Pero igualmente puede pasar que te guste mucho alguien, incluso sentir cierto enamoramiento, pero no querer entrar en una relación o en un modelo específico de relación, que quizás no calza con lo que se está buscando. Te puede encantar alguien pero puedes sentir que no estás preparada, puedes estar pasando por una depresión o puede que su propuesta relacional no te interese. Todo eso puede ser”, explica.

Por lo mismo, según González, la expresión nunca es tan absoluta como suena. Porque igual siempre tiene que ver un poco con el otro. “Los sujetos vivimos en contextos relacionales e históricos distintos. Y también tenemos una biografía que nos marca. Ahora, cuando se toma una decisión respecto a entrar o no en una forma de relación con otro, siempre hay un espacio intersubjetivo. Ahí hay dos sujetos, entonces el no eres tú, soy yo eventualmente también tiene que ver con la propuesta del otro”, postula. “Porque quizás otra persona, el día de mañana, puede hacer otra propuesta y nosotros nos entregamos. Hacer una separación absoluta es arbitrario. La decisión es respecto a ese otro, más allá de cómo la justifico”. En ese sentido, según González, no se pueden disociar.

Por su lado, la psicóloga y terapeuta familiar, Catalina Baeza, cuenta que muchas de las veces en las que se recurre a esa expresión, se trata de una manera de terminar con alguien sin hacerle daño. O al menos esa es la intención. “Lo que yo he visto es que es una manera de decirle al otro que no queremos estar con ellos que supuestamente hiere menos. Pero si lo dejamos ahí, puede que el otro quede incluso más confundido o dañado. Porque soy yo, ¿pero en qué sentido? ¿Es porque no lo quiero? ¿O porque no puedo? ¿Es porque me encanta una parte de esa persona pero no toda? Tiene que haber un por qué y ahí es donde se abren miles de posibilidades”, explica.

Puede que esa persona no reúna, como explica Baeza, todas las características que nos gustan o que nos acomodan en ese determinado momento. Aunque ahí, como explica ella, la situación se vuelve más compleja porque el amor no es obediente y ciertamente no se basa únicamente en características o cualidades. “Puede que tengamos miedo, que tengamos dificultad para entregarnos y puede también que mañana llegue otra persona y nos entreguemos, no porque sea mejor, sino que porque hay una química que no se puede negar”, dice.

Ahí González agrega que las razones por las cuales a alguien le puede gustar otra persona y aun así no querer establecer un vínculo son muchas; dentro de las más comunes se encuentra el temor al compromiso, que a su vez tiene que ver por un lado con el miedo a no ser suficientes o no cumplir con las expectativas del otro, y por otro lado, con el miedo a sentirse muy demandados. “Mucha gente se arranca de un vínculo por el temor a lo que implica ese vínculo; abrirse y mostrarse vulnerables. Todos somos vulnerables, pero cuando nos enamoramos y estamos en una relación, entramos a una zona de riesgo que el día antes no estaba”, explica. “Es una zona en la que nuestra estabilidad emocional y necesidades más íntimas están mayormente sujetas a ese otro. No somos tan autónomos. Y eso a mucha gente le da pavor”.

En cierta medida, ese miedo puede ser sano, pero hay gente que por experiencias de abandono o traumas pasados rechazan cualquier tipo de vínculo más profundo. “También puede tener que ver el estilo vincular de las personas, y ahí entra la teoría del apego. Algunos se relacionan desde lo más evitativo, otros desde la seguridad, otros desde la inseguridad o desde la ambivalencia. Las personas con apego evitativo le tienen más temor a la cercanía y no se sienten cómodos en la intimidad porque ese es un lugar de riesgo psíquico emocional para ellos. Las personas con apego ambivalente se manejan con dificultad tanto en la cercanía como a la distancia, por ejemplo”. Es por eso que muchas veces, de acuerdo a nuestros estilos vinculares, tomamos la decisión de establecer o no un vínculo aunque de base nos atraiga la otra persona. Se trata de una decisión tomada en base a recuerdos o experiencias pasadas.

Pero ese miedo, como explica Baeza, también puede pasar. “Me gusta pensar en la definición de Maturana sobre el ‘amar’, que considera el verbo y apunta a algo continuo y en transición. No como la palabra ‘amor’ que es estática. Porque amar es un proceso”.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.