Yo elegí una reducción mamaria




Estivalis Muñoz soñaba con hacerse una operación de reducción mamaria desde los 14 años. Iba a un colegio mixto en Puente Alto y como fue la primera de su curso en desarrollarse y usar sostén, fue también una de las primeras en experimentar las reacciones que sus pechugas generaban: miradas lascivas, burlas y risas hirientes. Toda su etapa adolescente la recuerda como oscura. “Me hicieron mucho bullying por mi cuerpo. Usaba polerones grandes porque me daba vergüenza mostrarme y en educación física se burlaban de mí cuando trotaba. Fue una época que me marcó bastante, en la que me hacían muchos comentarios”, dice la estilista de 22 años.

A diferencia de muchas mujeres que optan por cirugías de reducción mamaria porque el tamaño les genera dolor de espalda, Estivalis no tenía ningún problema médico, pero aun así el año pasado decidió pasar por el quirófano para cambiar su aspecto. “No me gustaba cómo me veía y a veces captaba miradas que eran muy innecesarias, así que me operé. Y no lo hice por un problema médico, lo hice para sentirme bien emocionalmente”, cuenta. La operación le cambió la vida y le hizo vivir experiencias que para ella eran nuevas como usar un escote, sentirse cómoda, ponerse un bikini o alegrarse por la llegada del verano. Básicamente sentirse bien. “Fue un cambio muy grande. Me subió mucho la autoestima”, cuenta.

Cuando no te miran a los ojos

El pecho femenino, altamente sexualizado en la cultura popular e incluso censurado en las redes sociales y medios, puede ser una carga física y también psicológica. Y, a pesar de que una de las cirugías estéticas más demandadas sigue siendo el aumento de mamas, cada día más mujeres deciden hacer lo contrario.

Anualmente en Chile más de 15 mil personas se someten a algún tipo de cirugía plástica, ya sea por temas estéticos o de salud y dentro de las operaciones reconstructivas más usuales está la “mamoplastía reductiva” o “reducción mamaria”, un procedimiento solicitado por mujeres y varones que consiste en extraer grasa, tejido glandular y piel de la mama para reducir su tamaño y peso. Una intervención que permite dejar el busto de un tamaño más proporcional al cuerpo de cada paciente.

Al ser una intervención reconstructiva, cuenta con cobertura de Isapre, Fonasa y seguros, aunque se necesitan cumplir ciertos requisitos: “Muchas pacientes se avergüenzan de sus mamas porque se sienten observadas. La gente, sobre todo los hombres, hacen comentarios al respecto y se sienten muy incómodas. A una paciente con las mamas grandes rara vez la miran a los ojos cuando mantienen una conversación”, explica la cirujana plástica del Hospital de la Universidad de Chile, Claudia Albornoz. Por eso, agrega la especialista, es muy común que estén siempre escondiéndolas con ropa muy holgada o con un cambio en su postura corporal.

Según la experta, no solo ha habido un aumento post pandemia de esta intervención, sino que también se ha identificado un cambio en la edad de los pacientes que la solicitan: ahora consultan mucho más jóvenes. “Las mujeres aguantaban mucho más tiempo con molestias antes de decidir operarse. Las nuevas generaciones están mucho más empoderadas sobre sus cuerpos”, dice.

Para José Ramón Rodríguez, especialista en Cirugía Plástica y Reconstructiva de la Universidad Católica, hay varios factores que pueden explicar el alza. “Las mujeres tienen una mayor autonomía. Prima la decisión individual y no lo que piense el resto. También hay un factor técnico: es una cirugía de muy bajo riesgo y que tiene muy buenos resultados. La recuperación es bastante rápida. Y hay un factor ligado a la pandemia, un auto análisis de la imagen individual muy significativo”, dice.

Caída de prejuicios

Según Albornoz, en los últimos años se han logrado derribar prejuicios en torno a esta intervención. “Las mismas mujeres tenían una mirada muy conservadora cuando otra mujer decía que quería reducirse las mamas, especialmente si no había tenido hijos porque había un temor en torno a que la intervención afectara la lactancia. Con las técnicas actuales no debería haber problemas si la paciente decide tener hijos y amamantar”, explica.

Otro factor social que pesaba a la hora de someterse a este tipo de cirugía tenía relación con que las mujeres tenían menos control sobre sus cuerpos. “Muchas veces sus parejas se oponían a que se redujeran las mamas porque en general a los hombres les gustan más grandes, por lo tanto, la decisión era mucho más difícil”, dice Albornoz. Consciente de esto, Estivalis decidió mantener su cirugía en secreto. Solo su familia cercana, que la apoyó con la decisión, estuvo al tanto. Esto no evitó que recibiera comentarios cuando ya estuvo recuperada. “A los hombres le gustan así, grandes”, era uno de los más recurrentes. “Es un tema muy personal y la decisión fue solo mía”, cuenta.

Si bien el peso de las mamas puede alterar mucho la calidad de vida ya que dependiendo del volumen se pueden presentar molestias en la espalda, cuello, dolores de cabeza e irritación, entre otras complicaciones más graves, en lo emocional hay diversos estudios que demuestran que estos tratamientos tienen un impacto directo en la autoestima de las personas. Según Rodríguez, el grado de satisfacción de quienes deciden operarse es muy alto y ronda el 85%. Además de los problemas médicos que se alivian, “hay un cambio radical en la mejoría o restauración de la capacidad de realizar actividades de la vida diaria”, explica.

En lo que concierne a la autoimagen, las pacientes vuelven también a disfrutar de cosas tan normales como probarse ropa. Y aunque el mundo ideal sería que todas lográramos sentirnos cómodas con el cuerpo que tenemos y que nadie se sienta con el derecho de opinar del cuerpo de otra persona, también es válido que exista la libertad para, conscientemente, cambiar algo de él que no nos guste. “Hay pacientes que antes eran incapaces de comprarse ropa porque había una desproporción muy importante entre el resto del cuerpo y el tamaño de las mamas. Ya no se sienten observadas todo el tiempo y eso es una gran ganancia”, concluye Rodríguez.

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