Paula

Sé tu propia jefa: Cuando el sueño se convierte en pesadilla

En un año de crisis económica e incertidumbre financiera, la posibilidad de hacer plata fácil o de tener la oportunidad de aportar al ingreso familiar se vuelve aun más atractiva. “Sé tu propia jefa” es una promesa que se le hace a muchas mujeres que, ahogadas en deudas o en la nula certeza de llegar a fin de mes, toman este salva vidas. El problema es que la fiebre del oro suele tener consecuencias adversas, especialmente cuando no estamos lo suficientemente informadas.

“Mi marido quedó cesante a comienzos de año y en junio me llamó una amiga muy querida para ofrecerme una oportunidad de negocios. Ella vive afuera y es profesional, tiene un MBA, así que me interesó escucharla”, cuenta Anita (cuyo nombre ha sido modificado), quien durante tres meses fue parte de una empresa multinivel, conocida en el rubro de la belleza y el cuidado personal. “Estaba muy angustiada porque no sabía cómo iba a poder pagar las cuentas si mi situación familiar se mantenía, y tampoco tenía demasiado tiempo libre porque mi trabajo ya es muy demandante y tengo una hija chica. Pero ella me dijo que podía ser mi propia jefa, que el negocio sería mío, que no tenía que invertir nada ni armar equipos y que iba a poder hacer todo a mi pinta. Eso sí, me llamó mucho la atención la forma en la que hablaba, las palabras que usaba, pero decidí no darle mayor importancia”.

La promesa era buena: al menos 500 dólares mensuales en ganancias y sin grandes compromisos. “Luego de hablar con mi marido, llamé a mi amiga y le dije que sí, que iba a participar. Ahí me dice que tengo que pagar $800.000 para comprar mi kit de inducción. Pensé que la había escuchado mal y le recordé que me había dicho que esto era sin inversiones. Me explicó que no era una inversión sino que un kit para mí, porque no podía vender los productos sin conocimiento de causa. Le dije que no tenía esa plata y terminé comprando un pack por $200.000”.

Desde ese momento, solo pasaron situaciones más extrañas. Anita recibió un manual de comportamiento, un instructivo para redes sociales e información sobre cómo vender más y captar personas. Le insistían que armara un equipo, pero ella se negaba, sólo le importaba ganar un poco más de plata. “Pero el primer mes vendí como loca, doblé la meta que me propusieron y solo recibí 400 dólares, entonces reclamé”, recuerda.

Fue ahí que entró al ruedo la “jefa” o la persona que estaba en línea ascendente a su amiga, quien empezó a insistirle que vendiera más, que armara equipo, que cumpliera más metas, porque así le iban a regalar kits y viajes al Caribe. Todo se volvió más agresivo cuando el segundo mes no llegó a las metas, vendió mucho menos por falta de tiempo y, por supuesto, seguía sin armar equipo propio. Le empezaron a exigir que participara en reuniones por videollamada cuatro días a la semana, en los que durante tres horas escuchaba historias de éxito.

En estas conferencias no habían solo mujeres, pero los hombres que participaban estaban en niveles altos, con equipos gigantes que a su vez tenían otros equipos. Casi siempre los casos de éxito eran suyos, mientras que las mujeres estaban más abajo, vendiendo en el día a día. “Te quieren vender que tu vida va a mejorar, que vas a ser una mejor persona. Me empecé a angustiar, las exigencias eran demasiadas y claramente esto estaba muy lejos de ser un negocio a mi pinta, como lo habían prometido. Te explican cómo meter gente y te arman todo un discurso muy siniestro: tienes que empezar edificando a la otra persona, luego edificar a tu línea ascendente y finalmente explicarle por qué ella sería buena para este negocio, y por qué el negocio sería bueno para ella. Fue triste entender todo eso, porque cuando mi amiga me reclutó fue usando ese mismo discurso. No era que me encontrara seca, amorosa, buena vendedora. Me estaba edificando”.

Anita logró salir, inventando que la policía estaba investigando a la empresa y que prefería salir antes que la llamaran a interrogatorio. Nunca más supo de ellos.

¿Estafa piramidal?

Cuando escuchamos sobre estas historias o estos modelos de negocio, solemos pensar inmediatamente en estafas piramidales. Pero se trata de cosas distintas y que, por lo general, están dentro del marco de la legalidad.

“Las estafas piramidales son un sistema financiero donde uno entrega dinero, supuestamente a un fondo de inversión o sistema de ahorro, donde verás intereses que aportan utilidades. Pero en la práctica nunca fueron tal cosa y el dueño se ve obligado a conseguir dinero para pagar lo que ya debe, convirtiéndose en una rueda constante para conseguir dinero hasta que el pozo se revienta”, explica Pablo Barberis, profesor y director del área Consultoría de Unegocios de la FEN, en la Universidad de Chile.

“Es distinto en el caso de estos trabajos tipo emprendimientos, donde puedes armar tu propio equipo y ganar comisión. Ahí lo que pasa es que si la empresa no tiene sustento sólido, va a ser una situación cortoplacista”, agrega sobre casos como el mencionado por Anita, y añade: “Hay mucha ambivalencia, y lo curioso es que se dan casos en que las personas empiezan ganando mucho dinero gracias a las comisiones y reciben premios por sus metas, como viajes al Caribe. Así, cada persona puede armar una estructura para liderar, y quienes están abajo suyo pueden, a su vez, armar sus propios equipos, siendo el que más gana el que está más arriba”.

El especialista explica que estas situaciones son legales en teoría y que es fundamental que cada persona se haga cargo de investigar a la empresa antes de sumarse. Recomienda considerar si es o no una empresa seria, si hay una administración detrás y si es financieramente sostenible: “Hay empresas que nacen y mueren rápidamente, pero hay otras que logran perdurar en el tiempo”.

Hay que tener cuidado, por ejemplo, con aquellas empresas que parecen no tener una historia o una administración clara, porque ha pasado que simplemente desaparece o cambia de nombre, dejando a los inversionistas sin más que plata perdida.

Según la PNUD (octubre 2020) en Chile el 53% de los hogares con jefatura femenina no están logrando pagar sus necesidades básicas, y del 30% de mujeres que quedaron sin trabajo a comienzos de año, un 6% consiguió un empleo, mientras que solo un 35% se encuentra buscando en el mercado laboral. Esta realidad tiene múltiples factores, pero uno importante es, simplemente, la falta de tiempo.

Las mujeres son las principales encargadas del cuidado del hogar y de las personas que habitan en él, muchas veces sin cooperación masculina o de una pareja, y en tiempos de crisis, donde muchos colegios y jardines cerraron sus puertas, no vieron otra alternativa que quedarse en sus casas, sacrificando así la opción de trabajar afuera.

Por eso, no es de extrañar que la promesa “sé tu propia jefa”, o la posibilidad de sumar ingresos desde la casa, con un sistema propio y sin tener que dar explicaciones a un superior, suena tentadora. Y aunque existen casos exitosos, es imperante que, especialmente en estos tiempos en los que las mujeres son más vulnerables, se informen bien antes de firmar y que sepan que siempre pueden salir.

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