Tormenta en zona seca

En La Ligua se vive una paradoja. Mientras en este invierno llovió en el 70% de Chile –incluso nevó en Calama– ahí las nubes pasan de largo o, con suerte, derraman algunas gotas. Llevan siete años de sequía. La comuna está declarada en emergencia hídrica junto a otras siete de la Zona Central semiárida de Chile. Y, aunque algunos temen que esa franja ubicada a 80 km de Santiago sea el primer síntoma del "avance del desierto", en las noches de nubes negras la esperanza florece.




Paula 1150. Sábado 21 de junio de 2014.

El día en que por fin iba a llover después de siete años de severa sequía en La Ligua, Matías Álvarez "El hombre bala" del American Circus, temía por su estreno. Estaba listo el largo cañón en la pequeña carpa roja instalada en las afueras de la ciudad, también el sistema hidráulico que lo hace volar a 18 metros de distancia. La red había sido remendada para la vermouth del martes 20, la víspera del feriado del 21 de mayo. Una noche perfecta para un lleno total.

En la fuente de soda Maná, en la Plaza de Armas, el Hombre Bala junto a Arturo Togni, el administrador del circo, se enteraron que esa noche habían anunciado la primera lluvia en mucho tiempo. Todos los contertulios estaban excitados, entusiasmados.

–¿Irá a llover?– preguntaban algunos.

–Tiene toda la pinta– respondían otros.

–Ojalá– se oía por doquier.

Los circenses eran los únicos apesadumbrados: la lluvia es la archienemiga del respetable.

Desde que el 21 de marzo la Dirección Meteorológica de Chile detectó una pequeña alza en la temperatura del mar, que haría prever el fenómeno de El Niño –un invierno excesivamente lluvioso con inundaciones y damnificados– un aire de esperanza recorre toda esa zona.

Desde entonces todos esperaban la primera nube negra. Y revista Paula fue a ver esa primera lluvia el 20 de mayo.

Esa tarde en la radio Ser, 103.9, el locutor del programa Esenciales del Rock iniciaba su espacio con el comentario de rigor acerca de la larga sequía que tiene a todos cansados y, en un exceso de entusiasmo, abrió con el tema de The Doors Riders on the storm (Jinetes de la tormenta) mientras comentaba que cuando iba camino a la radio ya podía ver nubes negras sobre el Cerro Chache.

La suave canción de The Doors empieza con truenos y relámpagos seguidos de un piano. Y efectivamente nubes negras empezaron a esa hora a cubrir el pueblo y les dieron a los faroles de la plaza un tono emocionante. "Hemos sido arrojados a este mundo, como perros sin un hueso", gimotea Jim Morrison.

En la Municipalidad, a un costado de las fuentes de soda, preparaban el escenario para el desfile del 21 de Mayo el día siguiente. Y los utileros incorporaban una carpa de última hora.

Las tres comunas que comparten el Río La Ligua y forman una barrera de cordillera a mar –Petorca, Cabildo y La Ligua– ya no tienen de dónde sacar agua para sus habitantes rurales y de la periferia de la ciudad. Tienen que comprarla a la sanitaria Esval, y repartirla en camiones aljibes. Un tercio del presupuesto municipal se gasta hoy en repartir agua: más de 1.200 millones de pesos anuales. El alcalde de La Ligua, el comunista Ricardo Sánchez, se enfunda su boina y agarra su sempiterno mate en la mano derecha y, mirando hacia el norte (por donde asoma el mal tiempo) por el amplio ventanal municipal dice con la misma convicción que un favorable vaticinio electoral:

–Sí, pues. Así dicen. Parece que esta noche sí va a llover.

El lecho del Río La Ligua está hoy completamente seco, tal como se ve en la fotografía que abre este reportaje. Alguna vez fue un río profundo, como muestra esta imagen que pertenece al archivo familiar de Valentina Castro.

EL ALMA SECA

El pueblo de La Ligua se construyó al borde del Río La Ligua. Incluso tenía un pequeño barrio costeño de fondas y picadas de verano. Pero el lecho pedregoso del ancho río permanece seco desde hace siete años. ¡Siete años! Y la gente se ha ido olvidando de que antes hubo ahí un río.

Al otro lado del supuesto Río La Ligua está el sector rural Valle Hermoso, que hizo famoso a toda la zona por sus tejidos de lana. Una conocida tejedora, Valentina Castro, muestra su colección de fotos de cuando la gente de Valle Hermoso se bañaba en el caudaloso río todo el verano. Y recuerda:

"En la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en los primeros años de la sequía el cura sacaba la Virgen María en una procesión por el lecho del río pidiendo agua. Al principio llovía un poco, pero al correr los años la gente empezó a perder la fe".

El agricultor de Valle Hermoso, Augusto Aranda, dice: "Ya no iban ni diez personas a la procesión. Por eso dejaron de hacerla. Para mí que Dios nos está castigando de a poco".

Él tiene que comprar agua para sus cabras y sus vacas, o esperar que se la regale el municipio. Incluso les pone agua a los pajaritos silvestres en un platito sobre el techo del chamizo en su parcela. A veces llegan a beber codornices, picaflores, gorriones. A todos les afecta la sequía.

Un poco más temprano Carmen Gloria Cardosa la única profesora, administradora, directora y orientadora de la escuela unidocente Ángel Nenay en la Quebrada El pobre, les advertía a sus cinco únicos alumnos de 2°, 4° y 5° básico, al despedirlos en el camino de Valle Hermoso: "Ya saben chicos, si llueve esta noche, el acto del 21 de Mayo en la Plaza de Armas se suspende. Díganles a sus papás que no los lleven al desfile". Su voz sonaba esperanzada.

La escuela hace unos pocos años tenía un promedio regular de 70 alumnos, pero todo el sector se ha ido despoblando por los efectos de la sequía. Como falta el trabajo, los padres se van, las familias se dispersan, migran. Solo le quedan 5 alumnos.

La escuela funciona con bidones de agua que traen de la Municipalidad. Y en muchas ocasiones en que el reparto falla, deben cerrar.

El dirigente de la comunidad indígena de Valle Hermoso, Naím Godoy va por la tarde a revisar los secos pozos de la cuenca del río. Uno a uno, todos están secos hasta el tuétano. Pozos de 20, 30, 60 metros de profundidad, de los que no sale ni una gota. Y dice poco esperanzado ante el anuncio de la lluvia inminente: "A ver cómo nos va a ir esta noche".

Ya son las cinco de la tarde. Godoy se sienta en lo que antes fue el borde del río.

Aranda un poco más allá en su chamizo espera también la lluvia.

Cerca de las seis empieza el viento tibio y ambos salen a mirar las nubes negras. Y, sin querer, apuntan sus ojos en dirección al cementerio.

EL AVANCE DEL DESIERTO

Unos días antes, Nicolás Franck, el director del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas, CEAZA, que la Universidad de Chile tiene al sur de La Serena, explicaba el fenómeno: "La sequía es uno de los factores clave de la desertificación".

Siempre me intrigó que apenas pasando la cuesta Las Chilcas, tan solo a 25 km al norte de Santiago, empezaba una aridez poco común que se extiende hasta Copiapó. Arbustos bajos, cerros pelados y yermos, cubiertos de pastizales amarillos.

Ningún árbol. Y más el hecho de que, pasando el Río Aconcagua, empieza una franja del país donde el desierto parece estar avanzando en forma latente: hay tres comunas con la peor sequía del país desde hace siete años y un proceso de desertificación y aridización casi innegable. Embalses vacíos y cabras con la lengua fuera son la foto oficial.

–Es erróneo hablar de avance del desierto. No está demostrado que el Desierto de Atacama se esté expandiendo o algo parecido. Lo que ocurre es que cuando hay periodos tan largos de sequía se habla de un proceso de aridización y desertificación. Eso es lo innegable.

En el predio de Las Cardas del CEAZA en La Serena, los tesistas de Agronomía de la Universidad de Chile ya practican sobre la resistencia de las plantas al estrés hídrico.

–Muchas plantas pueden resistir largos periodos de tiempo de cambio de sus condiciones de riego. Por ahora, redujimos a la mitad el agua en vides y olivos y las plantas se adaptan con algunas ayudas en el suelo o de poda. Pero llega un nivel de presión sobre la especie que finalmente termina por colapsar al árbol: aborta los frutos, se empequeñece, produce menos hojas. Son formas de estrés de las plantas–, agrega Nicolás Franck.

En todas las zonas interfluviales (los áridos cerros que están entre los grandes ríos Loa, Choapa, Elqui, Limarí, Huasco y Copiapó) ellos han podido seguir el comportamiento de los cultivos. Con mejor suerte para la industria que con riego tecnificado puede sostener sus plantas bajo estrés, no así los agricultores pequeños y medianos a los que las plantas se les mueren.

En la última lluvia cayó un poco de agua en la zona, pero el agricultor Naím Godoy, de la comunidad de Valle Hermoso, dice que fue insuficiente para llenar los pozos. "Tendría que llover durante 10 años para que esto se recupere".

Ante un futuro cada vez más seco, en el CEAZA ya están practicando con nuevas especies para este clima: palmas datileras, granadas, jojoba. Pronto esas zonas verdes se irán pareciendo cada vez más a los oasis del Sahara.

Hoy, desde Copiapó hasta La Ligua, con 65 mm anuales estos últimos siete años, llueve menos que en el Desierto de Mojave en California, cuya pluviometría es de 150 mm anuales. Y Santiago, aunque no lo parezca, en los últimos años también ha recibido tan poca agua como el desierto de California.

–La gente se acostumbra a todo, va modificando sus comportamientos– comenta Franck a sus alumnos –pero si viajaran y pudieran comparar, se darían cuenta de que esta zona se está pareciendo cada vez más a África.

En La Ligua la gente se acostumbró diariamente a ver camiones aljibes que dicen: agua para consumo humano. O comprar una camionada de agua. O calcular no su producción por hectárea, sino por litros de agua disponible para regar.

El agrónomo Alejandro León, doctorado en Zonas Áridas en Chile. Obtuvo el grado en la Universidad de Arizona y es de los que más sabe en el mundo de aridización y desertificación.

Fue hace cuatro años parte del panel de 25 expertos mundiales para la convención de la lucha contra la desertificación y la sequía del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA.

Pero hoy está desencantado de los organismos mundiales y los grandes proyectos.

–Si hoy me invitaran nuevamente a formar parte de un panel de expertos mundiales, no iría–, sostiene. La extensa burocracia, los informes latosos y lentos, las ponencias y sobre todo, el nulo avance de la verdadera lucha contra la desertificación, lo dejaron agobiado–, dice Alejandro León.

Como son procesos largos, poco visibles, es muy tentador para muchos no verlos también. Casi no hay nada menos sexy que la lucha contra la desertificación.

Si bien la postal de la tierra curtida vende, resulta que recuperar un suelo –la capa de nutrientes y material orgánico capaz de sostener la vida– tarda algo así como 2 mil años por centímetro.

–Imagínate que en muchos lugares donde ha aumentado la desertificación se ha perdido un suelo de hasta dos metros de espesor. Es decir, si aún hiciéramos las cosas muy bien, y pudiéramos revertir ese proceso, veríamos resultados en 10 mil o 70 mil años. O sea es un proceso irreversible a escala humana. La lucha contra la desertificación a esta altura, yo la doy por perdida–, concluye León.

Así lucen los pozos de la cuenca del río. Pozos de 20, 30, 60 metros de profundidad de los que no sale ni una gota de agua.

Y POR QUÉ NO LLUEVE

Cae la noche negra como un potro por el Cerro Pulmahue, sobre el lado norte de la Ligua. Las nubes negras acechan sobre el cielo amenazante. Caen tímidas gotas sobre la plaza y se ven relámpagos en el cerro.

A la misma hora en Quilpué llueve a cántaros. En Quillota el agua rebosa las calles. En Santiago ya hace horas que comenzaron las inundaciones en las calles.

Pero en La Ligua las nubes se condensan, se posan rasantes y negras sobre el pueblo… ¡y siguen de largo al interior del valle! Solo gotas caían sobre el parabrisas. En el 21 de Mayo salió el sol y hubo desfile.

Wilfredo Alfaro, un ingeniero de la Conaf y coordinador en Chile para la convención de la lucha contra la desertificación de las Naciones Unidas me explica que en principio eso se da por la deforestación.

–Los bosques tienen una alta incidencia en las precipitaciones. Porque emiten a la atmósfera aerosoles que son nanomoléculas (el típico olor a bosque) que en la atmósfera atrapan las moléculas del vapor de agua y permiten que se forme la gota que cae en la lluvia–, dice Wilfredo Alfaro.

60% de los aerosoles "atrapalluvia" proviene del plancton y 40% de los bosques.

–Si no hay bosques no llueve en la tierra. Porque los pastos no emiten aerosoles. Ese es un factor importante–, agrega.

En toda la Zona Central semiárida de Chile los bosques fueron explotados desde la Conquista. Se calcula que se perdieron 10 millones de hectáreas de bosques por incendios y deforestación intensiva. Solo quedan de recuerdo los árboles del Parque Fray Jorge.

El alcalde de La Ligua recuerda que cuando chico en los cerros había un sector que le llamaban Troncos Quemados, adonde iban a jugar en restos de antiguos bosques. En muchos otros sectores la memoria colectiva recuerda esos viejos bosques gigantes: Los Troncos, Troncos Viejos, Robledal, La Ruma.

–Ahí íbamos a jugar en grandes troncos. Todavía quedaban restos quemados que la gente usaba como leña–, dice el alcalde.

Y después agrega con melancolía.

–Hace tiempo que ya no llueve como antes.

¿Por qué no llueve fuerte en La Ligua si en todo Chile hay temporal? Wilfredo Alfaro, ingeniero de CONAF y experto en desertificación, explica que los bosques inciden en las precipitaciones porque emiten aerosoles que atrapan moléculas del vapor de agua. Y aquí, donde hubo bosques, solo queda tierra seca.

Él acusa, como muchos, no solo a la deforestación, sino a la extracción de agua de la cuenca del río, de empresas industriales que la sacan de las napas subterráneas para regar extensos campos de palta hass. Y es curioso, pues mientras en 34 APR (proyectos de Agua Potable Rural que abarcan un sector independiente) los habitantes no tienen agua ni para lavarse las manos, en las grandes productoras de palta hass del valle el agua no falta y es acumulada en piscinas y enviada por miles de kilómetros de mangueras para riego por goteo.

"La dirección general de aguas tiene poco o nada que hacer para controlar la extracción de pozos clandestinos de las empresas", dice el alcalde, "nosotros hemos denunciado una docena de pozos ilegales, porque han venido a agravar aún más la sequía. Pero llegamos a la justicia y después de cuatro o cinco años sale una sanción, muchas veces irrisoria".

Recientemente la justicia de la región terminó un juicio contra el empresario y ex parlamentario Francisco Javier Errázuriz por extracción de aguas en pozos ilegales, y en otros casos en mayor cantidad a sus derechos, para la minera Cosayach de su propiedad. Se multó al gerente y se absolvió al propietario.

Según el Movimiento por la Defensa del Agua, Protección de la Tierra y Respeto al Medio Ambiente (Modatima), que agrupa a los habitantes en sequía de La Ligua, Cabildo y Petorca:

–Es tal la extracción de agua en forma ilegal por parte de los productores de palta y mineras que secaron el río y ahora están secando las napas subterráneas que son el último recurso que tenemos–, dice el dirigente de Modatima, Luis Soto.

Ellos han cortado caminos y puentes y en el verano se tomaron la carretera. Pero poco los han oído.

–Nosotros vemos que mantener la sequía es también un muy buen negocio. Porque la gente que tiene pozos profundos saca agua y la vende. Esval (la sanitaria de Valparaíso) la vende. ¿Y a 40 mil pesos el camión de agua que apenas alcanza para unos días en una casa? Mantenernos en sequía para alguien es un muy buen negocio–, agrega el dirigente.

El alcalde Sánchez piensa que se puede sacar agua del mar y desalinizarla por ósmosis inversa. Un proceso económico que demostró que funciona en la localidad de Los Molles, donde 1.200 personas viven del agua de mar.

–Hemos calculado que por lo mismo que gastamos en 4 años de sequía repartiendo agua (5 mil millones de pesos) se podría hacer una planta desalinizadora que abasteciera de agua potable a La Ligua Cabildo y Petorca por los próximos 20 años.

Pero alguien no quiere.

Alejandro León, el científico, está dando los primeros pasos para asesorar a La Ligua en su proceso que va de sequía a desierto. Y dice:

–Volvemos a lo de siempre. Como no es un tema atractivo para la política, o los políticos no ven resultados muy pronto, no hay una línea de fondos, de financiamiento claro donde las autoridades locales puedan recurrir.

Se siguen anunciando embalses y medidas de canalización. Pocos días después de la desesperanzadora primera lluvia en La Ligua, la Presidenta Bachelet anunció en Combarbalá, un poco más al norte, devolver al agua el estatuto de bien de uso público, y también la construcción de un embalse en Valle Hermoso.

–El problema es que esas inversiones gigantes –dice León– pronto no tienen justificación. Porque no hay agua que embalsar porque la sacan antes del subsuelo con los pozos ilegales.

El embalse La Paloma, en Ovalle, está seco. El Recoleta, seco. En el embalse Puclaro, en La Serena reaparecieron las ruinas del pueblo de Gualliguaica inundado en el año 2000. Todos fueron inversiones millonarias.

–Hoy el fenómeno es tan grave –dice León– que no solo basta con regular el agua de superficie (que apenas queda) sino que las napas de agua subterránea, que es el recurso que va quedando.

Eso es posible. En Copiapó –motu proprio– se creó por primera vez en Chile una Junta de Vigilancia de las Aguas Subterráneas del Río Copiapó que logró poner de acuerdo a un centenar de regantes para no sobreexplotar las napas subyacentes a la cuenca del río, para no agotar el último recurso de agua que queda.

El 4 de junio, día de temporal en medio Chile, recibo el llamado de la relacionadora pública de la Municipalidad de La Ligua:

–¡Por fin está lloviendo como antes!

Se oye el crepitar de la lluvia en el frontis de la Municipalidad.

Al otro día llamo a Naím Godoy, de la comunidad de Valle Hermoso, para saber si los pozos se llenaron. Y me dice:

–Dicen que corrió un poco de agua río arriba. Pero muy poquito. Un hilito. Y este río era inmenso, oiga. Tendría que llover como anoche, durante 10 años para que esto se recupere.

Llamo al Hombre Bala para saber si la lluvia fue lo suficientemente fuerte como para espantar al público. No responde. De seguro lo estaban por disparar. Luego me llega un mensaje de texto:

Lleno total.

Siempre que alguien pierde, alguien gana.

La sequía ha impactado a las fuentes de trabajo al punto que muchas familias han emigrado y la escuela Ángel Nenay se está quedando sin alumnos: quedan cinco, como se ve en la foto superior. La escuela, al igual que los lugareños, tienen que comprar agua a camiones aljibes para abastecerse de agua.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.