Irma Zepeda Ortiz, una vejez que se superpuso al dolor

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Irma Zepeda Ortiz (83) nació en Vallenar pero apenas cumplió 21 y pudo trabajar se instaló en Limache a hacer clases. A los 23 se casó un con compañero de trabajo con el que lleva 58 años de matrimonio. Es mamá de tres y abuela de cinco. Aunque está jubilada, cuando se presenta dice: "Soy profesora de artes". Es que las artes, y sobre todo los niños, han sido su gran pasión. "He tenido muchos dolores", dice aludiendo a la parálisis que la dejó sorda del lado izquierdo, "pero cuando hay amor, el dolor desaparece".




"Siempre me gustaron las artes y más que eso, los niños", dice Irma Zepeda Ortiz (83) mientras elige pepinos de un puesto de La Vega. Esta mañana la acompaña Jorge, su marido, con quien usualmente hace las compras semanales. "Mientras podamos los dos, venimos juntos y caminando", dice. Jorge lleva el carrito con las compras y ella elige las verduras.

Se conocieron hace casi 60 años mientras los dos eran profesores en colegios municipales de Limache. "Una vez titulada de Pedagogía, el profesor debía salir a otro lugar de Chile a hacer clases. Yo nací en Vallenar y mi primer trabajo fue en Limache. Luego formé parte de una comisión educacional de servicios en Olmué, y después hice clases en Valparaíso y Villa Alemana".

¿Cómo era ser profesora y mujer en esa época?

Difícil, porque al principio yo estaba sola y tenía 21 años, que era la mayoría de edad para empezar a trabajar. Dentro del colegio donde trabajaba no sé si había algo machista, puede ser, pero la verdad es que a mí no me tocó. De hecho se profesora era como ser una autoridad en un pueblo como Limache, para los actos cívicos éramos invitados de honor.

¿A qué edad te casaste?

A los 23 y llevo 58 años casada. Con Jorge nos conocimos en el coro de profesores del colegio de Limache. Él trabajaba en el colegio del pueblo del lado. Te confieso que no fue a amor a primera vista, él me tuvo que conquistar harto. Había un pueblo de diferencia y no nos veíamos tan seguido, pero finalmente acepté pololelar con él y al poco tiempo nos casamos.

¿Cuál es la receta para que un matrimonio dure tanto?

Respeto, amor y sobre todo comprensión. Escuchar al otro, entenderlo, ponerse en su lugar. Aceptar las diferencias, no exigirle que sea una persona que no es.

¿Qué tipo de abuela eres?

No los regaloneo mucho, pero vivo pendiente de ellos. Fui una mujer muy trabajadora y tuve poco tiempo de disfrutar a mis hijos y mis nietos. ¡Cuarenta años de trabajo!

¿Cómo fue jubilarse?

Es que tuve que dejar de trabajar a la fuerza. Yo hubiera querido seguir, pero en vísperas de un Año Nuevo, hace justo treinta años, me pasó algo. Ese 31 de diciembre mi marido me pasó a buscar a la casa y yo le pedí que me esperara cinco minutitos porque me sentía mareada. Él me llevó en brazos a la cama y ahí el mareo aumentó. Con un vecino me llevaron al Barros Luco donde mi hijo médico estaba haciendo la práctica, y en la camilla dejé de escuchar.

¿Te dio miedo?

No, nunca he sido miedosa.

¿Qué vino después?

Me diagnosticaron una parálisis súbita en el lado izquierdo del cuerpo, no había movilidad, pero luego la recuperé. La audición, en cambio, la perdí definitivamente en un lado. Mi hijo se casaba unos días después, y tuvieron que elegir otra madrina. No pude ir a su matrimonio, no me podía ni levantar de la camilla.

¿Fue de lo más difícil que te ha tocado vivir?

No. Siempre hay otras cosas más dolorosas. He tenido una vida difícil. Criar a mis hijos, mientras trabajaba en provincia, fue duro. No tenía experiencia. A mi marido lo trasladaron a Valparaíso cuando yo estaba embarazada y no se me hizo fácil estar sola con hijos. Iba a trabajar con mis niños chiquititos, en brazos. En el colegio donde era profesora no había sala cunas, así que los tenía que andar dejando en las salas mientras yo hacía clases.

¿De dónde sacabas fuerzas?

Es que ser madre es lo más maravilloso que me ha pasado. Yo por eso me casé, para tener hijos. Cuando era soltera les pedía los niños a mis amigas para sacarlos a pasear. Siempre quise los míos.

¿Eres creyente?

Muy católica, y me afirmo harto en eso. Dios es mi padre espiritual porque no conocí nunca a mi papá, quien murió asesinado un mes antes que yo naciera. Mi mamá quedó conmigo y mi hermana sola, entonces completé mi familia con fe.

¿Qué consejo le darías a las mujeres jóvenes?

Que encuentren su tiempo. Hay que darse tiempo para una. Cuando uno sabe lo que quiere, todo se puede lograr. Para mí fue ser madre, pero ese no tiene por qué ser el sueño de todas las mujeres. Mi vida no ha sido fácil, pero siempre he tenido seguridad en mí misma y en lo que quiero.

¿Has oído hablar del feminismo?

Sí, pero prefiero no hablar de eso porque el tema me ha traído problemas. Lo que sí te puedo decir que la mujer tiene que ocupar un lugar más importante en la sociedad. El respeto hacia la mujer es clave, porque somos las formadoras de todas las generaciones.

¿Te consideras vanidosa?

No, es que no me encuentro y nunca me he encontrado bonita. Te lo digo honestamente. Y tampoco es algo que me importe. Lo importante en la vida son otras cosas. Hace pocos días me vino un shock cardiorespiratorio y casi me muero, pero aquí estoy comprando frutas y verduras con mi marido en La Vega, pensando en mis hijos y en mis nietos. Sintiéndome querida.

¿Te da miedo pensar en la muerte?

No le tengo miedo a morir, pero sí al dolor. El dolor es algo que me ha perseguido toda mi vida. Piensa que tuve a mis tres hijos por cesárea y me dio lo mismo, porque lo único que quería era que fueran sanitos y que estuvieran bien. Ahora, morirse con dolor, me aterra.

¿Cómo te gustaría que te recordaran?

No sé, habría que preguntarle a mis hijos. Creo que he sido una mamá que ha cumplido al máximo con ellos, y la clave ha sido el cariño. Los quiero a ellos y a las mujeres que eligieron como sus esposas. Quiero a mis nietos. Quiero a mi familia. Para mí eso es lo más importante.

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