Unidades de dolor: “Se mira a cada persona como un ser integral”

Ocho años atrás, Ana Rosa Cortés se sometió a una operación de emergencia de extracción de nódulos. De vuelta en casa, sintió mucho dolor en el lado derecho de la cabeza y la oreja. Al preguntar al médico, le dijo que esto era normal y parte del proceso, puesto que en las cirugías se puede pasar a llevar los nervios. Pasaban los días, y el dolor se intensificaba.
En 2016, dos años después de su intervención, dio a parar a la Unidad del dolor del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, centro en el que detectaron su problema: tenía el nervio espinal cortado. “Quedé con una escápula aliada- levantada- en el lado derecho de la espalda, a la altura del hombro, y eso hace que la musculatura y nervios de ese lado funcionen mal. Y ese no es el único nervio que tengo cortado, ya que el trigémino de ese lado también me lo cortaron, al igual que otro nervio que está conectado con la parte baja del brazo”, relata.
Fue precisamente en esta unidad, donde comenzó a sentirse acompañada: un equipo multidisciplinario la acogió y la contuvo desde la primera consulta. “Ya diagnosticada, la doctora me envió a fisioterapia y me dio medicación para ver si se me pasaba un poquito el dolor. Llegar ahí (Unidad del Dolor del Hospital Clínico de la Universidad d Chile) para mí fue una fortuna, porque sentir que alguien entiende tu dolor, te ayuda psicológicamente a manejarlo”, expresa. Y es que las unidades del dolor, trabajan de una forma interdisciplinaria para poder entregar a los pacientes un apoyo desde todas sus esferas.
La Dra. Solange Rivera, médico familiar y miembro de la Unidad del tratamiento de dolor de la Red de Salud UC Christus, fue relacionándose con esta área poco a poco. “Me fui encontrando con pacientes que tenían estas situaciones y que finalmente no tenían un espacio en el sistema de salud, ni nadie que los acogiera”, cuenta. Hace unos años hizo un master en la Universidad de Sevilla y pudo ver cómo eran las unidades de dolor allá y cómo estaban conformadas en el día a día.
¿Cómo funcionan las unidades de dolor?
“Las unidades de dolor están conformadas por un equipo interdisciplinario, que está constituído principalmente por psicólogos, kinesiólogos, médicos, enfermeras, nutricionistas, terapeutas ocupacionales y otros especialistas afines a la unidad”, comenta Rivera. A partir de esta base -y dependiendo del caso- se deriva a otras áreas como neurología, psiquiatría, traumatología y otras especialidades a las que pacientes de dolor crónico pueden consultar. “Se hacen varios periplos, exámenes, estudios; de manera de poder evaluar de forma integral al paciente y así poder mitigar las zonas de molestia”, dice.
“En la unidad de dolor se mira a cada persona como un ser integral, completo, único e irrepetible, que consulta no sólo por dolor, sino que por un desequilibrio de su todo”, apunta la Dra. Andrea Sánchez, coordinadora de la Unidad del Dolor de Clínica Universidad de los Andes. Gracias a estos equipos es que se trabaja en conjunto, “en reuniones y discusiones sobre temas y casos, con una comunicación realmente efectiva entre cada uno de los integrantes de la unidad y de las demás unidades y centros del recinto, lo que propicia que los pacientes tengan una resolución más rápida de su motivo de consulta”.
“Las unidades de dolor crónico no son algo nuevo. Llevan harto tiempo, tanto en el sistema público como en el privado, pero el boom de instalar equipos interdisciplinarios debe llevar unos seis o siete años”, explica Rivera. Sin embargo, un problema latente de estas unidades es que las horas están copadas. “Eso es un problema que no es menor, porque en primer lugar cuesta mucho hacer el diagnóstico de dolor crónico”, relata, ya que en las universidades, las mallas de pregrado, escuelas de medicina y de otras instituciones del área de la salud, “están recién empezando a entender que el dolor crónico es una enfermedad más que un síntoma”.
Entendiendo al paciente
Por definición, se habla de dolor crónico cuando este dura más de 3 meses, y puede perturbar la vida de una persona e interrumpir sus actividades cotidianas si no se trata bien.
“En general los pacientes que tienen dolor crónico tienen algo que los tiene afectados en múltiples dimensiones… A veces no es sólo dolor porque uno piensa que con la analgesia debería resolverse y no es así. No es suficiente”, analiza Rivera ya agrega: “Esto puede llevar a mermar su calidad de sueño, su calidad de vida, su funcionalidad, su actividad laboral, el ánimo, el peso, porque dejan de moverse; empiezan a pasar una serie de cosas como consecuencia del dolor”.
“El dolor crónico es realmente una enfermedad que la mayoría de las veces no se quita”, comparte Sánchez, pero explica que eso no significa que el paciente tenga que estar las 24 horas del día con esta constante incomodidad: “Se pueden realizar diferentes terapias para que pase de ser lo más importante en la vida del paciente, a ser lo menos relevante, y así hacer una vida con la mejor calidad posible y disminuyendo las dosis de medicamentos”.
Es necesario que los pacientes puedan entender el funcionamiento de su cerebro y cómo este reacciona a su cuadro de dolor. “Cada paciente tiene un dolor súper personalizado”, dice Rivera, y explica: “no es posible poder comparar el dolor de un paciente con el del otro”. Por lo mismo, mientras antes entienda el paciente cómo lidiar con su dolor, más fácil va a ser para el equipo poder ayudarlo y contenerlo.
Un zoom a la fibromialgia
“Socialmente no es bien aceptado, especialmente en el caso de las mujeres. Nos suelen tildar de hipocondríacas o de histéricas cuando no somos capaces de manejar el dolor… De hecho a mi marido le molesta… no lo entiende”, relata Macarena Gutiérrez, paciente diagnosticada con fibromialgia, una de las enfermedades recurrentes en la dimensión del dolor crónico.
“La fibromialgia es la reina de las condiciones de dolor crónico”, comenta Rivera y la razón se resume a una carencia de diagnóstico visual, es decir, “no hay un examen de laboratorio que te confirme lo que está pasando, entonces cuesta mucho que les crean que les duele”. Sucede que los exámenes aparecen normales y desde ahí se comienza a transitar por “una especie de escalada de no validación de su dolor, y esto es a todo nivel, porque parte de su círculo cercano cuando les cuesta entender a esta persona que se queja todo el día, pero no tiene algo gráficamente evidente como una pierna cortada una herida o una radiografía que demuestre la lesión”, dice la médico.
Hasta al día de hoy, el esposo de Macarena no comprende que hay un factor emocional que incide en la reacción de la enfermedad. “Le cuesta entender que el dolor se produzca por un tema psicológico, por situaciones tensas o estresantes; él cree que es por las hernias, pero el doctor me ha confirmado que no es por eso. Y es complejo, porque a ratos pienso que me ve como una mujer imperfecta o débil”.
En cuanto a las reacciones médicas, Rivera cuenta que hay equipos de salud que pueden llegar a catalogar a estos pacientes como “exagerados, hipocondriacos o se les puede tildar como complejos, lo que dificulta aún más el diagnóstico y también el presupuesto, además del tratamiento, porque hay que trabajar con el estigma”.
Estos pacientes suelen tener derivación a psicología, lo que muchas veces no es una noticia bien recibida. “Muchos pacientes interpretan como si les estuvieran diciendo que están locos Y la derivación es precisamente, porque el dolor es real. Sabemos que acompañar este proceso doloroso es muy importante”, explica Rivera.
El dolor, terapia y el acompañamiento
Algo que les pasa a varios pacientes como Macarena o Ana Rosa es la soledad que pueden llegar a experimentar en este camino. El no ser entendida por el entorno, lo que puede generar un aislamiento. “Padecer dolor, y más si es crónico, lleva a un estado de agotamiento, y muchas veces puede estar acompañado de depresión, aislamiento, pérdida de amigos, familiares, de trabajos y proyectos”, expresa Sánchez. Sin embargo, una vez que el paciente haga clic con el equipo interdisciplinario, puede haber un cambio de paradigma. “Los cambios positivos son lentos, pero factibles, en la medida que se cree una conexión con el paciente y se llegue a ser su acompañante en el camino”, reitera.
Lo que sucede, a juicio de la especialista de la Clínica Universidad de los Andes, es que la vida se puede llegar a ver “muy negra, estancada y fría”; es por esto que con el apoyo de una unidad de dolor, el paciente tiene la oportunidad de tener una guía en este camino, que a pesar de ser doloroso, se puede sobrellevar en el tiempo “Nuestra intención es que vaya poniendo una gotita de luz y calor en cada sesión y durante los días en que no nos vemos, entregándole tareas y medicamentos, realizando terapias complementarias, recetando ejercicio, con cambios en la dieta, y algunas veces, realizando terapias más invasivas”, detalla.
Según explica, no existe mucha evidencia médica sobre la respuesta al dolor y el vínculo terapéutico, pero sí los hay con la adherencia al tratamiento. “Por supuesto hay muchos mejores resultados en los pacientes que tienen un buen vínculo con sus tratantes”, pero para la médico familiar más que la eficiencia, lo que prima es el buen trato y el trabajo en equipo. “Ayuda que el paciente pueda empoderarse de la terapia, por lo que los planes de manejo deben ser consensuados y no impuestos”.
“Para generar confianza es necesaria esta “conexión”, dice Sánchez: “cada palabra que nos dice el paciente es una pieza del rompecabezas que debemos armar de su historia de vida, y encontrar el quiebre que generó este desequilibrio. Esta conexión se logra con compasión, escuchando tranquilamente y sin interrupciones, y muchas veces dando una mano o abrazando a la persona… Me ha tocado llorar junto a mis pacientes, y cada uno de ellos me enseña cada día”.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
¿Vas a seguir leyendo a medias?
NUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mesTodo el contenido, sin restricciones SUSCRÍBETE