Cómo la pandemia empujó la alfabetización digital en adultos mayores

32- viejo tecnologizado
ILUSTRACIÓN: CÉSAR MEJÍAS.

Desde aprender a usar Zoom e incursionar en la telemedicina hasta robots monitores, una serie de iniciativas han contribuido a que la población de más edad pierda el miedo a la tecnología y pueda estar conectada en tiempos de Covid-19 y cuarentenas.


El pasado 9 de febrero Juana Neira cumplió 96 años. La fecha no es solo un motivo de celebración, sino también uno de los únicos momentos del año en que puede ver a sus 12 hijos reunidos. Eso, en esta ocasión de emergencia sanitaria, no fue posible. Neira, que vive en Los Ángeles, sí tuvo el saludo de toda la familia, nietos y bisnietos, a través de Zoom. Repartidos entre La Serena, Santiago, Osorno, Lebu y otros lugares de Chile, pudieron conectarse. A ella la ayudaron, porque no se maneja con la tecnología, explica uno de sus hijos. “Nos jugó muchísimo a favor, y de hecho ahora, que no nos podemos ver, estamos muy en contacto con ella”, cuenta Hernán Ulloa (70). La brecha de alfabetización digital es una de las más grandes en la población, sobre todo en la adulta.

Según datos de la más reciente Encuesta de Acceso y Uso de Internet (2018), del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), un 49,1% de las personas sobre 60 años no han usado nunca internet. Sumado a eso, de acuerdo a la Quinta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez, realizada por la UC durante 2019 y que revelaron el año pasado, mientras más mayor se es, menos acceso a internet tienen y son aquellos de sectores socioeconómicos más bajos los que se ven más afectados. Si el 46,1% de los usuarios de entre 60 y 69 años tienen internet en su casa y un 57% un teléfono smartphone, aquellos de 80 años y más lo hacen en un 26,1% y un 13%, respectivamente.

Para suplir el conflicto con la digitalización, cada vez más avanzada y mucho más considerando el contexto de la pandemia, han surgido iniciativas para acortar la brecha tecnológica en la población. Mientras menos tecnologizada esté la ciudadanía, más aislada estará y se expone a diversos peligros. Cursos de alfabetización digital para el correcto uso de las distintas plataformas e internet y redes sociales, programas de entrega de equipos a adulto mayores y asistencia médica remota vía telemedicina son algunos de ellos, pero también están aquellos usuarios que utilizan la tecnología para poder sobrellevar su vida en el encierro y el distanciamiento físico con sus familiares y amistades.

Hernán Ulloa, además de poder saludar a su madre para su cumpleaños y estar en contacto con ella vía telemática, celebró su propio cumpleaños con los otros 11 hermanos hace unos días. Eso sí, advierte que siendo un adulto mayor, previo a la pandemia no tenía ningún conocimiento con respecto a cómo navegar en internet, utilizar Zoom o incluso las sociales. “Tenía un WhatsApp con mis hermanos, pero nada más que eso. Soy de llamadas telefónicas, a la antigua, diría yo, porque es más personal y es algo que a veces se pierde con los mensajes. Las videollamadas son más personalizadas”, dice entre risas.

Sus primeras experiencias con Zoom fueron gracias a su hija, que le enseñó a usar el sistema de videollamadas. También le abrió el año pasado una cuenta en Instagram y le enseñó a pagar cuentas por internet, algo que estaba plenamente acostumbrado a hacer presencialmente. “Mi hija ha sido mi profesora y, sin ella, habría sido difícil. Siendo realista, alguien te tiene que enseñar y mostrar todo esto, porque a los que somos adultos mayores nos cuesta mucho más. Cumplí 70 años y la tecnología me salta los años, está siempre muy avanzada”, plantea.

Abriendo un mundo

Para ejemplificar lo restringidos que pueden estar en el uso de los nuevos dispositivos, Hernán Ulloa ejemplifica con una de sus nietas. Hace unos días estaba con una de las menores, de 5 años, y la pequeña le estaba mostrando en su celular un juguete que le gustaba. Él le preguntó que cómo podía buscarlo. “Ella tomó el teléfono, apretó el micrófono, dijo el nombre del juguete y apareció. Impresiona la facilidad con que llegan a las cosas ahora, mientras a uno le puede costar tanto”, dice el profesor de educación física y exencargado de la oficina de deportes de la Municipalidad de Los Ángeles.

Actualmente, todos los fines de semana realiza videollamadas con sus hermanos. Al menos 7 de ellos están siempre presentes, con los otros, dice, se van turnando. Tenía celular desde antes de la pandemia, pero le dio estos usos más sociales por el contexto actual. “Sabiendo cómo usar estas cosas, se te abre un mundo completo, pero la única realidad es que nos cuesta mucho a los adultos. Aún me es difícil pensar ‘Voy a subir esto a la nube’. Mientras lo que tengo me sirva, está bien, y las necesidades irán surgiendo en el camino”, afirma.

Otro de los usos que se le ha dado a las distintas plataformas dado el contexto de la pandemia, es la telemedicina. Debido al distanciamiento físico y lo riesgoso que puede suponer ir a un establecimiento clínico, gran parte de estos han optado por realizar consultas digitales vía videollamada. Yolanda Uribe (64) dice que cuando su psicólogo le sugirió una hora de manera telemática, no puso buena cara. Lo cierto hace pocos días habían comenzado a aparecer los primeros casos de Covid-19 en el país, y ella de todas maneras prefería una atención presencial. Tiempo después la mujer conoció a Gerópolis UV, un centro especializado en el envejecimiento y la vejez de la Universidad de Valparaíso (UV), que tiene como objetivo contribuir a la salud y calidad de vida de los adultos mayores a través de distintas iniciativas.

Previo a la pandemia, el centro porteño realizaba talleres presenciales, charlas, cursos y programas de alfabetización digital, pero dado el contexto sanitario y el riesgo de sus interesados, tuvieron que pasarse a plataformas digitales. Uno de los proyectos que lanzaron en estos meses, fue el de consultas nutricionales gratuitas para personas mayores. A diferencia de una atención presencial, Uribe dice que la la cercanía del personal médico fue totalmente distinta. “Fue súper extraño, porque lo encontré muy cercano y se produjo una empatía mucho mejor que cuando iba al nutricionista en mi consultorio”, cuenta la mujer de Quilpué, en la V Región. Afirma que, aunque haya sido a través de una pantalla, “fue más humana la interacción, porque no solo se preocupó de decirme qué hacer, sino que hablamos de nuestras vidas, intereses y mis hijo, nos confidenciamos”.

A pesar de haber ya finalizado las sesiones con la nutricionista, que le hizo una dieta especial según su perfil y necesidades, dice que ahora tiene claro que este es solo el principio. Si bien en un comienzo rechazó a su psicólogo en modalidad telemática, la experiencia con el centro de la UV la convenció y “nunca había estado tan motivada como ahora”. En el mismo lugar participa en talleres cognitivos y forma parte de Travesía100, apoyado por Gerópolis UV. Ahí realiza un curso de Excel, pero que encuentra muy necesario. “La tecnología va creciendo a saltos y te quedas atrás si no te actualizas. Como adulto aprendiste a duras peras de lo que dicen los hijos, pero a veces son pesados para enseñar y ahora entiendo por qué son las cosas”, dice la miembro de las Damas Rojas del Hospital de Quilpué.

Telemedicina y cámaras

A nivel global las solicitudes de telemedicina han incrementado y Chile no es la excepción. Solo en marzo de 2020 el número de atenciones remotas registradas por las isapres fue de 1.883, pero desde entonces hasta octubre del año pasado fueron 198.854. Además, según cifras de la plataforma de telemedicina Mediclic, entre febrero y marzo de este año las consultas aumentaron en un 44,42%. De ese total, el mayor porcentaje lo tiene el segmento de entre 41 y 50 años (33,4%), pero el menor lo tienen aquellos de 61 años en adelante (8,67%) y que podría reflejar la falta de conocimiento tecnológico.

Para Edmundo Carrasco (63) no es algo nuevo, pero sí se potenció con la pandemia. Todos los fines de semana su madre recibía visitas de él, familiares o amistades, pero todo eso se vio interrumpido por la emergencia sanitaria. Desde hace unos cuantos años atrás la mujer (90) vive sola en Valparaíso y él decidió poner cámaras en distintos puntos de la casa: en el living, en la cocina, entre otros, estratégicamente colocadas para monitorear la actividad de su madre y dentro del hogar. “La idea es no vulnerar intimidades, pero sí generar la posibilidad de tener noticias suyas respecto a lo que está ocurriendo con su habitualidad”, dice él.

Principalmente, afirma, el propósito de equipar la casa de su madre, fue reducir su propia incertidumbre y, además, ser capaz de generar respuestas para las necesidades de ella. Y ejemplifica. En algún momento, relata, detectó que la mujer no se levantaba porque no circulaba por los pasillos de la casa, la cocina o el living, pero sí contestaba el teléfono. “Lo vi por la cámara y ella tiene ciertas rutinas que no estaba cumpliendo. Después la llamé y también la noté extraña. Le avisé a la Coronaria Móvil, la fueron a ver, y vi por mí mismo cuando llegaron y los recibió”, explica. “Es una solución, porque es más prudente hacer eso que llevar a una abuelita a un hospital, donde sí se podría contagiar”, añade.

Carrasco comenta que, como las cámaras que utiliza son de las compañías TPLink y Dlink, tienen el valor agregado de poder contratar un servicio de grabación que registra unos minutos en la nube, de manera que si la persona no está frente a la cámara, se puede retroceder hasta que aparezca. “Y de esa forma veo que todo con ella ande bien”, afirma. Y pone otro ejemplo. Hace unos años, cuando ya tenía implementado el sistema, su madre “desapareció”. “La llamaba y me ponía excusas, pero en un momento se acercó a una de las cámaras y vi que tenía moretones en la cara”, recuerda. En cuanto vio eso, viajó directamente a Valparaíso –vive en Santiago– y comprobó que la mujer, en una de sus salidas, se había golpeado la cara y no había informado a la familia.

Otro ejemplo más reciente y de hace unos días, dice, es que como los equipos registran video y sonido escuchó “algo que hervía” en la cocina. Ella no estaba y la llamó pensando que se le había olvidado. Le contestó, sin decir que estaba viendo la transmisión en vivo, hasta que le recordó que estaba hablando con él y que había dejado algo puesto en la cocina. “Después de un rato me colgó y vi que fue a mirar y, aparentemente, algo se le había quemado, levantó la tapa y ventiló”, dice entre risas. “Tampoco se trata de ser inquisitivo, sino de tratar de acompañar en base a la tecnología”, añade.

Además del servicio de grabación de imágenes, algunos de los equipos tienen sensores de movimientos y mandan correos electrónicos al detectar cualquier señal. Añadió un pequeño robot humanoide que tiene cámara incorporada, que se puede manejar de forma remota a través de un celular y que mueve la cabeza para mostrar los distintos ángulos de la casa. Este tiene incluso la opción de servir como comunicador remoto y llamar directamente al equipo. “La tecnología no suple la presencia de los seres queridos, pero sí genera un continuo de comunicación que alivia. La desconexión es una de las cosas que nos mata y particularmente a los ancianos”, plantea Carrasco.

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