
Enrique Correa: “Hay una energía que nos lleva a la polarización”
Una autobiografía en coautoría con el periodista Luis Alvarez trae al primer plano al exministro, quien al repasar su historia releva que la alianza política entre el centro y la izquierda “hizo grande a Chile”, que hoy ese pacto está hoy en duda y que -por ello- hay riesgo de avance de los extremos.

El 2018 fue un año decisivo para el exministro y presidente de Imaginacción Consultores, Enrique Correa. Tomó nota, inquieto, de las feroces críticas que ponían su foco en la transición -que alcanzaron su peak un año después durante el estallido social - y a su actividad como lobista, a la que, dice, se equiparaba injustamente con el tráfico de influencias. Por ello, se decidió a entregar lo que denomina su propia versión de su desempeño político y profesional. Durante los años siguientes -con el paréntesis de la pandemia- grabó con el periodista Luis Álvarez cerca de 80 horas de conversaciones que dieron forma a “Enrique Correa: mi vida, mi historia”, que -en todo caso- precisa que es “no sólo mi vida, sino también la vida de muchos”.
Enrique Correa (E.C.) ¿Por qué se decide a contar sus memorias? ¿Acaso ya piensa en el retiro?
Nunca lo concebí como memorias, sino que más bien como un testimonio directo de muchos de los grandes acontecimientos políticos de las últimas décadas de la vida política del país. Incluso, si bien hablo del papel que jugué, hablo de mucha gente, porque lo que buscaba era traer al conocimiento a muchas personas excepcionales. Algunos conocidos, otros desconocidos. Entonces, de alguna manera, siempre concebí este texto como la vida de muchos, de mi vida, pero también la vida de muchos. No es propiamente una memoria. Eso probablemente no lo haga nunca, que sea como contar todos los pormenores de mi vida, de mis cosas, no.
Ni hablar de retiro, entonces…
E.C. Tengo mucha familia para pensar en el retiro, no es sólo un asunto conceptual. Tengo una familia muy grande, muchos nietos.
Luis Álvarez: Yo fui viendo bibliografía, libros donde pudieran ir apareciendo los episodios en los que Enrique pudo haber estado y sobre esa base yo le hacía preguntas y le iba extrayendo los recuerdos.
En el libro lamenta que durante mucho tiempo se haya intentado reescribir su historia, su biografía. ¿Contar usted mismo lo que ha vivido también tiene que ver con saldar cuentas con esos intentos?
E.C. No quiero saldar cuentas con nadie, sólo conmigo mismo probablemente. Sentí que se había ido extendiendo por las redes, algunos medios, no sé, no me importa quién, una cierta visión de cómo era yo y de las cosas que habíamos hecho bien distante de como habían sido en realidad. Pero no hay ningún intento de ajustar cuentas con nadie. El libro, la verdad, es un relato de cómo yo viví todas esas cosas. ¿Eso quiere decir que son exactamente así? No, son como yo las viví. Probablemente otros las vieron de manera distinta, pero yo las viví así. Y es mi vida, y el modo como he vivido eso nadie puede desmentirlo sino yo mismo. Yo las viví como están ahí escritas.
Si su vida, como señala, ha sido la de tantos ¿por qué cree que se ha convertido en símbolo controvertido de una manera de hacer política?
E.C. Probablemente me tocó, la vida así lo quiso, vivir muy de cerca y en lugares importantes algunos procesos claves y porque se me atribuyó injustamente un rol de primera línea en la transición. Tuve un rol de primera línea, pero el principal director de orquesta fue el Presidente y el mejor cerebro de la transición fue Edgardo Boeninger, uno de mis mejores amigos. Pero se produjo eso, probablemente, porque fui el vocero, porque tuve que hacer misiones difíciles, como el trabajo con los militares, porque tuve que estar mucho en el Parlamento, y por tanto me hice muy conocedor de los políticos y de los periodistas.
L.A. Agregaría que cuando se convierte en empresario, y él es el primero que dice que hace lobby, tuvo un efecto sobre un grupo de detractores que junto con demonizar el lobby convirtió a Enrique en el ícono de esa actividad después de su pasado en la izquierda.
E.C. En el fondo, detrás de eso hay una inconformidad muy profunda de algunos sectores con la transición. El hecho de que la transición se haya hecho no por la lucha armada, no expulsando al dictador, no derrocándolo, en un proceso que es ejemplar. Una solución para los que creían que tenía que ser mediante un proceso brusco, sino lo fue tenía que ser espúreo. Nosotros demostramos que podíamos tener un país plenamente democrático sin recurrir en ningún momento a acciones de fuerza. Probablemente eso no fue bien recibido por muchos. Sumado a que combinamos democracia con políticas económicas liberales… la derecha, los militares, probablemente la cúpula militar de entonces, pensaba que iba a ser un corto intervalo. porque íbamos a conquistar la democracia, pero nos iba a ir tan mal económicamente, que esto iba a terminar en un desastre y no fue así. Haber conjugado una democracia cada vez más amplia y una economía cada vez más crecedora le dio a la Concertación fuerza para gobernar todo lo que gobernó.
Y a usted le sigue pareciendo que esa es la manera de gobernar de manera exitosa…
E.C. Porque lo hicimos así pudimos gobernar. Cuando dejamos de hacer las cosas así, dejamos de gobernar. Tan simple como eso. Fuimos a la alternancia, un poquito continua digamos después, del Presidente Piñera a Bachelet. Pero estoy diciendo que ese fue el paso decisivo: haber unido democracia liberal con economía liberal y con una connotación social, que era la eliminación de la pobreza. Creo que eso fundó el mejor tiempo de la historia chilena. Los críticos de la transición llegaron a un momento, incluso a afirmar que postular el crecimiento era neoliberal. Eso ya está superado, el Presidente Boric le ha dado una gran importancia al crecimiento. Pero ya vimos por ahí en alguna publicidad de la campaña de primaria un crecimiento para pocos. En la transición el crecimiento fue para muchos.
Cuenta en el libro que dejó el seminario por la enfermedad de su padre. Si eso no hubiese sido así, ¿cree que habría sido sacerdote?
E.C. Sí. Bueno, yo estaba empezando en el segundo año, mi papá se enfermó y me fui a Ovalle. Entonces me enamoré y el amor es más fuerte, pues. Yo pensé que iba a ser cura.
¿En que se parecen la Iglesia y la política?
E.C. La política tiene una manera de diferenciarse mas explícita. En la Iglesia todo es un poquito más en sordina, probablemente eso cambió con el concilio, pero la Iglesia es un lugar donde hay muchas luchas y pugnas continuas, muchas estrategias. Pero probablemente la política tiene dos asuntos distintos. Uno es que es abierta. Otro es que tiene una raíz democrática más fuerte que la Iglesia.
L.A. Me acordé de cuando el cardenal Silva Henríquez va al Vaticano para la elección del sucesor de Juan XXIII. Enrique le dice... ‘Vote por Montini’.
E.C. Y el rector me mandó castigado a mi pieza.
L.A. Hay otra parte importante de su relación con la Iglesia, que cuando él vuelve clandestino, en la década del 80, la segunda vez, ya la protección no la recibe de los partidos de la política: la recibe de la Iglesia.
Luego, con los años le tocó a usted ayudarlos a enfrentar los casos de abusos sexuales…
E.C. Sí, bueno, es que la vida es así, y si no es así está muy distorsionada. Uno de los atributos de la corrección es relaciones amistosas mutuamente recíprocas, con garantías recíprocas, con confianza recíproca, la reciprocidad es un punto muy importante.
Su manera de relacionarse con los militares en la transición le valió el que señala fue su único desencuentro con el Presidente Patricio Aylwin…
E.C. Fue por la Comisión Rettig. Esa fue una decisión muy personal del Presidente. Yo diría que casi no sometió su opinión a la opinión de nadie, él simplemente anunció lo que iba a hacer. Después, claro, le ayudamos a seleccionar a los integrantes y me designó como enlace entre el gobierno y la Comisión Rettig. Pinochet quedó muy descontento. Y además estaba el lío de los cheques de su hijo de por medio. Entonces el Ejército fue urdiendo una especie de nueva demostración de fuerzas, el boinazo. El Presidente no estaba en Chile y accedimos a juntarnos con el Ejército en una reunión en casa de Ballerino. Cuando el Presidente volvió de su viaje mostró su descontento con el modo como habíamos conversado con los militares. Me dice: “La manera como usted conversa con los militares prolonga su rol político. Y esa no es mi idea de hacer las cosas”. Yo le digo: “Uno no discrepa con los ministros: los saca”. “No, me dijo, somos personas adultas, podemos tener opiniones distintas sobre las cosas”.
Esa crítica de que le facilitó la vida a Pinochet durante la transición ha sido constante. ..
L.A. Pero después de toda esta relación con Pinochet vino la siguiente relación con el general Cheyre y con los generales que despinochetizaron el Ejército…
E.C. Así es.
El término del gobierno de Aylwin pone fin también a lo que es su participación formal en la política. Se señala que alcanzó a entusiasmarse con la idea de ser senador designado por el Presidente Frei, pero eso no prosperó…
E.C. Tuve la impresión de que en cuanto a lo que se puede denominar mi trayectoria política, ya había llegado a lo más alto que podría haber llegado. El Presidente Aylwin les dio a sus ministros la seguridad, o por lo menos una impresión, que cogobernaban con él. Sentí que ya más arriba de eso, no sé si hubiera querido ser Presidente, eso no se me ocurrió nunca en la vida, no iba a tener nada parecido. Boeninger me dijo que llegaba el momento de la elección de los senadores designados y que podría ser que nos nombraran a los dos. Yo le dije a él que me encantaría. Pero me llamó Cristian Bofill (director de Qué Pasa) y me dijo que yo no iba a ser designado por razones de índole personal. Pasó que Andrés Pérez (director de teatro) me había entusiasmado para que fuera a decir unas palabras sobre cultura y política a su teatro. Yo me acuerdo que estaba sentado al lado de Tomás Vidiella y me paré y hablé. Vidiella me dijo: te van a sacar una foto.
¿Por qué nunca se animó a hablar el tema con Frei?
E.C. Cuando era Presidente, hablé muy poco con él. Me pareció un episodio ingrato, no quise volver sobre el tema.
Se suele enfatizar la comparación entre el MAPU -partido que usted fundó- con el Frente Amplio. ¿Le parecen parecidos?
Nosotros teníamos maestros, éramos hijos de nuestros maestros. Hicimos cosas muy distintas a nuestros maestros, pero eran nuestros maestros. Siempre sentimos, no sé de dónde vino eso, que éramos sucesores de una larga tradición de la República, de procedimientos, de instituciones. Y el otro punto que creo que es importante, es que estos eran unos chicos refinados, pero cuando llegó el momento, pusieron la vida de por medio. Y cuando alguien pone la vida de por medio, por una causa, es muy fuerte, muy grande.
Una parte medular del libro es su reivindicación de la alianza política suscrita entre el centro y la izquierda. Esta alianza va a estar liderada por el PC en la próxima aventura presidencial. ¿Cómo ve usted el escenario ese?
E.C. La centroizquierda, cada vez que ha gobernado, ha dejado una herencia muy profunda en el país. Las primeras centroizquierdas fueron las coaliciones de los 40 y después continuó esta gran centroizquierda que dio estabilidad al país en los últimos años, que dio estabilidad a la política chilena. Cuando esta alianza fue puesta en duda, la política chilena perdió estabilidad. Observo que ahora tenemos que hacer todo lo que esté al alcance para evitar que el cuadro actual, después de la primaria, se transforme en un cuadro de polarización. Eso nos pueda hacer mucho daño. Y siento, por otro lado, que todavía es temprano para diagnosticar lo que vaya a ocurrir. Hace un mes todo parecía indicar que íbamos a tener una segunda vuelta de Carolina Tohá y Evelyn Matthei y que los extremos iban a quedar puestos en su lugar, poderosos naturalmente, pero que el centro de la política iba a estar para estas dos opciones. Nada de eso ocurre hoy día. Carolina Tohá perdió la primaria. Kast le compite fuertemente a Evelyn. No sabemos cómo se va a configurar el camino, pero bajo cualquier fórmula, bajo cualquier liderazgo, la reconstrucción de la centroizquierda es un imperativo para que se generen condiciones de gobernabilidad. Porque si a lo que vamos a quedar librados, finalmente, es que esto se convierta en una lucha entre los extremos, el país va a sufrir mucho daño. No estoy diciendo que eso es lo que vaya a expresar la candidata Jeannette Jara, porque ella hoy día es la candidata de toda la coalición y ahí veremos, pero estamos en un riesgo de polarización. En el país pugnan dos fuerzas, dos energías. Una es la de los acuerdos, que lleva al acuerdo constitucional que después tuvo otra derivación que lleva al acuerdo previsional. La idea es que nos va bien cuando tenemos acuerdos. Y la otra fuerza es la polarización. Yo creo que hay una energía que nos lleva a la polarización. Y esto no tiene que ver solo con el sistema político. Es cierto que la fragmentación del sistema político ayuda a esta polarización, pero hay otro punto clave que es el crecimiento. Porque el crecimiento es el padre de la unidad. Y el padre del estancamiento es la discordia.
¿Le sorprendió lo que pasó el domingo?
E.C. Sí. No tanto porque no fuera posible, pero fue básicamente por la contundencia. ¿Cómo se llama la novela de Jane Austen? Sensatez y sentimientos. La sensatez de Estado por un lado, y una apelación muy fuerte a los sentimientos, por el otro. Puede estar en la clave de la explicación. Además de otros.
Ahora sí se viene el término de la Concertación…
E.C. La Concertación no existe. Fue la coalición más exitosa que el país tuvo, pero el país no podía tener un futuro a sus espaldas. Lo que sí es impensable es volver a la centroizquierda. Porque solamente cuando el país volvió a la centroizquierda se volvió estable. Cuando el centro y la izquierda, poderosísimos, se dividieron, el país cayó en la crisis que cayó.
¿Que el PC lidera ahora la izquierda es un retroceso?
E.C. Le repito, yo siento que estamos todavía en un momento de definiciones. Probablemente lo que la coalición va a hacer, se me ocurre a mí, yo no he hablado con nadie, es decir que la candidata Jeannette Jara es candidata de todos los partidos, de toda la coalición, y que su presencia y que su calidad de candidata no conviertan al PC en el eje de la coalición. Pero creo que es un poquito temprano todavía para dibujar el programa. Jara tuvo un gran éxito en la primaria, pero con un número de votantes no tan amplio. Ahora va a campo abierto, con voto obligatorio, con una clase media en situación difícil que pide acceso a bienes públicos de calidad, para lo cual la economía tiene que crecer más. Y la economía no crece más si no hay una alianza férrea con los inversionistas. Ese es el punto clave. Porque para hacer tortillas hay que quebrar los huevos.
¿Dónde se ha sentido más cómodo? Siendo una figura formal del poder, un ministro, un dirigente político o en esta posición de ahora, donde no está en la primera fila, pero donde se ejerce influencia…
E.C. Bueno, yo la verdad me siento cómodo en donde hago lo que hay que hacer y ahora yo soy un empresario. Cuán poderoso puede ser o no ser ese empresario, esos son atributos que más bien salen de los comentarios de otros.
L.A. Hay mucho de mitología en eso, de estar detrás del trono, mucho de mito. Enrique es convocado para pedir su opinión, para pedir su orientación y para mostrar planificación, estrategias, qué sé yo, cosas que había que hacer. Esto de un poder oculto, puro, raro, no tiene ningún correlato con la realidad.

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