Política

Johannes Kaiser: “La vida es combate. La vida es pelear”

Autoexigido de niño, tímido en sus relaciones personales, categórico en sus opiniones, la carta presidencial del Partido Nacional Libertario tiene una vida de muchas idas y venidas. En este ciclo de entrevistas más personales con los candidatos de las derechas, Kaiser ahonda en sus emociones y descorre la cortina de los episodios que lo han marcado en sus 49 años.

30/06/2025 - JOHANNES KAISER - Foto - Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

Se asume “malas pulgas”. No tolera que las cosas no funcionen bien y reconoce que la rabia es una emoción que lo ronda. Sin embargo, dice que en su mundo privado es distinto. Ahí sí florecen emociones positivas, especialmente en la relación con su hija de dos años -de su actual matrimonio- y sus otros dos hijos mayores, de una relación anterior. Las demás dimensiones de su vida están marcadas por la racionalidad.

Hombre de opiniones polémicas, duro en sus posturas, Johannes Kaiser irrumpió en la escena política primero como diputado y ahora, a los 49 años, como candidato presidencial del Partido Nacional Libertario.

Eso que parecía ser una aventura sorprendió. Empezó a subir en las encuestas y llegó a poner nerviosos a sus contendores de las otras derechas, como José Antonio Kast y Evelyn Matthei.

Pero para llegar hasta ahí, Kaiser hizo un trayecto largo y con episodios familiares complejos que él rehúye profundizar. De niño, y junto a sus seis hermanos, pasó por varios colegios en Santiago, Villarrica y Temuco. Fue la separación de sus padres la que marcó, en buena parte, ese periplo de cambios de casa y desapegos tempranos.

Sus últimos dos años de educación secundaria fueron en la Escuela Militar, pero no quiso seguir. Luego estudió Derecho en la Universidad Finis Terrae, de la que también se retiró. Partió a Alemania para estudiar en la Universidad de Heidelberg, donde no terminó sus estudios, y se fue a vivir a Austria. Allí trabajó y estudió nuevamente. El arco de trabajos temporales fue amplio: periodista deportivo, garzón, vendedor, guía de turismo, recepcionista.

En el 2013 creó su canal en YouTube. Ese fue el comienzo de una ruta que lo haría entrar de lleno a los temas contingentes de Chile y situarlo directo en la política de la ultraderecha.

Se lo ve muy racional y a veces bastante hosco. ¿Cómo se lleva con las emociones?

No soy racional en todos los ámbitos de la vida. No tiene ningún sentido. Pero en temas políticos, más prácticos, sí trato de ser lo más racional posible, porque ahorra esfuerzo. Y respecto de las emociones, por supuesto que juegan roles importantes en distintos ámbitos de la vida.

¿Y qué emociones orientan a Kaiser?

Tengo emociones positivas y negativas. Las positivas serían el amor que siento por mi hija, mi señora, por los lugares donde crecí…

Que no son pocos…

Así es… La verdad es que le tengo mucho cariño al sur, a la casa que teníamos allá y al resto de mi familia. Además, soy muy amigo de mis amigos. Trato de cumplir también en esa materia. Esas son las cosas que me potencian positivamente. También el amor por mi país, aunque quizá suena muy cursi.

¿Y lo negativo? Me refiero a esas emociones que de repente lo inundan.

La rabia.

¿Se considera una persona rabiosa?

No diría rabioso, pero sí tengo un tema con la rabia. No sé si es de formación o de personalidad. Pero, por ejemplo, me carga cuando las cosas no funcionan bien.

¿Malas pulgas?

Muy malas pulgas, sobre todo cuando las cosas que pueden funcionar bien, no funcionan. O sea, cuando en razón de las típicas debilidades humanas -que estoy aprendiendo a tolerar con mayor simpatía- se transforman en un problema para otro. Yo creo que eso es heredado.

¿De su papá?

No, de mi abuelo. Era cosa seria.

¿No aceptaba la debilidad?

No, sí aceptaba la debilidad humana, pero había ciertas cosas que lo sacaban de quicio. Mi abuelo no terminó el colegio. Fue aprendiz de mecánico y trabajó toda su vida con motores. Después se transformó en inventor. Diseñó y patentó máquinas para hacer pinturas. Bueno, siempre que íbamos detrás de un camión empezaba a echar pericos. “¡¿Pero por qué le ponen “frenos de aire”?! ¡Si los frenos no son de aire! O cuando reparaban la carretera justo cuando había mayor tráfico. Esas cosas lo podían poner de muy mal humor. Heredé mucho de eso.

Sus emociones positivas tienen que ver con la familia. Pero eso les pasa a todos los seres humanos. No es algo tan particular…

Es con la familia y con mi país. Lo mismo que mi fe. Tiene algo que es más importante que yo.

¿Y cómo vive esa fe?

Bueno, a través de la iglesia cristiana ortodoxa. Trato de ir a misa cada vez que puedo. De ahí viene este tema de que estoy desarrollando mi capacidad de tolerar las debilidades humanas. Porque en la medida en que uno vive la fe cristiana, también empieza a ser más dado…

¿Más compasivo?

…Más abierto para entender que los seres humanos somos una especie caída. Entonces, esa rabia que yo siento es porque los seres humanos no siempre hacemos las cosas como corresponden. Lo estoy trabajando.

¿Aprender la clásica premisa de que nadie es perfecto?

Es que no pido perfección. Pido simplemente que se levanten temprano y hagan las cosas como corresponden. No es tanto más. Para mucha gente hacer las cosas bien o mal puede significar la vida y la muerte. A veces eso se olvida. Y las pequeñas fallas individuales pueden tener consecuencias catastróficas.

Ese alto estándar con los demás ¿implica que fue un niño autoexigido?

Sí, en alguna época. Trataba de sacar las mejores notas del curso, de ser siempre el mejor en todo. Era un tema mío. Me gustaba la competencia. Después de mi paso por la Escuela Militar salí bastante menos cuadrado de lo que entré.

¿Ahí se chasconeó?

Sí, de alguna manera sí. Lo que pasa es que siempre he necesitado saber por qué son las cosas, pero las Fuerzas Armadas funcionan sobre otra base: tienes que saber las cosas en el momento en que te toca. No antes. Y a mí no me gustaba que no me dieran explicaciones de por qué tenía que hacer las cosas. Claro, en una institución jerarquizada, no era muy bueno. La verdad es que nunca he sido muy sistémico.

¿No?

Es extraño, pero es así. Soy una persona que tiene cosas contradictorias.

¿Qué otras cosas son contradictorias en usted?

Me encanta el caos y el desorden. Pero cuando lo hago yo, no cuando lo hacen todos, porque si no, no tiene ningún sentido.

¿Cómo? No se entiende bien…

Estar en contra de un sistema tiene sentido en la medida en que hay un sistema. Uno se puede desordenar, pero cuando está ordenado. Yo necesito categorías para operar en el mundo. Y cuando todas las categorías están puestas en duda, se hace muy agotador transitar por la vida y generar relaciones interpersonales.

Pero su biografía, todo ese periplo por distintos países, trabajando en cosas diversas, ¿qué eran? ¿Una búsqueda o un probarse?

Fue un viaje en dirección al orden. Uno se puede resistir durante un tiempo a hacerse adulto, pero en algún momento tienes que empezar a recoger la caña y hacerte cargo. Mi viaje fue ir asumiendo responsabilidades distintas, pero en el marco de objetivos que me había dado yo a mí mismo.

¿Eso no lo ha hecho en solitario?

No, no lo diría. Gracias a Dios, tengo muy buenos amigos, una familia grande y gente que me tolera en mis excentricidades. Eso es muy bueno. Al final, hay dos tipos de locura. Está la locura simple y llana, y la otra es la excentricidad, cuando simplemente no calzas en un sistema.

¿Y usted es excéntrico?

Lo fui, y hasta cierto punto lo soy ahora también.

¿Le gusta eso?

Me encanta.

¿Por qué?

Porque me gusta la individualidad, ser distinto. No me gusta uniformarme ni someterme a ideas o lugares comunes.

¿Es como vivir haciendo un camino para diferenciarse…?

Sin duda. Es como buscarle la quinta pata al gato. El resto de mi vida, cuando pasé momentos muy difíciles, el hecho de haber pasado por la Escuela Militar me sirvió muchísimo.

Hablemos de esos momentos difíciles…

(Largo suspiro)… ¿Es que sabe lo que pasa? En una vida como la mía hay muchas situaciones en las cuales se toman decisiones correctas y otras incorrectas. Pero uno debe asumir las consecuencias y no andar echándoles la culpa a terceros. Hay muchas cosas que lamenté después de haberlas hecho. Mi consuelo es que la suma de todas esas decisiones me terminó trayendo hasta acá.

Usted habla de una historia difícil, como si todo el mundo lo supiera...

Es que no todo el mundo tiene derecho a saber tampoco.

Me refiero a que tuvo una infancia bastante compleja.

Tuve una infancia relativamente tranquila hasta cuarto o quinto básico, en que nos fuimos a vivir a Villarrica. La situación se hizo un poco más compleja por la separación entre mis padres y por la falta de apoyo de una familia más ampliada. En esa época no lo pasamos especialmente bien. No fue ningún gusto.

En esa etapa, ¿le tocó asumir el rol de hermano mayor?

Bueno, muchas veces me tocó velar por mis hermanos. Mi papá estaba lejos. De alguna manera a uno le cae ese tema, pero él iba todos los fines de semana.

¿Y su mamá?

Mi mamá estaba a cargo de nosotros seis, pero con una guagua recién nacida era mucha carga. Las cosas no siempre funcionaban como tenían que funcionar.

¿Tiene recuerdos de dolor de esa etapa familiar?

No es una etapa que yo recapitule con entusiasmo.

¿Fueron momentos de desamparo?

Fue una etapa de formación, donde uno entiende que el mundo no es un jardín de rosas. Pero es un tema superado.

En ese escenario familiar, como hermano mayor, ¿le tocó ser protector de sus hermanos?

Sí, lo hice en ese momento. Era necesario. Después me tuve que ir al internado en Temuco y mis hermanos se quedaron con mi abuela y con mi papá, que estaban al otro lado del lago. Pero ese capítulo se cerró.

¿Se cierran los capítulos?

Los capítulos se cierran. Si usted no es capaz de dar vuelta la hoja y sigue reviviendo una y otra vez una situación problemática, no sirve para nada. Es perfectamente inútil. El pasado es incorregible. Lo único que puede cambiar es aquello que uno hace hacia el futuro. Eso es todo. Si usted se queda anclado en el pasado, que es lo que le pasa a este país, y está mirando todo el rato por el espejo retrovisor, va a terminar ensartado en una pared.

¿Qué representa la figura de la madre en su vida?

Mi madre es la mujer que me dio la vida y se preocupó por mí en mi infancia. Le tengo mucha gratitud. Es una mujer brillante y muy, muy hermosa. Esa es la imagen que tengo de ella.

¿No hay reproches?

No somos los hijos los llamados a juzgar a nuestros padres.

¿Y su padre? ¿Qué representa?

Orden y el respaldo en momentos difíciles. Cariño también.

¿Cómo fue vivir internado en Temuco? Imagino que algo marca…

A ver… ¿qué es lo que marca? La verdad es que yo me porté muy mal en el internado.

Ah, pero usted se ha portado mal en todas partes.

En todos lados… Pero volviendo a su pregunta, lo que te marca es la complicidad con los compañeros de internado. Y, claro, la distancia con el hogar también es un factor.

¿Pero se ordenó más o se puso más rebelde?

Con menos supervisión, yo diría que un poco más rebelde. De hecho, mientras estuve en Temuco empecé a meterme en temas políticos a full. Fui presidente del Centro de Alumnos, después vicepresidente de la Federación de Estudiantes Secundarios…

En alguna entrevista dijo que peleaba a combos...

Lo que sucede es que cuando uno se cambia de colegio, normalmente viene el que manda. Esto tiene mucho de cuestión territorial. Y cuando eres el nuevo te empiezan a hacer bullying.

La manera que yo tenía para impedirlo era responder. Entonces, me agarraba a combos y funcionaba. Me podían hacer bullying una semana y ya después me hacía amigo.

¿Una cosa bien territorial, como de macho?

Tiene una cuestión muy de niños. Hoy en día lo tienen casi desactivado. De alguna manera, creo que por eso no está funcionando muy bien nuestro sistema. No es que yo diga que es bueno agarrarse a coscachos ni mucho menos. Pero los niños hombres tienen eso…

¿Agarrarse a combos para descargar algo?

No, no porque uno descargue. Sino porque la vida es combate. Es pelear. La vida se trata de lograr ciertos objetivos.

Saber leer a las mujeres

¿Y el amor?

¿El amor?

Sí, ¿cómo ha sido el amor en su vida?

Yo tengo muy buenas relaciones con mis ex. Tuve mucha suerte. Por ejemplo, con la mamá de mis dos hijos mayores nos llevamos muy bien. Claro, cuando uno es un poco inmaduro en las relaciones, comete errores que después puede lamentar, como lo es separarse. Menos mal que no fui yo el que terminó la relación…

¿Se refiere a no haberle puesto más empeño?

Claro, a no haberle puesto la energía, la atención o de no haber entendido. Es que hay un tema complejo en las relaciones que es el lenguaje, el idioma. Porque si a uno le pasan la cuestión en Braille, es difícil…

Quizá ahí opera el dicho de que no hay peor ciego que el que no quiere ver…

Es que ese es el punto. Que ustedes creen realmente que no queremos ver, pero los hombres simplemente no podemos ver. El tercer ojo todavía no se nos abre. Este reclamo viene desde los siglos de los siglos, amén.

¿Y cómo fue el quiebre con la mamá de sus dos hijos mayores?

Siempre son duros los quiebres. Existe una sensación de fracaso por lo que uno hizo. No siempre es la culpa del otro. Puede haber culpas compartidas, pero en general siempre hay un elemento sobre aquello que no funcionó.

¿Quedó pena o apareció la rabia?

No, rabia no. Pena más bien.

De joven, ¿fue bien pololo?

No, nunca lo fui. A propósito de eso de poder leer a las mujeres, creo que yo tenía una capacidad extremadamente subdesarrollada para leer a las mujeres. No me daba cuenta cuando yo les gustaba. Y como era muy tímido, tampoco iba a ir a la buena de Dios.

¿Esa timidez quedó atrás?

En materia emocional, no. No quedó atrás. Hasta el día de hoy tengo una incapacidad. Ando pidiendo todo el rato que me digan las cosas claras. Tengo un problema de comunicación espantoso.

¿Y usted cómo se lleva consigo mismo?

Hoy día mucho mejor. He hecho la paz conmigo mismo. Empecé ese proceso como a los 34 años, cuando tuve un ataque cardíaco por un coágulo. Eso me hizo replantearme muchas cosas y empezar a cambiar el rumbo que yo había seguido.

En sus intervenciones públicas ha generado críticas por su mirada un poco despectiva hacia las mujeres. ¿Cuánto le pesa?

Me pesa desde el punto de vista político, sin duda. Y cuando a uno lo quieren sacar de contexto, también duele desde el punto de vista humano. Pero hay que estirar mucho el chicle para sacar de contexto y decir que yo les quería quitar el derecho a voto a las mujeres.

No es estirar el chicle cuando la afirmación es bien clara.

Es que no es lo mismo decir: “Yo me pregunto si el derecho a voto fue una buena idea” a decir que decir: “Les quiero quitar el derecho a voto a las personas...”.

De todos modos, tiene una mirada no muy alineada con los tiempos que corren...

Pero es que yo el feminismo lo encuentro un desastre.

Perdón, ¿y los derechos de las mujeres no deben ser los mismos que los hombres?

Yo soy liberal libertario. Creo en la igualdad de derechos. El feminismo no es igualdad de derechos para hombres y mujeres.

Hoy día, por ejemplo, se elimina la presunción de inocencia para el hombre en ciertos proyectos de ley. Y eso ya se ha transformado en legislación en España y en otros países. Es una posición donde la masculinidad misma se transforma en algo que dicen que es el origen del capitalismo y por eso tiene que ser destruida.

Por lo pronto, convengamos que hay distintos tipos de feminismo y que ese es un debate en el mundo…

Sin duda, pero el feminismo en Chile es probablemente la versión más tóxica que se puede ver. Aquí nos pasamos de rosca. Mire lo que está pasando en los tribunales de familia. Muchas veces opera sobre la base de que todos los hombres, por el hecho de ser hombres, son culpables. No todas las mujeres, por el hecho de ser mujeres, son inocentes.

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