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El DC que lideró la vuelta de Chile a la democracia

Ese día Patricio Aylwin no iba a hablar. Era agosto de 2015 en el ex Congreso Nacional. Aunque era el invitado estrella de la actividad en la que se celebraban los 30 años del Acuerdo Nacional, ese día estuvo sentado en el público escuchando como todos los expositores lo resaltaban como el hombre clave de la transición y como el Presidente que hizo posible el retorno de la democracia. Los elogios eran interminables. Pero ese día, ante la sorpresa de todos, Aylwin interrumpió y, saliéndose del libreto, se acercó al micrófono: “Yo no creo hoy jugar un papel importante, pero cuando en varias oportunidades he venido a estas reuniones, es porque yo me siento muy en el equipo de ustedes, así que me atrevo a decirlo”, dijo el ex Presidente. Ese día nadie sabía que sería la última intervención pública de Aylwin.

Su partida pone fin a una vida política que comenzó en los tiempos en que estudió derecho en la Universidad de Chile. Con la decisión de militar en un partido político ya tomada, en un primer momento pensó en sumarse a las filas socialistas. Pero fue su admiración e influencia de personajes como Eduardo Frei Montalva y Bernardo Leighton, lo que lo llevó a ingresar en 1945 a la Falange Nacional. Al poco andar, se transformaría en su timonel.

Sus primeros pasos en la política coincidieron con el matrimonio de quien sería su señora por más de seis décadas. En 1948 se casó con Leonor Oyarzún, con quien tuvo cinco hijos: Mariana -ministra de Educación de Ricardo Lagos- Isabel, Miguel, José Antonio y Juan Francisco.

En 1957 participó de la fundación de la Democracia Cristiana, colectividad que alguna vez describió como un “partido de centro, revolucionario en un sentido histórico, pero ubicado en el centro”.  Su llegada al Congreso se produjo cuando en 1965 fue electo senador por el Maule.

Aylwin y el 73

Ya encumbrado como Presidente del Senado, cargo que ocupó entre 1971 y 1972, su oposición al Gobierno de Salvador Allende se hizo evidente. Un mes antes del golpe, Aylwin dijo que si tuviera que elegir entre “una dictadura marxista y una dictadura de nuestros militares, yo elegiría la segunda”.

No haber condenado de manera instantánea el golpe militar es una crítica que aún pesa sobre la figura de Aylwin y que los grupos de izquierda han sostenido por años. Y aunque hubo un grupo de 13 militantes demócratacristianos que repudiaron el golpe de forma pública en la famosa “Carta de los 13”, Aylwin no estuvo entre los firmantes. Eso, a pesar de que el 11 de septiembre de 1973 Aylwin era presidente de la DC.

Pero ya en 1977 era un declarado opositor al régimen militar: participó del Grupo de Estudios Constitucionales, se opuso a la Constitución de 1980 y fue pieza clave del Acuerdo Nacional para la Transición Democrática, grupo conformado en 1985 por miembros de los distintos partidos y corrientes ideológicas junto con la Iglesia Católica, para buscar una salida a la situación política de Chile. El acuerdo fracasó ante la negativa del oficialismo.

Años después, así recordaba Aylwin los años de régimen militar: “El mundo supo con horror de las gravísimas y masivas violaciones a los Derechos Humanos que se cometieron. Más de 3 mil personas fueron asesinadas o desaparecieron. Decenas de miles salieron al exilio, sufrieron prisión o fueron víctimas de arbitrariedades. Miles perdieron su trabajo entre ellos muchísimos profesores universitarios. Fue la peor tragedia de la historia de Chile”. No obstante ello, sus reparos a la figura de Allende los mantuvo hasta sus últimos días.

Con la Concertación ya creada y con el plebiscito de 1988 en el mapa, Aylwin se transformó en vocero del NO. Su buen desempeño lo llevó rápidamente a perfilarse como un potencial candidato presidencial. Pero hubo un escollo en el camino: las denuncias por irregularidades en los registros del partido que habrían llevado a Aylwin a ser el candidato DC y no Gabriel Valdés. Aylwin siempre negó los hechos en el denominado “Carmengate”.

“Gana la gente, Aylwin Presidente”.

El triunfo del NO en las urnas, dio paso para que en julio de 1989 Patricio Aylwin fuera proclamado como candidato único de la oposición en un acto en el Teatro Caupolicán, donde además se estrenó el eslogan de campaña: Gana la gente, Aylwin Presidente. Cinco meses después, el candidato de la Concertación enfrentó a Hernán Buchi y a Francisco Javier Errázuriz. Aylwin triunfó con 55,2% de las preferencias.

El 11 de marzo de 1990, y tras 17 años de régimen militar, Patricio Aylwin asumió la presidencia de Chile y comenzó oficialmente la transición a la democracia. Ese día Augusto Pinochet le entregó la banda a Gabriel Valdés en su calidad de presidente del Senado, y luego la recibió Aylwin, entonces de 72 años.

Desde los balcones de La Moneda y en su primer discurso como Presidente, Aylwin señaló que “yo comprendo la responsabilidad que ustedes han puesto sobre mis hombros. Les prometo entregar todas mis energías, toda mi capacidad, para cumplir con los anhelos de reconstruir en nuestra patria una democracia verdadera, en que haya no sólo libertad, sino también justicia y solidaridad”.

Pero durante sus cuatro años de Gobierno la sombra de Pinochet y el temor a una nueva arremetida militar siempre estuvieron vivos. En su calidad de comandante en jefe del Ejército, Pinochet siguió siendo un actor importante, al punto que durante su mandato hubo tres episodios de extrema tensión: los ejercicios de enlace a raíz del caso “Pinocheques”, el asesinato del senador Jaime Guzmán y el boinazo.

A pesar de eso, Aylwin defendía la presencia de Pinochet. “Creo que fue mejor que el general Pinochet continuara como comandante en jefe, porque lo obligaba a mantenerse dentro de la institucionalidad que él mismo había creado y disminuía el riesgo de aventuras golpistas”, afirmó en una entrevista en 2010.

Aún con la constante vigilancia y temor reinante ante la reciente salida de los militares del poder, Aylwin creó la comisión de Verdad y Reconciliación para abordar las violaciones a los derechos humanos cometidas entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990.  En ese contexto acuñó una de sus frases más conocidas: “Habrá justicia sólo en la medida de lo posible”.

Las política basada en los acuerdos, la creación de una nueva infraestructura estatal, la consolidación de un modelo económico abierto al mundo y de libre mercado y su reconocimiento ante los ojos del mundo como un país democrático, son también parte del legado de su período al mando de la nación (ver nota página 10).

Misa, nietos y cardenales

En 1994, ya terminado el Gobierno, Aylwin logró traspasarle la banda presidencial a su camarada Eduardo Frei. Así, para la Concertación, comenzaban 20 años de mandatos ininterrumpidos. Para Aylwin, en tanto, se iniciaba una prolífica vida como ex Presidente.

Sin La Moneda como lugar de trabajo, Aylwin compró una casa contigua a la suya en Providencia, donde instaló su oficina y a la que iba todos los días. Durante 20 años el ex mandatario trabajó ahí, le gustaba asistir a eventos públicos y dedicó gran parte de su tiempo a ser abuelo. Los fines de semana en su casa de Algarrobo y las misas de domingo en el Colegio San Ignacio fueron parte de la rutina del ex Presidente.

También hubo otra actividad que hasta sus últimos años fue un imprescindible en su agenda: las reuniones con los cardenales, grupo de históricos DC que dos veces al mes almorzaban en el Club de la Unión para hablar de política.

Progresivamente la salud de Aylwin se fue debilitando y sus actividades se redujeron al mínimo. Tanto así, que el ex Presidente no participó de ningún evento público para conmemorar los 40 años del golpe. Sagradamente, cada cumpleaños, sus cercanos DC, políticos y ministros de Estado llegaban a su casa a saludarlo. Y aunque en sus últimos días ya no seguía la contingencia con detalle, siempre continuó hablando de política e interesado en lo que pasaba en el país.

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