Pulso

La indiferente crítica

Por estos días, en Cataluña, nos hemos puesto en la tarea -tanto académica como empresarial- de develar las razones que pudieran explicar el avance del modelo crítico constructivo, versus el crítico destructivo, que observamos en el mundo empresarial, sobre todo al paso de quienes la vida los ha tratado sin indiferencia. Hace un tiempo, en un correo con un ex colega de mi despacho de consultoría, me lanzaba una frase en apariencia inocua frente a la pregunta “¿cómo te trata la vida?”, pero la respuesta fue decidora: “Con indiferencia, como a la mayoría…”.

Al respecto hay quienes se han puesto del lado en que todo se critica para mal, mientras otros se han quedado del lado positivo-constructivo. Es por ello y hasta cierto punto que quienes vivimos en los espacios profesionales globales -donde los niveles de exigencia son mayores que en los puramente locales- percibimos menos el “hedor a envidia local” que se evidencia en los pasillos y foiyers de los sitios que se visitan de tanto en tanto.

También es cierto que desde la otra vereda, la de quienes se han globalizado y han dado el ancho para volar por sobre el promedio, de tanto en tanto se huele un cierto aire de menosprecio sobre la masa, y esa cultura de soberbia no es que ayude al encuentro y traslado de las experiencias y redes, sino por el contrario: resulta siempre enojoso que alguien les recuerde que si la vida trata con indiferencia a la mayoría, es porque se han ganado ese merecido espacio o sus luchas internas (primero) y externas, han sido hasta ahora insuficientes.

Tampoco es que los ataques de quienes nos critican deban ser tomados demasiado en cuenta (ya lo decía Sócrates respecto de si denunciaríamos a un burro por habernos pateado), pero es que a nadie le enseñan normalmente en Occidente de lo importante que es ir por la vida preparados para no resentir a los embates de menor calado que se imponen al paso de los días. En tanto desde el lado oriental el libro del Tao nos señala con particular lucidez como es que “la naturaleza no es amable”, porque “trata a todas las cosas imparcialmente”; siendo esta justamente la actitud que se aspira sea desarrollada por el hombre sabio, quien no es necesariamente “amable”, puesto que se ha entrenado para tratar “a toda la gente imparcialmente”.

Siguiendo sobre la misma idea y considerando este modo de navegar por la vida como una excepción en el lado occidental del mundo, el camino sugerido es el de plantearse en forma indiferente tanto al enfrentar el aplauso como al enfrentar a la crítica. De tal modo, tanto quienes nos hayan intentado dañar (normalmente gente ya dañada por la vida) se darán tanto el trabajo de urdir sus patéticas y mal inspiradas reflexiones, como el de expresarlas; cuestiones ambas frente a las que la indiferencia funciona como un perfecto desintegrador y, al final del día, como una buena ayuda para no distraernos.

Pero desde el lado positivo de la vida, aquel donde nos aplauden y vitorean también se oculta un enemigo poderoso: es la distracción que se conecta con el ego y nos engaña para apartarnos. Podemos caer en el supuesto egótico de que somos nosotros quienes importamos más que los demás o que el todo en su conjunto.

Ambas formas de distracción -tanto inspiradas por un sentido positivo como del daño al que son sometidos los objetos de las críticas- son soslayables por un profesional o directivo formado en una escuela filosófica que cultive tanto el equilibrio personal como el social. En tal sentido y frente a la crítica de los que nunca encuentran nada bueno (al menos en quienes no son “ellos mismos”), no cabe sino en primer lugar cultivar la más saludable y total indiferencia (esto los consume por dentro); y, en segundo lugar, dedicarse a ser y hacer aquello para lo que hemos sido llamados y del mejor modo posible. Así quizá escuchemos a lo lejos y literalmente a la distancia, los chirridos de quienes nos ven alejarnos sin remedio, de la media.

*El autor es socio de Altadirección Corporate & Investment Banking y miembro del Harvard CLS y del Oxford Strategists Academiae.

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