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Mala economía, mayor pobreza

Por Álvaro Iriarte. El crecimiento económico debe ser tema central del debate público. No como un fin en sí mismo, sino como un medio valioso para que la gente viva mejor.

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Hace algunas semanas las agencias calificadoras de riesgo Fitch Ratings y Standard & Poor's cambiaron la perspectiva de la deuda chilena de "estable" a "negativa", y ahora la alerta provino del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), que ha señalado que es inminente el cambio en la reputación financiera de Chile.

La razón es el pésimo manejo económico, con un creciente déficit fiscal, una relación de deuda pública como porcentaje del PIB al alza y un bajo crecimiento de la economía, que el primer trimestre de 2017 fue de tan sólo 0,1%. En 2016, por primera vez desde 2004, la deuda neta superó al ahorro neto. Asimismo, mientras las ganancias fiscales retroceden entre 2008 y 2017, los gastos aumentan en dicho período. Como si lo anterior no fuera preocupante, el IIF destaca que la situación de la economía chilena se ha agravado, toda vez que el país tiene una de las tasas de crecimiento más bajas, si se compara con otros países de clasificación similar en materia de riesgo para los inversionistas.

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¿Por qué es tan relevante una economía sana? Son muchas las razones detrás de la necesidad de tener una economía dinámica, en movimiento y creciendo. Pero hay una que suele quedar en el olvido: el papel que desempeña en la creación de empleos y como el trabajo ayuda a combatir la pobreza y otros males sociales.

Cuando la economía se estanca, o peor aún, retrocede, los más golpeados son las personas de menores ingresos, las familias que tienen ingresos autónomos por hogar de $105.000, según la encuesta Casen 2015. En este sentido se explica que tan sólo 26% de los chilenos de menores ingresos tiene un trabajo remunerado. Esto significa que casi 75% está fuera del mercado laboral, es decir, tres de cada cuatro chilenos en el grupo de menores ingresos. Como si esto no fuera preocupante, hay dos indicadores más que reflejan a cabalidad la precaria situación de estos compatriotas. Del total de chilenos de menores ingresos que participan en la fuerza laboral uno de cada cuatro (25%) se encuentra desocupado, muy por encima de la tasa nacional de desocupación. La gravedad radica en que la tasa de dependencia en los hogares de menores recursos es de 5,52 personas por cada integrante que tiene un empleo. Con estos dos indicadores, queda de manifiesto que la desaceleración de la economía y las malas reformas golpean fuertemente a los más vulnerables de nuestro país.

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Para insertar exitosamente a estos grupos en el mundo laboral, es prioritario que Chile vuelva a crecer. Además, como sociedad tenemos el desafío de incentivar la capacitación laboral para la población más vulnerable, de manera de abrir nuevas oportunidades. Finalmente, es necesario repensar las relaciones laborales, dando espacio a nuevas formas de trabajo que se ajusten a las nuevas realidades y a la tecnología, asumiendo que la actual rigidez del mercado laboral perjudica precisamente a estos sectores en riesgo.

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Por todas estas razones, el crecimiento económico debe ser tema central del debate público. No como un fin en sí mismo, sino como un medio valioso para que la gente viva mejor. En un año de elecciones, es necesario exigir claridad a quienes aspiran a llegar a La Moneda sobre si reconocen la actual crisis y qué medidas proponen para salir de ella.

*El autor es director de investigación Instituto Res Publica (@AIriarteIRP).

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