La Torre de Babel y la Violación de las Palabras
Cuando nos dicen que la Constitución no ha permitido expresarse al pueblo, ni avanzar a las mujeres o pueblos originarios, nuevamente el familiar castellano se transforma en una lengua ajena.

La abuelita Irene trató de revertir mi precoz ateísmo contándome historias bíblicas. No logró el propósito, pero me sirvió para aprender tradiciones y sabiduría milenaria. Leyendo a muchos políticos y a quienes en estos días se declaran voceros del pueblo, de las mujeres, de los mapuches, etc., me acordé de la torre de Babel. Luego del diluvio universal los descendientes de Noé construyeron una torre que debía llegar hasta el cielo. Dios, en castigo por la arrogancia humana hizo que los constructores tuvieran cada uno su idioma, de forma que no pudieran entenderse unos con otros y abandonaran la obra. Así explicaba el mito el surgimiento de los idiomas y los diferentes pueblos, condenados a no entenderse.
Cuando nos dicen que en Chile vivimos en una especie de infierno neoliberal, opresor, donde la dictadura de Pinochet nos sigue rigiendo después de 30 años con su Constitución espuria, aunque escucho idioma castellano, no consigo entender las palabras. Desde luego la Constitución de Pinochet, con la inteligencia política de líderes de otra estirpe, nos llevó sin sangre desde la dictadura a la democracia representativa. Algo que muchos países aún no consiguen. No sólo eso, la misma Constitución y la denostada democracia que vino con ella, consiguieron enjuiciar a torturadores y asesinos, que están allí, presos como nunca lo hicieron España, Portugal o Brasil. Como nunca lo harán Cuba, Venezuela o China.
Cuando nos dicen que la Constitución no ha permitido expresarse al pueblo, ni avanzar a las mujeres o pueblos originarios, nuevamente el familiar castellano se transforma en una lengua ajena. Tuvimos 20 años continuos de gobiernos en que los opositores a Pinochet ofrecimos los programas y líderes que la gente eligió mayoritariamente. Tenemos mujeres que son parlamentarias, ministros de Estado y una de ellas ha llegado dos veces a la Presidencia de la República (¡cuántos hombres quisieran ese privilegio!). Las elecciones han sido limpias, sin fraudes, sin amenazas a opositores, sin violencia, con resultados conocidos pacíficamente en el curso del mismo día. Nada de esto pueden decir países como Bolivia, Venezuela, o Nicaragua. Yerra el lenguaje cuando se busca culpar a la Constitución, que declara innegablemente la igualdad sin discriminación por raza, sexo o condición. Nos lleva a buscar en el lugar equivocado la solución los problemas culturales o sociales que tienen aún atrasados a hombres y mujeres que viven en la pobreza rural y urbana, bien sea esta de mapuches, castellanos, aymaras o italianos.
Cuando nos dicen que sancionar a personas que enmascaradas queman, destruyen o saquean, o bien cobran peaje por circular por las calles, es pretender sancionar el derecho de manifestación pública, siento que me están tratando violar algunas neuronas.
Porque cuando un grupo de mujeres nos dicen que los jueces, el Estado y los hombres somos violadores, me hacen pensar en Luis Silva, nuestro profesor de Castellano en el INBA, que nos enseñaba lo que es una hipérbole: la exageración como recurso literario para enfatizar una idea. Un recurso poético, como derramar ríos de tinta.
Pero lo que estamos viendo va más allá. De recurso literario ha pasado a recurso político y herramienta causal de un fascismo que creíamos desterrado. Porque la hipérbole se vuelve mentira pura y dura, cuando se cambia por una pretensión de literalidad; cuando se usa como excusa para amenazas, ataques verbales o físicos y para aterrorizar a disidentes o simplemente a la gente. Se viene allí el castigo de Dios para los pueblos que violan las palabras y la inteligencia de las personas. Es peligroso no respetar las palabras, la Torre de Babel nos muestra cómo se separaron despavoridos los humanos cuando hablaron en distintas lenguas.
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