Navidad: el regalo de los millennials

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Los millennials somos una generación que genera sentimientos encontrados, por lo que hablar del regalo que traemos con nosotros suena para algunos como una burla. Pero no somos el problema, somos parte de la solución.

La aversión a los millennials no es de extrañar: buscamos un trabajo con propósito, exigimos una costosa sustentabilidad a cambio de nuestro dinero (y nuestro voto) y nos gusta compartir todo: lo que hacemos por Facebook, lo que comemos por Instagram y en lo que trabajamos por LinkedIn. Compartimos, compartimos y comunicamos, sin barreras de entradas, sin necesidad de padrinos y ciertamente sin culpas.

El problema de los millennials, dirán algunos, es que creemos estar destinados para grandes cosas, y ello junto a nuestra pasión por la comunicación y la transparencia es ciertamente nuestro mayor aporte a un Chile con una autoestima más pequeña que Putaendo y una opacidad hereditaria.

¿Por qué habría de ser un aporte este exhibicionismo arrogante? Porque la forma a través de la cual los millennials compartimos no permite cerrar la puerta y dejar de escuchar. Compartimos 24/7 a través de los celulares, del laptop e incluso a través de un reloj.

En otras palabras, los millennials compartimos de forma íntima y hasta anónima, haciendo que la tentación de escuchar desapercibidamente sea posible y quizás irresistible.

Es quizás esa capacidad de compartir y comunicar la que hoy nos tiene enfrentados a la imposibilidad de esconder malas prácticas comerciales, a la cruda realidad del cambio climático, al innegable trauma en la forma de violencia de género, o al absurdo de las discriminaciones.

Dicho todo lo anterior, comunicar no es suficiente para nosotros, especialmente cuando creemos que nuestro angosto país puede más. Como diría mi amigo Alfred, "por Chilito hay que jugársela" y, los millennials que anhelamos marcar una diferencia, nos la vamos a jugar. ¿A qué aspiran los millennials en Chile?

1. A dejar de ver fracasar empresas familiares y startups que olvidan enterrar el "yo, yo, yo" de sus visionarios fundadores y profesionalizarse;

2. A dejar de ver a beneficiarios de Becas Chile volver al país para hacer lo mismo de antes debido a la falta de inversión en I+D;

3. A aprovechar un tremendo capital humano de la mano de todas aquellas mujeres que sueñan con políticas claras de igualdad de género en nuestras empresas;

4. A trabajar en buenas políticas públicas, dejando atrás las obsoletas divisiones heredadas de los 70 y 80;

5. A tener políticas de inclusión al centro del decálogo de valores de una empresa; y,

6. A que como sociedad entendamos la transformación digital no como un lujo del futuro, sino un deber del presente.

¿Qué pasa si no quiero escuchar? Rechazar el regalo que entregamos los millennial puede ser un esfuerzo un tanto inútil, ya que en nuestro mundo no hay donde esconder la cabeza y el tiempo no se detiene.

¿El costo de tal rechazo? Un ticket express a un anticipado y solitario retiro: el mundo millennial ya está aquí.

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