Reconversión de competencias necesaria para una reactivación laboral

19 DE JUNIO 2020/TEMUCO Trabajadores del Frigorífico Temuco realizando el proceso de corte, limpieza y envasado de la carne. FOTO: ROCIO CUMINAO ROJAS/AGENCIAUNO

En tiempos donde prevalece la incertidumbre, entre los factores que más agudizan la experiencia de la precariedad se encuentran el desempleo, y la posibilidad potencial de perder la fuente de ingreso.

La recuperación depende de un conjunto de políticas complementarias que se hacen cargo de distintas urgencias y etapas del proceso de reactivación del mercado laboral. Al momento de trazar estrategias y diseñar políticas, si hay un componente que se debe mantener a la vista, ese es el fenómeno de la automatización. Según datos aportados por el estudio de “Formación de Competencias para el Trabajo”, de la Comisión Nacional de Productividad (2018), el 61% del empleo (lo que equivale a 4,9 millones de personas) es susceptible de ser automatizado en Chile, y un 24% (1,9 millones de personas) muestra un alto riesgo de ser afectado, en mayor o menor medida, por los cambios tecnológicos que afectan a los diferentes rubros.

Si consideramos, adicionalmente, que la era digital se precipitó producto del Covid-19, podemos afirmar con bastante certeza que el empleo no sólo se perderá producto de la crisis económica que viene aparejada con la pandemia, sino porque los trabajos, sobre todo aquellos presenciales, tienen más posibilidades de ser automatizados. Es así como una discusión que íbamos a tener que enfrentar durante los próximos años, se adelantó al punto de que es un tema a abordar en el presente inmediato.

El contexto antes descrito abre una oportunidad interesante para empresas y trabajadores, en la medida en que se avance decididamente en el ámbito de la educación técnica y la formación de competencias para el trabajo, con una mirada estratégica de largo plazo. Uno de los principales hallazgos del aludido estudio de la Comisión Nacional de Productividad concluyó que en Chile no existe un sistema de formación de competencias y que la actual estructura de formación no está generando, ni tampoco es capaz de anticipar, los requerimientos futuros en términos de capacidades y habilidades.

Por otra parte, el estudio destaca que promover la educación técnica es altamente rentable. En efecto, la ventaja salarial de estudios universitarios sólo se concentra en el tercil superior de puntaje PSU. En cambio, para el resto de la población estudiantil, la rentabilidad de obtener un título técnico es mayor a la alternativa universitaria.

Cierto es que programas como “Talento Digital” o la iniciativa “Observatorio Laboral” ambos del SENCE, entre otros, o el proyecto de ley actualmente en el Congreso que, aunque insuficiente, corrige ciertos aspectos de la franquicia tributaria destinada a capacitación, constituyen avances. Sin embargo, de no abordarse la problemática desde una mirada sistémica, con voluntad política transversal y decisión de realizar cambios profundos, corremos el riesgo de que estos ejemplos de mejoras, no tengan continuidad ante un eventual cambio de gobierno, que es lo que frecuentemente sucede en Chile con la alternancia del poder.

No podemos darnos el lujo, menos en tiempos de crisis, de desaprovechar el talento de nuestros jóvenes. Tampoco los beneficios para la productividad que conlleva progresar en el diseño e implementación de un sistema de formación de competencias que se haga cargo de los desafíos que arriban con la era digital y la economía sostenible o verde.

La reactivación económica no sólo precisa de estímulo fiscal y monetario sino también de estrategia, puesto que no habrá bolsillo fiscal que resista que el mismo mercado cuyos empleos se encuentran en riesgo de ser automatizados, sea nutrido con fórmulas meramente economicistas, que no aportan soluciones a los problemas contingentes. Es un deber ético tener una mirada renovada y a largo plazo, entendiendo que los recursos son finitos y que la reactivación va de la mano de la urgente necesidad de reconvertirnos.

*La autora es investigadora es la Comisión Nacional de Productividad.

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