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Restaurantes, boletas, mozos y chefs

Con el desarrollo económico, Chile ha ampliado su oferta hacia una comida más elaborada. Cientos de nuevos locales gastronómicos se han inaugurado, de distinto tamaño, para todo tipo de presupuesto y en nuevas ubicaciones. Qué agradable es ir a comer en familia, con los amigos o a un buen almuerzo de trabajo. Es importante que nuestro país, de la mano del crecimiento del turismo, ofrezca más y mejores opciones. Las familias salen más a comer o almorzar afuera los fines de semana. No obstante, hay algunos aspectos que quisiera destacar como importantes de tener presentes.

El primero se refiere a que cada vez es más difícil obtener la boleta en un restaurante. Yo pido la boleta, pues es bueno para Chile, justo para todos y algo que cada chileno debería hacer siempre. Muchos restaurantes se han especializado en dilatar la entrega de la boleta a través de un vale previo, que no es boleta, con lo cual el cliente paga y después nunca más llegó la boleta. A veces es tal la demora, que el cliente se impacienta y prefiere irse, con lo que el dueño cumple su objetivo, que es la venta negra. Recuerdo que hace muchos años en nuestro país el SII hacía un concurso, en que las boletas con determinados números ganaban un premio. Este tema, que para muchos puede ser irrelevante, refleja el tipo de país que tenemos. Sabemos que en Argentina o en otros países de la región la boleta casi no existe. Cuidemos a Chile y pidamos la boleta. En el mismo rubro, se ha ido imponiendo una muy mala costumbre, que es agregar el 10% del servicio al vale que trae el mozo. Esta es una práctica inaceptable, ajena a nuestro país, por lo que no debemos dejar que se imponga. El mozo debe tener su salario en el restaurante y la propina queda a criterio del cliente. Si me atienden bien, doy propina; si me atienden mal, no doy propina, existiendo alternativas intermedias.

Paso ahora a una tendencia impulsada por los chefs, que por momentos creen ser artistas de exposición. Es cada vez más frecuente que a los platos que uno pide le agreguen un festival de colores, con todo tipo de dibujos hechos con cremas o tinturas. Me han tocado hasta flores de jardín no comestibles en medio del plato y sombreritos que dan sombra a los postres. La siutiquería ha llegado al extremo de que en platos rápidos de hora de almuerzo, cuando uno tiene tiempo definido, demoran eternamente en traerlos pues el chef está descargando su creatividad en un plato común y corriente.

La sugerencia de este ciudadano es que los chefs hagan buena comida y dejen los dibujos para los artistas y las exposiciones. Aquí no se trata de que la estética no tenga cabida, pero debemos ser prudentes y no olvidar la razón por la que uno va a un restaurante.

Finalmente, quiero hacer un llamado a los mozos de Chile, que cada vez tienen más mala memoria. Cada vez que pido una Coca Cola normal, me vuelven a preguntar cinco minutos después si pedí una light. En esto debemos copiar a los mozos argentinos, que pueden tomar muchas órdenes mentalmente y no se confunden. Para concluir hago un llamado a retornar a la buena comida chilena, común pero bien preparada. Con tal de diversificar, los restaurantes ofrecen cartas con nombres rimbombantes, pero que en la práctica son malas combinaciones de alimentos y además a precios con los que uno no vuelve más. Para comprobar esta afirmación, está la corta vida que tienen muchos restaurantes, cuyos dueños parten con mucho ánimo, pero que a poco andar cierran por no tener clientes.

*El autor es ingeniero comercial de la Universidad de Chile (amjpulso@gmail.com).

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