Vuelve el debate sobre el estancamiento secular y las reformas que necesita EEUU

Después de la tormenta viene la calma, dicen. Pero, ¿qué pasa si el exceso de calma se transforma en un estancamiento? Luego de la crisis financiera en 2007 y la posterior Gran Recesión, los niveles de crecimiento económico de EEUU y también de Europa han reabierto el debate del “estancamiento secular”. Algunos insisten que el sistema de EEUU debe someterse a grandes reformas para vencerlo.
Acuñado en la década del 30, el término de ‘estancamiento secular’ supone un periodo de crecimiento económico bajo o nulo donde el porcentaje de ahorro excede -o está a punto de exceder- al de inversión de largo plazo, lo que influye negativamente en el PIB per cápita. Estos periodos se producen generalmente luego de las crisis económicas, como la de 1929. Los expertos agregan, que para salir del estancamiento se necesitan tasas de interés negativas, algo difícil de lograr porque otra de las características de este fenómeno es la baja inflación.
En el caso de EEUU, el nivel de inversión total pasó solo de 18,4% del PIB en 2010 a 19,5% en 2013, según los datos del Fondo Monetario Internacional. Mientras, en los mismos años el ahorro nacional bruto creció de 15% del PIB a 17,2% el año pasado. Y la inflación todavía no alcanza la meta de 2% de inflación que se ha impuesto la Fed.
Esta semana, en una columna publicada en el blog de Financial Times, el ex secretario del Tesoro de EEUU, Larry Summers volvió sobre el tema. Según Summers la tasa de desempleo en 6,1%, permite pensar que el mercado laboral se ha recuperado, pero no así la economía, y que, por lo tanto, el estancamiento viene del lado de la oferta y no de una falta de demanda que no permitiría que el PIB siga creciendo.
El economista de la Universidad de California, Barry Eichengreen, explicó a PULSO, que este tipo de estancamiento se puede producir por cuatro motivos: la disminución de la rentabilidad en términos de mejora de la productividad de los cambios tecnológicos, demasiado ahorro global y un gasto privado inadecuado, apoyo insuficiente para el crecimiento del gasto público en infraestructura, educación e investigación básica, y el daño permanente a la productividad de los trabajadores desempleados de largo plazo. “En el caso de EEUU, me inclino por las alternativas tres y cuatro”, dice.
Vientos de cambio
Así, Summers advierte que “incluso para alcanzar un 2% de crecimiento en la siguiente década”, se hacen necesarias una serie de reformas estructurales para aumentar la productividad tanto de los trabajadores como del capital.
“Inversión en infraestructura, una reforma migratoria, la promoción de las políticas de trabajo “amigables con la vida familiar”, apoyo a la explotación de los recursos energéticos, y una reforma a los impuestos a los negocios, se transforman en imperativos de políticas cada vez más importantes”, remata el autor.
Nathaniel Karp, economista jefe de BBVA Compass coincide con Summers pero agrega que el efecto de bajo crecimiento no es producto únicamente de la recesión.
“EEUU no está en un estancamiento secular como se define tradicionalmente, pero está viviendo algo similar”, dice el experto y agrega “nosotros revisamos a la baja nuestras proyecciones de tasa de crecimiento potencial del PIB incluso antes de que empezara la crisis, cuando analizamos varias tendencias estructurales… Por ejemplo, un sistema de salud caro e ineficiente, un sistema de educación pública en el que los resultados son cada vez más divergentes entre los barrios de ingresos medios y los de ingresos bajos, una política de inmigración inadecuada, cara e ineficiente”.
En BBVA Compass, pronostican la tasa de crecimiento de largo plazo de EEUU en 2,5%. “Cómo le vaya a EEUU en la siguiente década depende de las políticas que se implementen”, remata Eichengreen.
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