El profesor mapuche que cambió la educación especial en el Maule

Profe

Exequiel Coñoman generó una revolución educacional en un segmento generalmente olvidado, transformando a sus alumnos en emprendedores.


El profesor Exequiel Coñoman Rojas (34), desde hace una década comenzó a generar una silenciosa revolución educativa en la comuna de San Javier, región del Maule. El académico ha hecho que la Escuela Especial Ema Sepúlveda De Lobos F-409 se haya convertido en uno de los orgullos de la comuna de poco más de 45 mil habitantes y con profunda raigambre campesina.

Exequiel, nominado como finalistas del Global Teacher Prize del año 2019, representa un esfuerzo mancomunado de toda la comunidad educativa de la Escuela Especial que ha generado un cambio en las formas de vida de los estudiantes y sus familias que han hecho de la resiliencia -la capacidad de adaptación a una situación adversa- un profundo testimonio de revolución educacional en un segmento generalmente olvidado y que ha motivado una serie de nominaciones al trabajo formativo que efectúan.

Exequiel Coñomanapellido mapuche que significa "Cóndor Guerrero"- cuenta que su establecimiento recibe a alumnos con diagnósticos asociados a múltiples discapacidades intelectuales, todos ellos provenientes de ambientes con 100% de vulnerabilidad en el contexto escolar. Estos alumnos pueden permanecer en la escuela hasta los 26 años y que, luego de ello, se confrontan con una realidad que deja en abandono tanto a los jóvenes como a sus familias. Esa era la realidad de San Javier. "Generalmente se quedan en la casa porque no suelen encontrar trabajos y todo lo que habían logrado en su calidad de vida suele descender y eso provoca otro problema: la calidad de vida de las mamás", revela.

Hay estudios que indican que el 97% de los cuidadores en Chile son mujeres, que enfrentan una sobrecarga emocional y física alta.

Inclusión e innovación

La realidad de una escuela especial en un ambiente rural era sumamente difícil hace una década y aún hoy lo sigue siendo. Sin embargo, Exequiel ha encabezado una especie de re-ingeniería en la forma de trabajo y desarrollo tanto de su curso -compuesto por una decena de alumnos ente los 16 y 26 años- como en sus familias.

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Exequiel Coñoman

junto a un grupo de sus alumnos.[/caption]

El inicio del trabajo en la escuela buscó fomentar la inclusión laboral de los estudiantes en empresas comunales como forma de potenciar la mejora de las condiciones de vida personales y familiares, pero no desde una estructura rígida de formación, sino que enfocado en los intereses de los alumnos: "Nuestra misión es fomentar el desarrollo de habilidades sociales blandas que están a la base de cualquier trabajo. Nosotros sacamos ideas del modelo de empleo con apoyo, entonces, parte de nuestra primera pega fue ir a las empresas, perfilar puestos de trabajo, perfilar las características de nuestros estudiantes y además saber sus gustos", indica el profesor.

Junto con ello sensibilizaron y capacitaron a las empresas con un lenguaje más inclusivo, un seguimiento posterior y la sistematización de esta práctica. Pero ese fue el primer paso. El segundo y más definitivo comenzó a forjarse el año 2015, cuando apareció el segundo estudio sobre la discapacidad en Chile. Exequiel reparó en un dato fundamental: las personas con discapacidad tienen capacidades para ser emprendedores natos.

El camino del caracol

"Hay muchos prejuicios en torno a las escuelas especiales, se tiende a pensar que hay mucha manualidad y que hay poco trabajo de emprendimiento que sean más potentes", cuenta Exequiel. El trabajo de su cuñada, Erika Yáñez, que fabrica crema de caracol, se transformó en la inspiración para gestar el cambio que ha hecho de la Escuela Especial Ema Sepúlveda, un tesoro de emprendimiento regional.

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Exequiel Coñoman durante la premiación.[/caption]

"El trabajo era súper sistemático y muy repetitivo y ahí hice el enganche. Las personas con discapacidad suelen desempeñar muy bien un trabajo de este tipo. Además, que lo encontré muy innovador porque era un producto artesanal y orgánico. Yo venía pegado mucho con la sustentabilidad y ahí también me enganché con mi raíz mapuche, en que la sustentabilidad tiene una connotación ancestral. El tema de la crema de caracol posibilitaba hacer un trabajo comunitario y colaborativo, porque para extraer baba necesitábamos hacer toda una cadena, donde necesitábamos varios participantes", recuerda el docente.

Reconoce que al principio fue extraño el tema de los caracoles. Los estudiantes lo encontraron un poco loco y las apoderadas también. Primeramente, solicitó permiso en la escuela para que una parte del terreno fuera usado por esta granja de caracoles. Luego vino el aprendizaje y el conocimiento por parte de los alumnos: "Era raro tocar un caracol por la textura, pero después de un par de meses empezaron a ver que era algo súper. Con los caracoles empecé a trabajar todo lo curricular en ciencias o matemáticas. Les empecé a enseñar que los caracoles eran hermafroditas, que tienen los dos sexos, o que cuatro veces al año ponen entre 50 y 150 huevos".

La necesidad de un trabajo colaborativo generó que las familias de los estudiantes tuvieran que tomar parte de la fabricación de las creas de caracol. No solo como una solución a los problemas económicos que tienen, sino también como parte del proceso formativo de los jóvenes: "Siempre fue la idea mantener a las familias dentro de las escuelas, porque nosotros creemos que cualquier emprendimiento y cualquier trabajo pedagógico de personas con discapacidad intelectual es necesario tomar en cuenta a la familia", indica Exequiel.

El resultado fue la creación de la Cooperativa de Trabajo de Personas con Discapacidad Intelectual (Coopedis), en que madre y estudiantes trabajan, codo a codo, en la fabricación de cremas de caracoles. Esto, según el profesor, le ha dado una independencia emocional y económica que antes no era posible: "¿Cómo nos hacíamos cargo de los egresados si no tenían un trabajo? La única forma era crear, porque ya no hay más subvenciones escolares para ellos, entonces el único formato que encontramos es el tema de la cooperativa".

Una escuela de economía circular

Los caracoles fueron el inicio de una nueva forma de visualizar la educación especial en San Javier, con la que encontraron una inédita oportunidad de integrar sus alumnos a procesos que integraran otras áreas de conocimiento y que complementaran la idea de los caracoles: "La directora hizo una red de apoyo con el CESFAM, trabajamos con un nutricionista que trabaja el tema de la comida saludable y con él armamos un invernadero, un huerto escolar bastante grande de cuatro por seis metros".

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Ezequiel Coñoman  junto a alumnos y docentes de la Escuela Especial Ema Sepúlveda De Lobos F-409 de San Javier.[/caption]

Hortalizas y hierbas medicinales en el interior del invernadero. Habas, arvejas, cebollines en las afueras consiguieron que los alumnos desarrollaran sus propios alimentos saludables. No fue todo: los desechos orgánicos fuero reutilizados mediante la lombricultura generando abono orgánico para el huerto. ¿Y los caracoles? "Comen lechuga y acelga de nuestra propia cosecha, pero nos faltaba en un enganche en este intento de economía circular que ocurrió el 2019", relata el profesor.

Una mujer mapuche afamada en la crianza de gallinas le regaló al plantel varios ejemplares de origen mapuche –quetros, colloncas y colloncas de aretes- junto con capacitar a los maestros en la crianza de estas aves. Con ellas llegaron los huevos azules, el valorado producto de estas gallinas, y también el guano, que es "un fertilizante extraordinario para el huerto y también comida para las lombrices", asegura Exequiel. Las gallinas, los pollitos y los huevos potenciaron el área científica de su propia educación al tener que aprender a hacer seguimiento del crecimiento del huevo o a usar una incubadora. Actualmente aparte de todo ello, están aprendiendo masoterapia y quinoterapia.

Orgullo de San Javier

Los ocho años de trabajo de la escuela han dado frutos y les ha otorgado un estatus que antes no tenían: son un motivo de orgullo. Autoridades municipales, instituciones locales y universidades se han ido enganchando de esta iniciativa escolar y potenciando su trabajo que ha sido motivo de varios reconocimientos como el premio Desafío Maule Futuro, un proyecto del Banco de Chile, otro de Sercotec y la posibilidad de que Exequiel pudiera viajar a Nueva York a realizar varios seminarios, tal como lo hace en varias universidades chilenas y que lo colocaron como finalista del Teacher Global Prize Chile 2019.

Las conclusiones de este educador acerca del trabajo efectuado en este período son potentes. "El cambio ha sido gigante. Uno tiende a pensar que los estudiantes con discapacidad vienen a la escuela y tienen poca opinión y lo hacen por inercia, pero hoy día están súper empoderados. Nuestros estudiantes tienen opinión, entran en la problemática de las personas con discapacidad a nivel laboral y ellos mismos también han buscado la solución. Es emocionante ver que el trabajo sistemático, que va más allá de la sala de clases y de la metodología tradicional, viene a derribar varios mitos sobre las escuelas especiales hoy en día. Por ejemplo, el tema de la educación de calidad, que muchas veces se piensa que en las escuelas especiales no hay, y sí hay. Muchos profesores hacen una educación de mucha calidad y muy inclusiva, independiente de que sean escuelas especiales".

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