La angustia de la PSU bajo la lupa del doctor Maturana
La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas (Sigmund Freud).

Pasaron las Fiestas Patrias y para los que preparan la PSU, se acerca la recta final de un período cargado de exigencias y demandas académicas, actividades constantes propias del término de la escolaridad y altas expectativas personales, familiares y sociales sobre el futuro universitario y profesional. En este contexto, un par de años atrás, recibí a Mariana, una alumna de cuarto medio que no sabía cómo lidiar con la tensión. En nuestra primera sesión lloró nada más sentarse. Fueron cinco minutos de llanto constante que le impedían hablar. Tras reponerse, se limpió las lágrimas y me dijo algo así:
"Estoy chata, agotada, angustiada y ya no soporto a nadie de mi familia y cada vez me cuesta más bancarme a mis amigas y a mí misma. A mi pololo lo he pateado como cinco veces y el gil me perdona una y otra vez. Nos reconciliamos y me vuelvo a descargar con él. Y en el colegio los profesores están preocupados por mí y me dicen todo el día que tengo que relajarme. ¿Y cómo voy a entrar a medicina si les hago caso?
El angustioso tono emocional de Mariana se mantuvo a lo largo de toda la sesión. De tanto en tanto volvía a llorar y a vomitar -metafóricamente- palabras cargadas de emociones tóxicas. Tras desahogarse, me prometió que para la siguiente sesión iba a venir con pañuelos propios y me iba a reponer la caja.
Sonreí y la acompañé a la puerta.
Nada más cerrar, me desplomé por unos segundos en el sofá, pues la hora de trabajo con Mariana me había dejado abatido. Ya más repuesto, me senté y agarré El sentido de lo humano para buscar la respuesta del doctor Humberto Maturana ante la pregunta de ¿por qué sentimos angustia? formulada por la periodista Paula Escobar.
Escuchemos al doctor:
"La angustia está relacionada con las expectativas y se suprime eliminando las exigencias. No es fácil, pero toda la prédica de Jesús es una invitación a acabar con la angustia a través del desapego. Cuando dice que hay que ser como los niños para entrar al Reino de Dios hace referencia al desapego. ¿Qué es el Reino de Dios? Un mundo sin angustias, porque es sin expectativas, sin apariencias, sin pretender ser lo que no se es".
Aunque tengo mis discrepancias con la interpretación del doctor Maturana sobre el Reino de Dios, su respuesta me dejó pensando en Mariana, pues las exigencias que estaba atravesando eran brutales. Hija de doctores, la mayor de cuatro hermanas, destacada estudiante, atleta y líder en distintas áreas extra-académicas de su colegio, Mariana sumaba tantos logros y responsabilidades, que las expectativas del entorno no tenían límites.
Nadie la presionaba directamente -no era necesario-, pero sí le transmitían dos mensajes que la indignaban. Uno le decía que no se preocupara más, pues le iba a ir bien sí o sí. Y el segundo mensaje le decía que se cuidara, pues su salud y su felicidad eran más importantes.
Ambas líneas argumentativas la enfurecían, pues lejos de relajarla, la angustiaban y la única forma que conocía de salir de este estado, era a través de la rabia. Y de la rabia… pasaba al drama… y estas últimas semanas… ya era costumbre dormirse tras un largo llanto.
De esto hablábamos, ya con más calma, en nuestra segunda sesión y me comentó, para su sorpresa, que la noche después de verme, inexplicablemente había dormido muy bien. Y no había llorado. Sin decir más… se quedó callada.
Aguanté el silencio y tras un par de minutos Mariana empezó a hablar con mucha calma.
"Creo que hasta este instante no había parado. Y no me había dado cuenta que no he parado desde tercero medio. Y la verdad es que ya desde primero medio que vengo obsesionada con la idea de que tengo que sacarme las mejores notas posibles para entrar a Medicina. Y ahora que falta tan poco, colapsé porque todo el mundo jura que me va a ir bien, juran que exagero y no entienden que estoy muerta de miedo. ¿Y si no quedo? ¿Si no entro a la universidad que quiero y tengo que entrar a una privada? Solo pensarlo me aterra y es por eso que no he parado de estudiar, pues no me puedo confiar. No puedo parar. No puedo relajarme hasta dar la PSU".
¿Y qué va a pasar después de la PSU?
"Me imagino que dormiré una semana seguida y después me empezaré a volver loca hasta que salgan los resultados".
Imagínate que te va bien… que entras a la universidad que quieres…
"Sería la mujer más feliz del mundo, pero sé por mis papás y algunos primos que se me vienen años difíciles, de mucho estudio, de mucha exigencia y de mucha competencia"
¿Y ahora? ¿Qué pasa ahora?
Mariana me miró desconcertada y me dijo que pensaba que le iba a preguntar qué iba a pasar después de la universidad…
¿Ahora? No sé… no sé qué pasa ahora…
¿Cómo te sientes ahora? ¿Cómo te sientes hablando?
Mariana no salía de su desconcierto y tras balbucear unas respuestas, me confesó que no sabía cómo abordar mis preguntas.
"No tengo idea cómo me siento. Me siento rara y cuando me hiciste estas preguntas es como que me hubieras sacado de la pista de carrera. No estoy acostumbrada a parar y preguntarme como me siento".
Terminó la hora y al despedirse Mariana me dijo que el tiempo se le había pasado volando.
¿De verdad hablé una hora?
Al cerrar la puerta sonreí y me senté en el sofá, volví a agarrar el libro de Maturana y leí uno de mis subrayados:
"En la infancia los guiamos en la colaboración, el respeto mutuo, la aceptación del otro, el respeto por sí mismo, el compartir y la legitimidad de la sensualidad. En el pasaje a la vida adulta los guiamos en la apropiación, la lucha, la negación del otro, la competencia, la dominación y la negación de la sensualidad valorando sobre todo la razón. Es decir, guiamos a nuestros hijos durante la infancia en la biología del amor, y en la juventud los guiamos a la biología de la agresión".
De repente vibró mi teléfono.
Cerré mi libro y vi que tenía un WhatsApp de Mariana que decía recién entender mi pregunta. Aquí va su respuesta.
"Al salir de tu consulta me sentí aliviada. Así me siento ahora. Me siento bien. Hacía mucho tiempo que no me sentía bien y no me había dado cuenta lo mal que lo estaba pasando. Muchas gracias por escucharme".
Sonreí aliviado, pues en un par de sesiones Mariana había vuelto a enrielarse y de ahí en adelante las sesiones fueron un acompañamiento para reformular la forma en que estaba viviendo las demandas de los otros y sus propias necesidades. Finalmente Mariana entró a estudiar Medicina en la universidad que quería y me imagino que a esta altura estará en su tercer año. Perdí el contacto con ella en su segundo semestre de carrera y en esa última oportunidad volvió a agradecerme haberla escuchada cuando ni ella… se escuchaba…
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