David Khayat: "El cáncer es un problema político"
El oncólogo francés David Khayat emprendió hace 15 años la tarea de sacar el tema del cáncer del área exclusiva de la salud y convertirlo en una misión de Estado. Hoy pone el acento en el futuro del tratamiento: las terapias personalizadas, donde el acceso a la información tiene un rol predominante. Y eso también es un asunto político.

El problema de salud, la enfermedad, ha acompañado al ser humano desde siempre: el que se considera como primer registro documental de un cáncer es el relato de Heródoto, del año 440 antes de Cristo, sobre la historia de Atossa, una reina persa que al percatarse de una inusual protuberancia en una de sus mamas, permite a su esclavo Demócedes extirpárselo (sobre el resultado de la operación y el destino de su paciente, el historiador no vuelve a informar). El problema político, con el cáncer visto como un enemigo de la sociedad al que derrotar, registra varios hitos, pero probablemente el más icónico es la declaración de "guerra contra el cáncer" que el presidente de Estados Unidos Richard Nixon oficializó en diciembre de 1971, cuando firmó la National Cancer Act en la Casa Blanca, coronando los esfuerzos de décadas de activistas -científicos y filántropos, como Sidney Farber y Mary Lasker- que habían logrado consolidar la conciencia de la importancia de poner al fin del cáncer como imperativo de un país. Fue parte de lo que inspiró al oncólogo francés David Khayat cuando, a la cabeza de un grupo de profesionales del área, tras la organización de la Cumbre del Cáncer para el Nuevo Milenio en París, el año 2000, logró que el gobierno de Jacques Chirac comprometiera una serie de medidas y financiamiento para la lucha contra la enfermedad en la llamada "Carta de París", el mismo año y, tras su reelección en 2002, apoyara la creación de una institucionalidad fuerte para tales fines. Fue el propio Khayat el encargado, a partir de 2003, de darle forma al Plan Nacional contra el Cáncer y la creación del Instituto Nacional del Cáncer, que presidió hasta 2006.
La convicción tras todo esto sigue siendo la misma hoy. "El cáncer no es sólo una enfermedad, es un problema político", enfatiza Khayat, al teléfono desde París, a días de viajar a Santiago para participar en la Jornada Internacional de Medicina Oncológica Personalizada, organizada por la Fundación Arturo López Pérez para el 8 de octubre como parte de la celebración de su aniversario número 60. "Pongamos un ejemplo: si fijas un programa de exámenes preventivos de cáncer de mamas, pero al mismo tiempo no mejoras la atención de los pacientes con ese cáncer, la mujer no participará de esos exámenes preventivos, porque aunque tenga el diagnóstico sabe que no tendrá el cuidado que requiere", explica Khayat. "Y si curas a una paciente de cáncer de mamas, pero tras el tratamiento ella no tiene trabajo, no puede aspirar a un crédito bancario, no puede llevar una vida normal, ¿qué lograste? El tratar y ojalá curar la enfermedad no es suficiente", concluye.
Es, explica, la razón por la cual se hace necesaria una estrategia central y coordinada con múltiples sectores de la sociedad, públicos y privados, que vaya desde la educación en medidas preventivas a la implementación de exámenes preventivos -con la certeza de que un diagnóstico temprano mejora sustancialmente las posibilidades de éxito de un tratamiento-, la mejora de las prácticas clínicas en el sector público y privado, la investigación en torno al cáncer y la socialización de esos resultados, y todo el apoyo económico y social que un paciente de cáncer y su familia requieren. "Se debe trabajar en todo al mismo tiempo, no una cosa antes que la otra. Todo junto. Eso es un plan nacional: un set de medidas completo que un gobierno, bajo la supervisión de una persona o un grupo de personas, lanza en un país con la meta final de mejorar las perspectivas de los pacientes, sabiendo que esto no se logrará si no se trabaja en todos los aspectos de la guerra contra el cáncer".
Se estima que en el mundo existen más de 30 de millones de personas enfermas de cáncer. En Chile se calcula que una de cada cuatro de ellas muere a causa del cáncer, y que la mitad de los hombres y un tercio de las mujeres tienen probabilidades altas de desarrollar cáncer por lo menos una vez en su vida. El impacto es innegable. Por eso es que Khayat -quien además ha asesorado a países como Túnez, Ucrania, Marruecos y la República de Mauricio- enfatiza en la importancia de que un plan nacional tenga no sólo la capacidad de coordinación, sino también presupuestaria y dotado de atribuciones para controlar efectivamente las acciones multidisciplinarias en todo ámbito. "El principal desafío es convencer a todos los grupos interesados en que deben trabajar juntos, deben ser ambiciosos, que mejorar los resultados para los pacientes es una meta factible y que no hay una cosa más importante que otra", recomienda.
-¿Cuál fue el principal obstáculo que debió enfrentar en Francia?
-Varios. En cada área enfrentamos problemas. Por ejemplo, cuando empezamos con la campaña antitabaco, a través de leyes que votamos en el Parlamento, teníamos el lobby de la industria tabacalera que se oponía y también de las tiendas que vendían cigarrillos. Hubo hasta desórdenes callejeros. Cuando tomé el trabajo (en 2003), la cajetilla de cigarros costaba 3 euros. Cuando terminé (en 2006), costaba 5 euros. Esta alza tan rápida fue muy difícil para los fabricantes y vendedores de cigarros. También cuando decidimos que fijaríamos umbrales mínimos para todos los hospitales, tanto los públicos como los privados: debían tener una experiencia mínima, por ley, para que se les permitiera continuar tratando a los pacientes de cáncer. Esta autorización se daba a cada cáncer en particular, hospital por hospital. Fijamos umbrales muy pequeños, por ejemplo, para el cáncer de mamas era 20 casos al año. Pero al hacerlo, cada hospital, público o privado, que tratara menos de 20 casos no sería autorizado por la ley para seguir haciéndolo en el futuro. Esto significó que cerca de un 45% de los hospitales, cuando dejé mi puesto, ya no estaban autorizados para tratar el cáncer de mamas. Puedes imaginarte que todos ellos estaban en contra mío, así que no era un trabajo fácil.
-¿Cuál es la idea de fijar ese umbral? ¿Cómo se concilia con dar acceso a todos a un tratamiento, si menos hospitales están facultados para hacerlo?
-Hay muchos estudios en la literatura que han demostrado que hay umbrales en todos los tipos de cáncer. Un cirujano que trata menos de 15 casos de prostatectomías al año tiene un gran número de casos con incontinencia, impotencia y otros desórdenes sexuales. Y si tiene más de 15, ése es el umbral, la tasa de complicaciones cae a niveles muy bajos. Y esto se ha demostrado para todo. Lo segundo es que cuando pusimos un umbral en 20, que es un número bastante bajo, calculamos cuál sería la distancia máxima que un paciente dado en cualquier punto del territorio francés debía conducir para llegar a un hospital que estuviera acreditado para tratar cada tipo de cáncer. Y el máximo de distancia era 42 kilómetros. Fue una decisión que se tomó también con el comité de pacientes, no sólo el de doctores. Los usuarios del sistema en este comité evaluaron cada una de las medidas. Estimamos que 42 kilómetros como máximo era una distancia muy aceptable.
LA IMPORTANCIA DE LOS DATOS
La exposición de David Khayat en Santiago tiene como tema la personalización de los tratamientos oncológicos, un frente de batalla en la guerra contra el cáncer que se abrió con la revolución de la medicina genómica: el éxito en la capacidad de secuenciar el genoma humano hizo posible llegar a obtener el perfil genético de un tumor, de manera de conocer exactamente el cáncer que afecta a determinado paciente y buscar un tratamiento específico. "Hoy sabemos que cada paciente tiene una enfermedad diferente", resume Khayat.
-¿Significa eso que la investigación global será menos relevante que la local, con pacientes específicos? ¿Que el conocimiento será menos universal?
-No. Lo importante es que sea cual sea el tamaño de la investigación, compartamos los resultados de todos los programas. El futuro está en el big data. Es como en las películas, cuando determinan quién es el asesino a partir de una pequeña muestra de piel, con cuya secuencia de ADN establecen su identidad. Hacemos exactamente lo mismo. Pero conocer exactamente el ADN de un tumor particular de un paciente dado no significa que sepamos qué tratamiento darle. Para eso debemos comparar ese ADN con cientos o millones de otras secuencias de tumores de otros pacientes en el mundo. Por eso es tan importante el big data: debemos obtener esa información y compartirla, acceder a ella en una ventana de tiempo aceptable para un paciente que espera tratamiento.
-Si el futuro está en estas terapias personalizadas, ¿aumentará la brecha social y económica?
-No lo creo. No si lo entendemos como parte de un plan integrado. Por ejemplo, si al mismo tiempo que implementas un programa de exámenes preventivos de cáncer de mamas con mamografías gratis cada dos años, eso ya mejorará el resultado, porque el diagnóstico se hará mucho antes. Si defines la mejor práctica clínica en el manejo de los casos de cáncer de mama, también mejorarás la tasa de recuperación, y la tasa de supervivencia para el cáncer avanzado. Pero si al mismo tiempo tienes uno o dos centros que avanzan en la investigación de las terapias personalizadas con la secuencia genética de los tumores, darás esperanza a todas las otras mujeres de que si lo necesitan un día, podrán tener acceso a ella. Si paralelamente mejoras el tratamiento y los resultados para todos los pacientes con exámenes preventivos y mejores prácticas, estarás haciendo un gran trabajo, para ricos y pobres.
-Si dice que el cáncer es un problema político ¿qué es lo más urgente que entendamos los ciudadanos?
-Si tienes un ataque al corazón y te tratas, al terminar estás sano. Nadie te va a considerar un enfermo. Con el cáncer es diferente: es una enfermedad con muchos estigmas. Nunca estarás sano si pierdes tu trabajo, si tu esposo te deja, si siempre temes una recaída. Eso afecta toda tu vida. Muchas personas sienten que no son ciudadanos normales desde el día en que fueron diagnosticados de cáncer. Todos estos aspectos hacen del cáncer un problema político.
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