Extractos del reportaje de Qué Pasa publicado el 4 de marzo. El periodista norteamericano Mike Elkin reporteó en Bengasi, la capital de la revolución contra Gaddafi, que terminaría por derrocarlo y asesinarlo en octubre. El suyo es un retrato de quienes se integraron a la lucha: muchos de ellos, civiles hastiados del abuso de un régimen que hasta hace muy poco parecía invencible.

La gente de Bengasi no rehúye una pelea. Y después de que las fuerzas del líder libio Muammar Gaddafi abrieron fuego sobre la población civil, en febrero, es difícil encontrar a una persona que no quiera liquidarlo personalmente.

"Todos queremos ir a Trípoli a deshacernos de él", dice Salem Abdelhassid El Dressy, un contador de 41 años que el martes pasado se unió como voluntario al ejército rebelde.

Los ciudadanos de Bengasi y los soldados que desertaron para unírseles expulsaron a las fuerzas de Gaddafi de la ciudad, después de que éstas mataran a cientos e hirieran a miles de personas. Ahora la ciudad se ha transformado en la capital de la resistencia. El edificio de la Corte Suprema es ahora la sede de los cuarteles centrales de los rebeldes.

Pero las fuerzas irregulares que están siendo reclutadas no sólo necesitan armas; también precisan aprender a usarlas. Se escuchan disparos cada 20 minutos por toda la ciudad. Hace una semana eso era signo de celebración; ahora significa que están practicando.

En el depósito de mantenimiento de  armas de Salmani, los soldados ordenan armas antiaéreas arrebatadas desde los cuarteles militares liberados. "Hemos encontrado de todo, desde balas a cohetes", me había dicho un hombre el día anterior. Ciertamente, la mayoría de las armas datan de la década de los 70 y los 80, así que los soldados en Salmani debieron desarmar, limpiar y reensamblar los cañones antiaéreos antes de probarlos. Sólo unos pocos tiros, en todo caso, ordenó el coronel Abdel Salam. Necesitan guardar las municiones para Gaddafi.