Mi propio prejuicio me llevó por años a mirar con algo de desdén las opiniones de política económica de la blogosfera. De alguna forma, los blogueros, al menos los dedicados a temas económicos, en general siempre me han parecido propensos a la exageración, a la rigidez ideológica y a la tergiversación de las posiciones contrarias. Algo así como, "esto lo hago por mí, no importa mucho lo que opine mi audiencia". Un debate de ese tipo no parece muy distinto al de una típica discusión política en los medios tradicionales, y de ahí parece difícil aprender algo provechoso. Un profesor  de economía seriamente dedicado a la academia probablemente no va a mejorar la calidad de su investigación leyendo comentarios económicos online.

Sin embargo, mi opinión sobre la materia ha evolucionado. A pesar de la intolerancia de algunos, la naturaleza libre y democrática de la blogosfera económica me ha transformado en un ávido lector de estas opiniones. Su lectura es una disciplina útil que obliga a pensar en la lógica de los debates públicos y en lo que verdaderamente plantea la evidencia empírica. De alguna forma, el columnista de un medio tradicional no es muy distinto a un bloguero. Quizás no le interesa la posibilidad de abrirse a debatir y cambiar su opinión, y aprender, pero eso no significa que el lector no lo esté haciendo.

Para enriquecer la discusión se necesitan nuevas voces, y eso es lo que está empezando a ocurrir. Creo que el punto de partida fue la crisis subprime. En 2009, la blogosfera macro fue sacudida por el debate acerca de los méritos de los megaprogramas de impulso fiscal entre dos facciones, una liderada por Paul Krugman, un premio Nobel, y la otra por John Cochrane, profesor de la Universidad de Chicago y uno de los académicos más relevantes en el área de las finanzas. Ninguna de estas facciones buscaba hacer ciencia ni mover la frontera del conocimiento, sino que discutir modelos de pensamiento e influir en la clase política.

Hoy, este tipo de debates ha evolucionado. Parecen ser más profundos. Se incorporan nuevos actores, incluso que laboran dentro de las propias instituciones encargadas de elaborar las políticas económicas. Un gran ejemplo es lo que ocurre hoy en EE.UU. con la política monetaria y la necesidad de nuevos impulsos. El discurso oficial, liderado por el presidente de la Fed Ben Bernanke, dice que no hay que preocuparse por una mayor inflación proveniente de aumentos en precios del petróleo u otras materias primas. Al igual que lo acontecido en 2011, eso es solo temporal. La inflación es una consecuencia de una escasez de recursos productivos. Como existe un montón de exceso de capacidad pos crisis, la inflación no es tema. Curiosamente, el disenso provino de la propia Fed. James Bullard, presidente de la rama regional de Saint Louis, expresó sus dudas sobre tales holguras, atribuyéndolas a un espejismo alimentado por la burbuja inmobiliaria de la década previa. Este comentario bastó para disparar una oleada de debates online, con participación de blogueros, académicos e incluso economistas que trabajan para la Fed. En mi opinión, lo anterior logró remecer los cimientos de paradigmas tradicionales en la política monetaria que han logrado vivir por décadas, a pesar de lo débil de la evidencia empírica.

Este tipo de discusión es la que, por ejemplo, enriquecería el actual debate tributario en Chile. El problema es que existe escasa interacción entre economistas privados (más interesados en ejercicios de proyección), académicos (interesados en la docencia) y los del sector público. La blogosfera chilensis podría ser un gran vehículo para que las buenas ideas de los que están fuera del aparato estatal fluyan hacia las políticas públicas.