Revista Que Pasa

El mono que llevamos dentro

Mientras observa a los bonobos en las profundidades de la selva del Congo, la primatóloga chilena Isabel Behncke piensa en los seres humanos, y constata que buena parte de los rasgos de estos simios, nuestros primos hermanos junto con los chimpancés, nos recuerdan que somos monos por parte de padre y por parte de madre.

"Conozcan a su primo: se llama bonobo". Ésa es la frase con que la primatóloga chilena Isabel Behncke Izquierdo suele conseguir la atención de sus audiencias. La foto que exhibe es la de un simio que uno tomaría por un chimpancé pequeño, pero se trata de una especie totalmente diferente con la que, al igual que en el caso de los chimpancés, estamos emparentados.

Pero chimpancés y bonobos son primos bastante diferentes, como ella lo ha podido observar. Entre los chimpancés mandan los machos, combaten por territorio, arman complots para tomarse el poder, usan herramientas para -entre otras cosas- agredir, matan crías ajenas. Entre los bonobos mandan las mujeres, comparten la comida, cuidan juntas a las crías (jamás matarían a una), tienen sexo para bajar las tensiones grupales, juegan y se ríen buena parte del día.

¿Y nosotros?

Cuando está metida en la selva del Congo, Isabel Behncke mira con rigor cada movimiento de los bonobos. Dice que es la única forma de entenderlos: "Son, tal como nosotros, seres profundamente sociales. Por eso, tienes que ver la interacción social en su medio natural".

En esas jornadas de observación, no olvida la pregunta por el ser humano. Aunque tampoco la obsesiona: "Trato de comprender a los bonobos en su propia forma de interacción: a ellos mismos. Pero es inevitable ver los rasgos humanos, porque tenemos tanto en común".

Isabel Behncke ha hecho ya tres expediciones a Wamba, en la convulsionada República Democrática del Congo, para completar las observaciones necesarias para su tesis doctoral: "Jungle Joy: Play and laughter in the wild bonobos of Wamba, DR Congo". Su profesor guía en el Instituto de Antropología Cognitiva y Evolutiva de la Universidad de Oxford, Inglaterra, es el sicólogo y biólogo Robin Dunbar.

La investigadora busca respuestas a preguntas que la ciencia continúa haciéndose: si hace unos seis millones de años, la madre de nuestros antepasados era parecida a la madre de los chimpancés, a la de los bonobos y a las de quizás cuántas especies más. ¿Qué pasó para que, milenios más tarde, seamos tan parecidos y tan diferentes al mismo tiempo?

Para intentar la respuesta, lo primero para ella es dejar atrás la mirada antropocéntrica: "No existe una especie de punto omega en que ellos se quedan en estado simiesco y nosotros evolucionamos 'hacia la luz'... hay muchas ramificaciones entremedio. De hecho, en algún momento (hasta hace unos 30 mil años atrás), convivimos con parientes aun más cercanos, especies hermanas como los neandertales, los denisovanos y los Homo florensiensis.

El ancestro común  -la "abuela evolutiva"- de humanos, chimpancés y bonobos vivió unos 6 millones de años atrás en África. "La rama con los ancestros de Homo sapiens pobló las zonas más secas en África, hacia el sur y el este, donde nos hicimos bípedos, perdimos el pelo, nos creció el cerebro, desarrollamos tecnología y últimamente lenguaje simbólico, arte, el control del fuego y hasta aprendimos a cocinar y a pintarnos los cuerpos".

Ahora se sabe que la fecha en que bonobos y chimpancés surgieron como especies distintas coincide con la formación del gran río Congo entre un millón y medio y dos millones de años atrás. "Esta tremenda barrera geográfica dejó poblaciones separadas: los que quedaron al sur del río (en la zona más rica en recursos alimenticios) se transformaron en lo que hoy conocemos como bonobos; los que quedaron en el norte del río llegarían a ser los actuales chimpancés". De ahí el apodo de simio bohemio de los bonobos, el simio de la rive gauche (por los artistas del lado izquierdo del río Sena en París).

La ecología es importante. Pero es esencial comprender, según Behncke, que en esa ecología se va construyendo también una historia, que es la que en definitiva nos hace distintos. "Las especies van derivando según su propio pasado, según la herencia morfológica pero también conductual: los primates somos seres inteligentes, longevos, sociales, que aprendemos y nos relacionamos entre nosotros", dice.

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