Perfecta literalidad
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A pesar de sufrir de pánico escénico durante parte de su carrera, ni la música ni los títulos de los álbumes de Van Morrison se distinguen por su falta de certezas o ambiciones. Desde su segundo álbum -una obra maestra que le hacía justicia al nombre de Astral Weeks (1968)-, su obra ha estado marcada por grabaciones que combinaban la genialidad musical con la honesta literalidad de sus títulos.
Y con Born to Sing: No Plan B, la tradición continúa. Entrega exactamente lo que promete: una confirmación de que a sus 67 años tanto cantar como seguir bebiendo de la misma fuente de soul, blues y raíces irlandesas le resulta inevitable. Sólo él puede citar a Sartre (“El infierno son los otros”) combinando espiritualidad y misantropía sobre un soul tan relajado que parece estar tomando el sol o hacerle guiños a Nietzsche (“Cuando Dios está muerto”) en los ocho minutos de jazz de “If in Money We Trust”. Ahí, cuando la reiteración de los versos los convierte en un mantra obsesivo sobre el mundo en que vivimos, entendemos que si no tiene otra alternativa que cantar, es porque Van Morrison probablemente lo hace sólo para conversar consigo mismo.
“Born to Sing: No Plan B”, de Van Morrison.
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