Revista Que Pasa

La invención de un mito

La directora Manuela Infante y el dramaturgo Luis Barrales son dos de las voces más importantes del teatro chileno actual. Dos estéticas muy diferentes que ahora se unen en un proyecto: reconstruir la vida de Inés de Suárez, aunque en una versión muy distinta a lo que nos enseñaron en el colegio. La obra se estrena en septiembre, en el GAM.

Para entender esta historia, hay que entender, primero, una imagen: recordarla, aprehenderla, detenerse en los detalles que la conforman, ver aquello que en una primera instancia nos puede resultar invisible. Hacer el esfuerzo: ver una y otra vez La fundación de Santiago (1888), la famosa pintura de Pedro Lira, y descubrir que detrás de ese paisaje que tantas veces hemos visto –recuerden que aquella obra aparecía en el extinto billete de 500 pesos– hay un pequeño enigma, el origen de una historia secreta: Pedro de Valdivia, los soldados españoles, algunos indígenas, la cima del cerro Huelén, el valle del río Mapocho y toda esa tierra en la que se construirá Santiago.

Eso es lo que vemos en una primera mirada. Pero si nos detenemos un momento y nos fijamos en los personajes centrales que retrata Lira –Pedro de Valdivia, Francisco de Villagra y el cacique Huelén Huala–, encontraremos una figura difícil de definir, vestida con una túnica blanca, que se ubica detrás de Francisco de Villagra, recortada, escondida, relegada. Ese personaje es, al parecer, Inés de Suárez.

O al menos eso es lo que dice la historiadora del arte Josefina de la Maza en un ensayo en el que analiza la obra de Lira  y se detiene en aquel detalle en el que antes nadie se había detenido: ese personaje con una túnica blanca no es un sacerdote –como algunos han dicho–, sino que es la pareja de Valdivia, la mujer que tuvo un rol importante en la fundación de Santiago, aunque la historia no le haya dado aún el lugar que se merece. Una lectura atrevida, que tiempo después se terminaría convirtiendo en el punto central de Suárez, obra que se estrenará en el GAM en el mes de septiembre y que reúne a dos de los nombres más importantes del teatro chileno actual: la directora Manuela Infante (Prat, Cristo) y el dramaturgo Luis Barrales (Niñas Araña, Allende, noche de septiembre).

***

La idea fue de Patricia Rivadeneira. La idea de hacer una obra sobre Inés de Suárez y la idea de unir a Infante (1980) y Barrales (1978) en un mismo proyecto.

–Inés de Suárez es un personaje tan nuestro, tan enraizado en nuestra historia, en nuestra cultura. Una de las pocas mujeres que uno estudia en la Historia de Chile, entonces me parecía interesante su figura como fundadora, el que nunca ha sido realmente visibilizada –dice Rivadeneira, que estará a cargo del rol protagónico y sumó primero al proyecto a su amiga Claudia Celedón –quien interpretará a Pedro de Valdivia y siete personajes más– y, luego, contactó a Infante y Barrales.

–Yo había trabajado con Lucho hacía poco, en Allende..., y había estudiado el trabajo de Manuela , cuando estaba en Italia y la invité a mostrar sus obras, me encantaban, quería trabajar hace mucho con ella. Entonces hablé con los dos, les conté el proyecto y vino la apuesta –dice Rivadeneira, quien estaba consciente de que convocaba no sólo a dos de las voces más atractivas del teatro chileno actual, sino también a dos estéticas, aparentemente, muy distintas.

–Lucho es un posmarxista y Manuela una posmoderna –dice entre risas Rivadeneira, resumiendo, de alguna forma, sus distintas miradas y trabajos. Luego agrega: –Yo creo que ellos tenían un poco de temor, de curiosidad de cómo podía funcionar esto si no se conocían, pero creo que las suspicacias, que son típicas entre creadores, se salvan cuando hay tanta admiración. Y, afortunadamente, ha funcionado.

Las primeras reuniones fueron en mayo de 2014. Infante y Barrales ya habían trabajado con personajes históricos por lo que el proyecto no les resultó ajeno: Infante había mostrado en Prat una versión humana y compleja del héroe patrio, lo que causó polémica en las Fuerzas Armadas; mientras que en Allende, noche de septiembre, Barrales se adentró en la última noche del presidente antes del golpe de Estado. El problema es que debían postular al Fondart del año pasado y no tenían mucho tiempo, por lo que tuvieron que trabajar intensamente preparando el proyecto. No había tiempo, tampoco, para darle muchas vueltas al tema de estas estéticas tan distintas que representan Infante y Barrales. Así que trabajaron rápido, postularon y obtuvieron el Fondart: cerca de 35 millones de pesos.

–Como tuvimos que preparar el Fondart, eso nos obligó a tomar varias decisiones rápido. Ahí, en esa época, yo preguntándole a gente, conversando sobre Inés de Suárez, me encontré con el ensayo de Josefina de la Maza, y ahí se abrió algo, ahí pudimos visualizar la obra –dice Infante.

–Ése fue el punto de partida, porque yo no tenía de dónde inaugurar un punto de vista de la obra –cuenta Barrales–. Pero leo ese ensayo y me raya la cabeza.

Lo que descubren ambos en ese ensayo es que Inés de Suárez es más importante de lo que ha dicho la Historia. Que Inés de Suárez es más que ese par de datos que se nos enseña en el colegio sobre ella: que fue amante de Pedro de Valdivia y que decapitó a unos indígenas.

A partir de esa idea, entonces, empezaron a trabajar. Buscaron todo el material escrito que hay sobre Inés de Suárez –que no es mucho– y leyeron: la novela de Isabel Allende (Inés del alma mía), la novela de Jorge Guzmán (Ay, mamá Inés), las cartas de Pedro de Valdivia al rey Carlos V.

–Un texto superimportante para mí fue La conquista de América, de Todorov, porque a mí siempre me agarran los temas por el lado de los conceptos, entonces me ayudó a entender más el proceso en el que estaba inserta Inés de Suárez –explica Infante. Además de la lectura de textos, fueron al cerro Santa Lucía, fueron al Museo de Bellas Artes, trataron de rastrear, en el fondo, las huellas de Suárez, y así empezó a tomar forma la obra. Sin embargo, también descubrieron que no había tanta información y que, entonces, tenían que apostar por otra cosa.

–Con el Lucho (Barrales) estamos haciendo una operación bastante desquiciada: estamos como reinventando el mito de Inés de Suárez, estamos como haciendo ciencia ficción con la historia –dice Infante.

–Igual, hay cuestiones de la historia objetiva que me sorprendieron harto –agrega Barrales–. Digamos, lo renacentista que era, eso no deja de sorprenderme. Estaba metida en todo y todo lo hacía bien, o eso dicen. Por eso es tan relevante la tesis de la Josefina (De la Maza), porque lo más importante del personaje de Suárez es que cuando uno se entera de su importancia política en la toma de decisiones, lo que aparece con más claridad es qué pasó, por qué borraron a este personaje de la Historia.

Ese personaje borrado de la Historia, entonces, será el protagonista de Suárez.

***

–Los dos han trabajado ya con personajes históricos. ¿Qué les atrae de ellos?

–Para mí hay dos cosas. Una es más teatral: en la medida que la gente ya conoce la historia que vas a contar, no tienes que hacerte cargo de la historia y eso me fascina. Como todos tienen la historia en la cabeza, uno se puede dedicar a todo lo demás. Y lo otro es más político: al trabajar con estos personajes, uno tiene la conciencia clara de que en la medida que uno reescriba sus mitos fundacionales, uno está construyendo el presente. Por eso es tan relevante lo de Inés y por eso hemos tenido que hacer ciencia ficción, porque no existe el personaje –dice Infante.

–Cuando me enfrento a los relatos históricos, siempre sospecho: esto no puede ser así, digo… entonces me interesa el sustrato emocional , porque el relato te lo llenan de solemnidades que esconden otras cosas –agrega Barrales.

Sus respuestas resumen, en parte, cómo ven el teatro estos creadores, dos de los nombres más importante de su generación: Infante junto a su compañía Teatro de Chile ha circulado por diversos escenarios del mundo, con una apuesta arriesgada, más experimental; mientras Barrales, con obras como Niñas Araña o H.P. se convirtió en un dramaturgo con voz y mirada propia, cercano a la realidad, con textos muy vivos y críticos, muy emotivos y celebrados. Dos estéticas distintas, pero también muy políticas.

–Creo que a los dos nos parecía riesgoso, al principio, trabajar juntos, porque es verdad que tenemos dos… si lo queremos llamar, dos estéticas muy distintas –dice Infante.

–Era un riesgo, pero los riesgos son ricos –interrumpe Barrales.

–Sí, pero un momento bien crucial fue cuando decidimos que íbamos a construir un mito, que íbamos a escribir un mito falso. Que estuviéramos de acuerdo en eso fue fundamental.

–Es un buen cruce. Manuela (Infante) es muy inteligente y eso es muy nutritivo.

El texto definitivo lo terminaron hace unas semanas. Lo escribió Barrales, pero dialogó mucho con Infante, pues le gusta que la escritura esté muy cercana al escenario mismo, a cómo se moverán los personajes ahí. Están ensayando desde noviembre todas las semanas en el GAM, preparando el montaje en el que veremos interactuar a Rivadeneira y Celedón con intensidad, con humor. Veremos a una Inés de Suárez distinta a la imagen que acostumbramos, aunque la escena de la decapitación de indígenas será central en la obra. No quieren adelantar más detalles, pues la idea es que el público, a pesar de saber quién es el personaje, también se sorprenda con los giros que le darán a la trama. Y quieren, sobre todo, alejarla de cualquier idea de solemnidad.

–Me gustaría mucho que la gente encuentre que es divertida la obra, más allá de la reflexión, del tema del poder y la mujer. Creo que sería la raja que uno pudiera ver una obra sobre un personaje tan aplastado y tan acartonado y tan hecho fome, como Inés de Suárez, y sentir que uno lo pasa la raja. Eso sería un logro –dice Infante y agrega–: Hay un decir actoral que se viene a la mente cuando a uno le dicen "obra histórica". Hemos hecho todos los esfuerzos para deshacernos de esas cosas, de ese tono apolillado, de esa manera de decir. Queremos que la gente se divierta.

Piensa sin límites. Accede a todo el contenido

Nuevo Plan digital $990/mes por 5 meses SUSCRÍBETE

Servicios