Revista Que Pasa

Pop secreto

Su nombre es una consigna tan secreta como inevitable. El productor Cristián Heyne estuvo detrás de tres de los cuatro discos más celebrados del año pasado: Mena de Javiera Mena, Música, gramática, gimnasia de Dënver, <br>y Audiovisión, de Gepe. <br>

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El barrio es extraño en su aparente calma. Ñuñoa ahí se parece a Las Condes o a un suburbio yanqui: jardines amplios, ausencia de taxis, avenidas curvas. Es ahí donde están las oficinas de Miranda y Tobar y Cristián Heyne tiene su estudio. En realidad, el estudio es un búnker o un refugio: Heyne ha montado su mundo abajo, en el subterráneo. Arriba, en el primer piso, hay un refrigerador gigante lleno de agua mineral y Coca light. Abajo, el aire acondicionado siempre es frío y hay máquinas y teclados y un sillón, y en una esquina reposa un bajo. Abajo está Heyne, vestido con el mismo color negro que tienen las paredes. Ésa es su base de operaciones. Acá, Gepe grabó su último disco y desde este lugar Heyne va y viene por todo el continente. Acá, ahora mismo, coordina la producción del último disco de la argentina Deborah del Corral. Acá, hace poco, acaba de terminar de mezclar la versión que Javiera Mena hizo de una canción de los Caifanes para un disco homenaje en México.

-Aprendizaje es todas las cosas que uno va haciendo. Finalmente, a mí nadie me enseñó esto -dice.

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Lo que sabemos de Heyne es quizás esa condición elusiva de ciertas figuras legendarias. Aquellos datos aleatorios componen la silueta de una personalidad, pero en ningún caso la resumen. Por ejemplo, sabemos que Heyne es el gran productor de música pop chilena de los últimos diez años y que tras la celebración española del pop local -como una revelación, un movimiento, una onda- en páginas web como jenesaispop.com y el diario El País, está su marca indeleble. Porque sabemos que Heyne estuvo detrás de tres de los cuatro discos más celebrados del año pasado (Mena, de Javiera Mena; Música, gramática, gimnasia, de Dënver, y Audiovisión, de Gepe), al punto de que se lo podía leer entre líneas ahí, entre los artículos que señalaban a Chile como el "nuevo paraíso del pop": el nombre de Heyne  como una consigna tan secreta como inevitable. Más: sabemos que tiene 38 años, que es santiaguino. Sabemos que fue uno de los miembros de Los Christianes, aquella banda perfecta y etérea de la primera mitad de los 90. Sabemos que es periodista. Sabemos que junto con Koko Stambuk fueron los cerebros detrás de Pac Man, el nom de plume detrás de la producción de los hits de Supernova y Stereo: ese dance inolvidable que animó el fin del pasado milenio; música sobre intimidad de los adolescentes del país, sobre corazones rotos que se sanan en medio de la pista de baile, como si ahí exorcizaran cualquier tragedia.   Sabemos que produjo alguna vez discos de Daniel Guerrero y Luis Jara. Sabemos que es padre de una hija de 14 años. Sabemos que fundó Unión del Sur, el sello que editó el celebrado Mena (número 1 en la lista de discos del año en clubfonograma.com). Sabemos que no lee revistas de rock, que el periodismo musical no le interesa. Sabemos que es fan de Velvet Underground, de Ryuichi Sakamoto, de My Bloody Valentine, que a esos discos y artistas los escucha desde siempre, que vuelve sobre ellos con la certeza de que son inagotables. Sabemos que tiene buena memoria. Sabemos que detesta a Brian Wilson y a Paul McCartney. Sabemos que Heyne es el alma de Shogún, esa banda que es una especie de mito  -intenso, extraño, secreto- de la escena nacional: alguna vez fichó por EMI; lanzó una canción bailable que era una parodia de los singles bailables (la notable "Disco baby") y luego volvió a arroparse en su propia oscuridad con álbumes como Demonio, La rata o El brujo. Sabemos que ahí, en esos discos, se habla de paisajes arrasados y fiestas donde campean la soledad y el abandono. Ahí, la voz de Heyne es un susurro espectral en medio de una niebla de ruido atrapada en las habitaciones de la canción. Sabemos que Heyne detesta tocar en vivo. Sabemos que sólo se viste de negro. Sabemos que es amigo de Alberto Fuguet y que participó en el soundtrack de sus cintas. Fuguet, por ahí, hizo un video para una canción de Shogún llamada "Ruinas": una larga secuencia de planos de ciudades vacías, imágenes crepusculares de un mundo casi deshabitado. Sabemos que Heyne está ahí y que es visible e invisible a la vez y es quizás quien está detrás del sonido de nuestros últimos años: el fantasma detrás de nuestros audífonos, la sombra que planea en nuestras pistas de baile.

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