¿Cómo lo contará la Historia de Chile en 30 años?: 12 respuestas (Parte II)

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En los últimos días, nuestro país ha vivido tiempos difíciles: estado de emergencia, toque de queda, manifestaciones masivas, discursos presidenciales, aceleradas votaciones legislativas, violencia que se desbordó con repetidos saqueos e incendios que sembraron temor. Fueron días que, con seguridad, quedarán registrados en la historia nacional. Por eso, nos acercamos a 12 historiadores chilenos -hombres y mujeres con distintas edades, análisis y posiciones- para que nos respondieran algunas preguntas: ¿cómo nuestra historia va a contar, en tres décadas más, lo que ha estado ocurriendo en esta última semana?, ¿cuáles son, hasta ahora, los tres hechos significativos que deberían quedar registrados?, ¿cómo se hablará de los distintos actores que protagonizaron estos días? A continuación, sus respuestas.


Puede leer la primera parte de este reportaje aquí.

Diego Lizama Gavilán

Historiador e investigador proyectos Fondecyt

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  • "La historia en los próximos 30 años contará estos sucesos desde una perspectiva que favorezca el análisis social, explicando desde ahí otros aspectos como lo político y lo económico, sobre todo por la espontaneidad de los acontecimientos, la amplia participación ciudadana y las diversas formas de manifestación que ha tenido el descontento social en las últimas jornadas. Se pondrá énfasis en lo poco esperable que una movilización de estudiantes secundarios a favor de la evasión tuviera estos resultados, principalmente por lo confuso de los incidentes tras su descontento por la Ley Aula Segura impulsada por el gobierno.

    Esas formas de movilización también debiesen ser un elemento central en ese relato histórico, sobre todo en lo concerniente al uso de la violencia. Por un lado, el fenómeno de los saqueos y desmanes públicos, que han tensionado la discusión en la opinión pública y al interior del movimiento ciudadano; y por otro, la declaración de estado de emergencia y el rechazo ciudadano a la militarización de la represión por parte del gobierno.

    A diferencia de otros procesos históricos, estas protestas tendrán una amplia gama de fuentes históricas: a los ya tradicionales archivos de prensa, institucionales y documentales en general, se sumarán –si es que son bien respaldados– fotografías y videos personales, pensamientos, comentarios en blogs y redes sociales, y programas de televisión, entre otros, los que serán fundamentales para reconstruir relatos individuales y colectivos".

  • "Si nos posicionamos fuera del problema, cualquiera pensaría que el estallido social era inevitable. Sin embargo, me parece más factible desarrollar una lectura y análisis detallado desde lo sorpresivo. Creo que se resaltará la incredulidad de gran parte de los políticos –partidos, gobierno y parlamentarios– que jamás pensaron que el alza de treinta pesos en el pasaje del transporte público iba a ser capaz de detonar una revuelta social de tales proporciones, liberando gran parte del apremio económico y social que los chilenos habían aguantado durante tres décadas".
  • "En relación con el Presidente, el gobierno y los políticos, creo que se tendrá una visión generalizada, partiendo de la base de su falta de herramientas para responder a situaciones de este tipo, además de la ambigüedad o falta de criterio de sus acciones, con discursos cambiantes o populistas. La criminalización del movimiento y los vaivenes del gobierno, el oportunismo de ciertos partidos de la ex Nueva Mayoría, algunos mea culpa desde el Congreso, la incapacidad del Frente Amplio de posicionarse como interlocutor válido e inclusive la paranoia anticomunista de la ultraderecha pueden ser objeto de estudio. En este sentido, el gobierno quizás sea el foco de atención, sobre todo por la postura autoritaria e inamovible que desarrolló durante las primeras jornadas de protestas, y la ineficacia que ha tenido para resolver el conflicto de manera rápida. En definitiva, una falta de conexión general de la política con la realidad nacional y un débil manejo de conflictos que se ha hecho notar día tras día".

Rosario Rodríguez

Académica de la UC

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  • "Como historiadores aún no tenemos la perspectiva suficiente para analizar la coyuntura a la cual nos enfrentamos; creo que esto también es fruto de un contexto mundial. Por eso, sin querer vaticinar históricamente, vislumbro que se apreciará positivamente el movimiento social transversal en la historia. La gran tarea desde un punto de vista político, si es que nuestros políticos demuestran madurez y altura en sus cargos, será trabajar por el restablecimiento de la equidad, el orden y la paz social. Sólo así podremos comenzar un nuevo camino de reformas, pues es una idea-proyecto potente y muy atractiva lo del pacto social. El tema es que se necesita llegar a un consenso, y nuestra clase política vive en la polarización de cara a la ciudadanía, y eso se demuestra aun dentro de esta coyuntura social. Las soluciones a los problemas de fondo son locales y globales y, por ello, creo que es importante mirar otras experiencias similares. Confío en que sepamos encontrar un consenso y no nos desviemos de ello, pero sin una mayor equidad en educación de calidad, sanidad, pensiones y justicia social que den igualdad de oportunidades -en definitiva, la redistribución de la riqueza presente y futura-, me temo que es difícil ser optimistas. Lo anterior no se logra en un gobierno: se necesitan políticas públicas a largo plazo y no medidas populistas. Acerca del presente, en el futuro se recordará que se recurrió a las Fuerzas Armadas para "garantizar el orden social", rememorando, a través de esta acción, una época oscura en la historia de Chile, como fue la dictadura".
  • "¿Si fue sorpresivo? Creo que las falencias del modelo aplicado en Chile se han venido diagnosticando hace bastante tiempo. Se han perdido varias oportunidades para hacer reformas, como en 2006 o 2011, cuando se abrieron oportunidades de cambios que no fueron aprovechadas. Históricamente, hay un sinnúmero de realidades disímiles que ya no son síntomas, sino realidades lamentablemente inhumanas. Muchos pensábamos que la coyuntura actual iba a estallar por el lado de la educación, por el caso del comunero mapuche Camilo Catrillanca, por los sectores intocables del sistema -isapres o las AFP- o por los delitos de cuello y corbata que sólo derivan en clases de ética. No pensamos que el estallido vendría por el alza de los pasajes del transporte público, como ha ocurrido en otros momentos de la historia de Chile, un ejemplo de ello es la Huelga de la Chaucha en 1949".
  • "En orden de importancia, los 3 principales factores serían: uno, la falta de cohesión y coherencia en la conducción política; dos, la militarización como respuesta al mayor movimiento social en Chile del siglo XXI; y, tres, el nivel de violencia que no representa al movimiento ciudadano pacífico, sino al estallido social condenable (saqueos e incendios). De la respuesta policial y militar, la visión hoy no es auspiciosa".

Patricio Bernedo

Decano Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política UC

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  • "Es imposible saber cómo se va a contar lo que está pasando hoy, porque no sabemos a ciencia cierta el contenido ni el sentido de lo que estamos viviendo en perspectiva histórica. No obstante, se puede vislumbrar un giro en algunas certezas que se habían instalado: como que el crecimiento económico y las políticas sociales focalizadas ya no son suficientes para generar integración social; que las clases medias sí necesitan apoyo del Estado para salir adelante; que las políticas económicas y sociales no deben ser conducidas sólo con criterios técnicos, sino incorporar análisis éticos y políticos; que el rol del empresariado no es sólo generar crecimiento y empleo, sino también contribuir a la cohesión social; que una mayoría ciudadana sencillamente se hastió y salió a la calle para expresar su malestar y exigir mejores condiciones de vida. En suma, me atrevo a decir, con algo de optimismo, que será visto como un momento en que el país dio un giro fundamental a sus prioridades sociales, económicas y políticas".
  • "La historia está siempre llena de sorpresas. Tal como no se pudo predecir una crisis económica global como la subprime, nadie pudo anticipar la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de los socialismos reales. En nuestro caso, esta crisis nos ha sorprendido quizás no tanto por la legitimidad de la indignación y protesta callejera, sino por la injustificable ola de violencia y destrucción. Sabíamos que había gran desconfianza, desigualdad y un profundo malestar; pero nos contentamos con mirar indicadores promedio y solazamos con halagos que llegaban del extranjero. Por eso más que sorpresa, quizá lo que hay es un desconcierto total".
  • "(Respecto de hechos de esta crisis que quedarán registrados). En primer lugar, la constatación del agotamiento del modelo económico en su capacidad de generar justicia social y, por ende, la necesidad de introducirle modificaciones sustanciales. Enseguida, la debilidad de nuestras instituciones democráticas, como el Poder Ejecutivo y Legislativo, con poco manejo político de la crisis; y en tercer lugar, el inusitado nivel de violencia, que lo separo de las manifestaciones pacíficas de descontento, que por su grado de destrucción a fuego, motivó el estado de emergencia y la presencia militar en las calles, con consecuencias simbólicas lamentables, pero también con casos de represión injustificados".
  • "Hasta ahora todo indica que la historia hará un severo reproche al Presidente y su equipo de gobierno por su débil conducción política, lo mismo a los políticos que, con algunas excepciones, no han estado a la altura de los desafíos, tanto en el Parlamento como al interior de los partidos. Lo de los militares es muy complejo, pues en nuestra historia se ha recurrido a ellos en muchas ocasiones, ya sea para poner orden, ocupar cargos ministeriales en contextos de crisis, o bien, lo que es grave, para quebrar el orden democrático. En cuanto a los ciudadanos, aún no está muy claro cómo serán acogidas sus demandas".

Consuelo Figueroa

Coordinadora Académica de la Escuela de Historia UDP

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  • "Es difícil prever el futuro, sin embargo, la historia deberá considerar tanto las violencias estructurales expresadas en los altos niveles de desigualdad que genera el modelo económico, como la violencia policial que, pese al fin de la dictadura, no desapareció. Si no hacemos esa reflexión es probable que sigamos pensando en los estallidos sociales como meras explosiones vandálicas o resultado de organizaciones que manipulan a las personas. La distinción entre manifestaciones 'buenas' y 'malas', como si unas fueran admisibles y otras propias de un barbarismo prepolítico, tampoco ayuda a comprender. Es preciso revisar qué entendemos por la política y lo político, por participación y por democracia, para leer estos procesos".
  • "Si pensamos la historia como un relato coherente de un hipotético cuerpo social cohesionado, estos hechos podrían constituir una sorpresa. Es necesario traspasar los límites de las narraciones estado-céntricas para incorporar otras manifestaciones excluidas. En ese sentido, los hechos que hoy vivimos se pueden entender desde trayectorias hasta ahora invisibilizadas pero rastreables en la historia (1891, 1905, 1957 y otros). Indagar en ellas es una oportunidad para evitar el desconcierto ante lo que aparece caótico o 'anormal' y entenderlo como parte de la historia".
  • "Es mezquino reducir la historia, pero hay 3 hechos significativos. Es significativa la explosión de un movimiento tan amplio que cuestiona las raíces de un sistema que, en apariencia, funcionaba. Esto ya venía advirtiéndose, pero fue ignorado. El relato de la recuperación de la democracia se fundó en la negación y represión de esos movimientos como expresiones anómalas. Sin embargo, su continuidad evidencia lo feble del sistema político. La premura con que el gobierno invocó el estado de excepción evitando los canales democráticos, apoyado además por personeros de gobiernos anteriores, da cuenta de la desconexión de la clase política y la precariedad de un sistema democrático que se pensaba robusto".

María José Cumplido

Editora de Historia y Ciencias Sociales en Memoria Chilena

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  • "Siento que estamos en medio de un huracán, por lo que es difícil proyectar. Lo que está más claro es que habrá 3 puntos por los que será recordado el 18 de octubre: la violencia, la vuelta a la militarización y que se produjo por problemas que arrastramos hace décadas.

    Hace un poco más de cien años, durante el inicio del siglo XX, hubo bastantes críticas ante la desigualdad que vivía Chile. Por un lado, la élite se había enriquecido gracias a la Guerra del Pacífico y, por otro, la mayoría de los chilenos no se beneficiaron del enriquecimiento del país. Enrique Mac-Iver, en ese contexto, escribió que sentía la necesidad de 'señalar los vicios y los defectos sociales e institucionales para ponerse en situación de corregirlos y enmendarlos; que, sin eso, el mal continúa su obra destructora, y los que creen verlo, por su inacción y silencio, responsables son del daño que ocasiona'.

    Lo que pasa hoy, lamentablemente, rima con lo que pasó en ese entonces. Sé que es muy pronto para decir cuáles serán las consecuencias de este proceso, pero sí hay alguna claridad.

    Primero, lo sorpresivo de la explosión y su fuerza ingobernable. Las causas de esto estuvieron puestas sobre la mesa hace muchas décadas: la desigualdad y la glotonería de los privilegios que tienen unos pocos. Se buscó por mucho tiempo una sociedad más justa, y la respuesta fueron oídos sordos que, por 15 años, lograron gestar a una sociedad cansada de los abusos. El 18 de octubre estas injusticias estallaron en una protesta nacional gigantesca.

    El segundo punto, y algo poco novedoso en nuestra historia, es la mirada pasmada de las autoridades que no saben bien qué hacer. Ante los focos de violencia se repitió el uso de las Fuerzas Armadas para tratar de controlar el caos. Recordemos el movimiento obrero de principios del siglo XX que vieron como respuesta a sus demandas un Estado que solo buscó acallar las quejas. Esta vez, pienso, pareciera imposible que eso resulte. El estallido es transversal y nos involucra a todos.

    El tercer punto, y quizás el más importante, es que cambió el paradigma de lo que la sociedad quiere para Chile. Se exige que la élite haga algo que no suele hacer: escuchar las demandas del pueblo chileno y no repetir la historia. No queremos que vuelvan a pasar otros cien años para que las cosas cambien. Hoy en día, justamente, tenemos la oportunidad de evitar que la Historia se repita y eso requiere tomar medidas nuevas que nos den resultados distintos. La exigencia es legislar por leyes que busquen la justicia social y que permita que Chile crezca para la mayoría, y no para unos pocos. Que todos nos beneficiemos del aporte que le hacemos al país. Ojalá que este 18 de octubre quede en la Historia como el proceso que, por fin, hizo que todos juntos podamos construir nuestro país y nuestra historia".

Manuel Vicuña

Académico de la UDP

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  • "La historia de Chile lo va a contar destacando su relevancia histórica. Este proceso no tiene precedentes. En Santiago, movilizaciones y disturbios por alzas al precio del transporte se han producido varias veces, desde 1888 en adelante. Pero esos estallidos siempre fueron acotados. Duraban dos, tres días. En general, no se extendían a regiones. Nunca ponían en jaque a la clase dirigente, ni expresaban un malestar capaz de imantar todo tipo de reivindicaciones y, en consecuencia, atraer manifestantes con perfiles muy distintos.
  • "Los tres hechos más significativos de todo esto son: primero, un movimiento ciudadano que ha arrinconado no solo al gobierno, sino a toda la clase política, forzándola a adquirir compromisos destinados a mejorar la calidad de vida de los sectores medios y, por lo mismo, a reducir el hartazgo con una desigualdad que se exterioriza en vidas vulnerables. Segundo, la propagación de la protesta a regiones. Tercero, la violencia pirómana contra el Metro, la única empresa estatal que ofrece vías de integración en una ciudad tan segregada como Santiago, y el inédito protagonismo de las turbas en todo el territorio".
  • "Si llego al 2049, quizá escriba esto. ¿El presidente? Por momentos pensé que andaba de viaje. Cuando alunizó, propuso una 'agenda social' que confía a un Estado subsidiario, asistencialista, la solución de todos los problemas, sin tocar a los actores del mercado que ayudan a generarlos. El Estado gasta y las empresas ganan o zafan; incluso las señaladas como fuentes de los abusos. ¿El gobierno? Vive en otro planeta. De los políticos podrán decirse dos cosas: que sanearon un sistema de representación deslegitimado al mostrar su capacidad para procesar las demandas sociales, o que se farrearon la oportunidad de hacerlo pasando gato por liebre o comportándose como barras bravas. ¿Los militares? Trajeron malos recuerdos y no hicieron nada para disiparlos. ¿Los ciudadanos? Coreografiaron una protesta sin necesidad de liderazgos claros ni discursos políticos demasiado hilados, evidenciando que los canales institucionales para satisfacer sus necesidades están más taponeados que las arterias de un obeso mórbido".

Puede leer la primera parte de este reportaje aquí.

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