Amigos hasta la muerte

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Tony Visconti no sólo fue el productor histórico de David Bowie, sino también su vocero de los últimos años y el único fuera de su familia que sabía que iba a morir.


David Bowie era un hombre de lealtades relativas: el cliché camaleónico que encuadró su obra también definió parte de su vida. Cambiaba de sello según el peso de las ofertas, destituía y volvía a telefonear a mánagers y colaboradores según la brújula artística que perseguían sus discos y, cuando en 1973 anunció en pleno escenario que había llegado el fin de su álter ego más legendario, Ziggy Stardust, lo hizo a espaldas de sus músicos, quienes sólo en ese momento se enteraron que estaban despedidos.

Pero hubo un socio laboral que siempre estuvo ahí. En el principio y en el final. En los minutos de triunfo y también cuando la incertidumbre obligaba a cambiar y arriesgar. El productor estadounidense Tony Visconti (71) fue su aliado más férreo, se encargó de 12 de sus 31 álbumes -estuvo en el despegue, Space Oddity (1969), y también en el testamento fúnebre, Blackstar (2016)- y fue motor de algunos de sus giros más relevantes, como la triología berlinesa que despacharon en los 70. "El podía extraer el punto perfecto de las cosas que queríamos", comentó el Duque Blanco en una entrevista de esos mismos días.

Pero el también bajista y pianista logró integrar su círculo privado y, en los últimos años, cuando el hombre de Let's dance apostó por el ostracismo y renunció para siempre a las entrevistas, se convirtió en su vocero ante la curiosidad pública. El único personero de la industria musical en el que realmente confiaba. Por ejemplo, Visconti salió en 2013 a explicar las pretensiones tras el disco The Next Day y recalcó que el cantante no saldría más de gira, entregando las primeras alertas de su epílogo.

De hecho, el productor -que saltó a trabajar con el inglés tras producir los primeros trabajos de su rival, Marc Bolan- se enteró a principios de 2015 que Bowie tenía cáncer, precisamente cuando empezaban a grabar Blackstar. No podía revelárselo a nadie.

Incluso, según contó esta semana a Rolling Stone, durante una de las sesiones se vio en serios aprietos: su amigo arribó sin pelos ni pestañas tras una quimioterapia, por lo que, ante los músicos que trabajaban en el título, era evidente que algo pasaba. Visconti siguió cercando el secreto hasta el final.

En esa misma entrevista, aseguró que el cantautor ya manejaba cinco demos para editar otro álbum, lo que configuró un pasaje directo a sus años de juventud: cada vez que hacían un nuevo disco, Bowie ya estaba pensando en el siguiente. "De alguna manera, el hizo lo que quiso", fue la acertada despedida final de Visconti en su Facebook, al observar que su aliado de toda la vida había partido para siempre.

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