Byung-Chul Han examina el futuro de la pandemia: “La muerte no es democrática”

Byung-Chul Han. Foto: Elisenda Pons

El intelectual surcoreano analiza las consecuencias que dejará la crisis del coronavirus en el orden político, la globalización y en los comportamientos humanos. Asegura que la pandemia posibilitará el ascenso de gobiernos autoritarios y la mayor vigilancia de los cuerpos, debido al temor del contagio. Además, propone una reflexión sobre la espiral autodestructiva del hombre en su relación con la naturaleza.


Una sobrevida frágil, en un mundo en que las libertades se verán afectadas por la supervigilancia y el temor constante, es lo que vaticina el filósofo surcoreano Byung-Chul Han para el mundo post pandemia. Asegura que el temor a la muerte será una constante y que por ello, ganarán visibilidad los modelos autoritarios, en tanto la ciudadanía busque a líderes fuertes.

Radicado en Alemania, país que ha declarado controlada la enfermedad, el pensador y académico se apresta a publicar un nuevo libro titulado La desaparición de los rituales. Pero en lo inmediato, reflexiona sobre las consecuencias de la pandemia del Covid-19 que ya superó las 300.000 víctimas a nivel mundial.

Precisamente, sobre el feroz costo en vidas del virus, reflexiona en una entrevista concedida a la agencia EFE. “La muerte no es democrática. El Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad”, asegura.

Por ello, hace hincapié en la condición de las víctimas, si examina su desglose por grupos sociales en algunos países. “Piense por ejemplo en Estados Unidos. Por el Covid-19 están muriendo sobre todo afroamericanos. La situación es similar en Francia. Como consecuencia del confinamiento, los trenes suburbanos que conectan París con los suburbios están abarrotados. Con el Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar”.

Este último punto resulta clave. Para Byung-Chul Han, la situación del teletrabajo, como mecanismo para continuar la producción en tiempos de pandemia, también es un ejemplo de la desigualdad. “El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo. La pandemia no es solo un problema médico, sino social”.

El final de la democracia

Como en otras ocasiones, el filósofo no deja la ocasión para reflexionar sobre el impacto de la pandemia en los sistemas políticos. Consultado respecto a un posible nuevo auge del autrotarismo a nivel mundial, a consecuencia de la pandemia, el surcoreano afirma que “el Covid-19 no sustenta a la democracia. Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes. El húngaro Viktor Orban se beneficia enormemente de ello, declara el estado de emergencia y lo convierte en una situación normal. Ese es el final de la democracia”.

Peor aún. En su opinión, Byung-Chul Han estima que el mundo se acerca a una era de control férreo sobre la existentencia. “Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital. Según Naomi Klein, el shock es un momento favorable para la instalación de un nuevo sistema de reglas”.

“El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud -agrega-. Occidente se verá obligado a abandonar sus principios liberales; y luego está la amenaza de una sociedad en cuarentena biopolítica en Occidente en la que quedaría limitada permanentemente nuestra libertad”.

Es por ello que las prioridades y los recursos, asegura, se enfocarán sólo en una cosa: sobrevivir. “Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud”.

Pero en lo inmediato, afirma, la presencia constante de la muerte ha condicionado nuestras conductas. “La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea tan inhumana”.

Esa “histeria de la supervivencia”, según el pensador, hace que las personas estén dispuestas a canjear retazos de libertad por autoritarismo. “Por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la pandemia además se acepta sin cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos”.

La religión, como ha comentado en otras ocasiones, también se halla vaciada de contenido en esta coyuntura. “La narrativa de la resurrección da paso a la ideología de la salud y de supervivencia. Ante el virus, la creencia se convierte en una farsa. ¿Y nuestro papa? San Francisco abrazó a los leprosos…”.

“El hombre está más amenazado que nunca”

A partir de una antigua historia de Simbad el marino, Byung-Chul Han reflexiona sobre el potencial autodestructivo del hombre, en tiempos en que se ve tensionado por un virus. De alguna forma, el comportamiento del ser humano con la naturaleza, es casi análogo al de una expansión viral.

“En un viaje, Simbad y su compañero llegan a una pequeña isla que parece un jardín paradisíaco, se dan un festín y disfrutan caminando. Encienden un fuego y celebran. Y de repente la isla se tambalea, los árboles se caen. La isla era en realidad el lomo de un pez gigante que había estado inmóvil durante tanto tiempo que se había acumulado arena encima y habían crecido árboles sobre él. El calor del fuego en su lomo es lo que saca al pez gigante de su sueño. Se zambulle en las profundidades y Simbad es arrojado al mar”.

“Este cuento es una parábola, enseña que el hombre tiene una ceguera fundamental, ni siquiera es capaz de reconocer sobre qué está de pie, así contribuye a su propia caída (...) Nos comportamos con la Tierra como bacterias o virus que se multiplican sin piedad y finalmente destruyen al propio huésped. Crecimiento y destrucción se unen”, comenta.

De allí a que la pandemia, y su impacto devastador, sean consecuencia de la acción del ser humano sobre la naturaleza. “La historia de la Humanidad es una lucha eterna contra lo divino, que resulta destruido necesariamente por lo humano -sostiene Byung-Chul Han-. La pandemia es el resultado de la crueldad humana. Intervenimos sin piedad en el ecosistema sensible”.

“Simbad el Marino es la metáfora de la ignorancia humana -explica el académico-. El hombre cree que está a salvo, mientras que en cuestión de tiempo sucumbe al abismo por acción de las fuerzas elementales. La violencia que practica contra la naturaleza se la devuelve ésta con mayor fuerza. Esta es la dialéctica del Antropoceno. En esta era, el hombre está más amenazado que nunca”.

La globalización

Al final, se le pregunta a Byung-Chul Han cuánto golpeará la crisis provocada por la pandemia el orden mundial. En específico, al sistema de interacción internacional, la globalización, debido a la división internacional del trabajo que sitúa al continente asiático como uno de los principales puntos en que se manufacturan insumos médicos.

“El principio de la globalización es maximizar las ganancias -dice el filósofo-. Por eso la producción de dispositivos médicos como máscaras protectoras o medicamentos se ha trasladado a Asia, y eso ha costado muchas vidas en Europa y en Estados Unidos”.

“El capital es enemigo del ser humano, no podemos dejar todo al capital -agrega-. Ya no producimos para las personas, sino para el capital. Ya dijo Marx que el capital reduce al hombre a su órgano sexual, por medio del cual pare a críos vivos”.

Para Byung-Chul Han, la libertad individual -en eventual riesgo ante la pérdida de la democracia- es una idea que se pone en entredicho. “También la libertad individual, que hoy adquiere una importancia excesiva, no es más en último término que un exceso del mismo capital”.

“Kafka ya apuntó la lógica de la autoexplotación: el animal arranca el látigo al Señor y se azota a sí mismo para convertirse en el amo. En esta situación tan absurda están las personas en el régimen neoliberal. El ser humano tiene que recuperar su libertad”, concluye.

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