
Antonio Scurati, escritor italiano: “Mussolini representa el arquetipo de todos los líderes populistas hasta nuestros días”
Recién traducida al español, la novela M, el hijo del siglo recrea el ascenso al poder del líder del fascismo italiano. Convertida en un éxito de ventas, fue motivo de debate en su país y será adaptada como miniserie por HBO. Su autor participa hoy en una conversación digital en Puerto de Ideas Valparaíso.

Un centenar de hombres llegó a la primera reunión de los Fascios de Combate. Era marzo de 1919 y el mitin, en un oscuro teatro de Milán, fue promovido por Il Popolo de Italia, el diario que dirigía Benito Mussolini. Los asistentes eran un puñado de “fascinerosos, inadaptados, criminales”, que escucharon al ambicioso hombre de 36 años que se propuso aprovechar el resentimiento de Italia tras la Gran Guerra. “Ahora todos nos dicen que la guerra ha terminado. Pero nosotros nos reímos de nuevo. Nosotros somos la guerra. El futuro nos pertenece”, dice ahora convertido en personaje de la novela M, el hijo del siglo.
Publicada en 2018 en Italia, la novela de Antonio Scurati recrea el ascenso de Mussolini y el fascismo al poder, desde 1919 a 1925, narrada desde su punto de vista. Acompañada de una ingente documentación, la novela se convirtió en un fenómeno: vendió medio millón de copias, recibió el Premio Strega y alimentó un debate sobre la forma de abordar la figura de Mussolini (1883-1945), hasta hace poco un tabú en ese país.
Concebida como una trilogía, el primer tomo acaba de traducirse al español, mientras el segundo llega a librerías italianas y se encuentra en fase de producción una miniserie a cargo de HBO. Scurati (Nápoles, 1969), académico de la U. Libre de Lengua y Comunicación de Milán, participará este sábado en una conversación virtual con el académico chileno Pablo Chiuminatto, en el marco de la décima versión del Festival Puerto de Ideas Valparaíso (puertodeideas.cl).
-¿Qué lo motivó a escribir esta novela?
Nunca he experimentado la fascinación del fascismo, por el contrario, quizás soy parte de la última generación que se ha formado en el antifascismo. Pero la urgencia de narrar al personaje de Mussolini me llegó un día mientras trabajaba en la novela sobre el lídere antifascista Leone Ginzburg, El mejor tiempo de nuestra vida. Respecto de Mussolini había una suerte de prohibición debido a los prejuicios antifascista sobre los cuales se funda la República Italiana. Prejuicios que a mi juicio son sacrosantos, pero que inhibían a los novelistas para usar como material narrativo a Mussolini y al fascismo. El desafío surgió mirando filmes del Instituto Luce, pensando “Pero esto nadie lo ha contado'”.
-¿Cuál era su intención narrativa?
Elegí la forma de novela porque la literatura ofrece muchas posibilidades y variadas formas, pero también permite una mirada libre, una narración centrada, y no con una orientación ideológica, sino sustentada en documentos y hechos, de manera que se convierte en la mejor lección de antifascismo. Ésa es la mirada imparcial y el poder democrático de la literatura. En este sentido, quise hacer justicia con aquello que fue eliminado de la conciencia colectiva, el fascismo como una de las matrices de la identidad nacional y hacerlo a través de una nueva narración popular e inclusiva: una novela.
-La novela fue un bestseller y motivo de controversia. ¿No temió que podría avivar el culto a Mussolini?
Es posible que la novela también haya sido leída por personas cercanas a las ideas del fascismo, pero la decisión de incluir en cada capítulo los documentos de esa época les ha permitido a los lectores conocer este período y formarse un juicio propio de los hechos. En un principio, me comprometí con este criterio documental riguroso y coercitivo por razones ético-políticas. Quería evitar el riesgo de una heroicización involuntaria de la figura de Mussolini y también el arbitrio inherente a la libre invención. Parecía un camino cuesta arriba, pero luego resultó ser una herramienta muy eficaz para un tipo de narrativa innovadora respecto de la forma novela. El narrador se mueve como un cineasta, como el artista que en la actualidad hace marcos más que pinturas. La selección de los materiales y el montaje son decisivos. Rechazando el marginalismo que está de moda, opté por contar los acontecimientos y los personajes principales. Pero incluso partiendo de esta premisa, me encontré narrando hechos y personajes en gran parte desconocidos.
-¿A qué adjudica el fenómeno en torno a M?
Estoy seguro de que el éxito de M es una señal de nuestro anhelo de recuperar el sentido de la historia para conocer nuestra identidad. Escribí esta novela pensando en las futuras generaciones, porque el redescubrimiento de la conciencia histórica puede vacunarlos ante los peligros del fascismo eterno.

-Mussolini suele aparecer a la sombra de Hitler, ni tan poderoso ni tan malvado. Pero usted afirma que fue un modelo para Hitler.
Hablaré de las relaciones entre Hitler y Mussolini en el tercer volumen. Lo que puedo distinguir es que la historiografía frecuentemente ha descartado a Mussolini como un bufón ridículo. En realidad, Mussolini aparece como el arquetipo de líderes populistas, el primero en sentir un extendido sentimiento de decepción y traición, y en transformarlo en un odio con el respaldo de la violencia estatal; fue el primero en utilizar el lenguaje corporal en el discurso político.
-"Negociar, engañar, amenazar. Negocia con todos, traiciona a todos". ¿Esa era la estrategia de Mussolini?
Mussolini teorizaba sobre la “supremacía táctica del vacío”. Por lo mismo, despreciaba abiertamente los programas políticos (los definía como “papel usado”), las teorías, las ideas, la fidelidad a cualquier ideal o compromiso vinculante. Su pragmatismo no es solo una expresión de falta de escrúpulos, sino de una nueva idea de política según la cual el líder del nuevo siglo no conducirá a las masas hacia ideales y objetivos elevados y distantes, que las masas no pueden ver, sino que lo siguen, estando un paso detrás de la masa para oler sus humores, llenarlos y soplar sobre ellos como un fuelle. Por esta intuición suya, Mussolini representa el arquetipo de todos los líderes populistas del siglo venidero, hasta aquellos de nuestros días.
-¿Qué papel jugó el uso de la violencia en el auge del fascismo? ¿Y qué efectos tuvo?
El fascismo no triunfó a pesar de la violencia, sino en virtud de la violencia, de la hiperviolencia. Esta violencia ejercida en la vida civil por profesionales entrenados en los campos de batalla durante la guerra no solo fue una herramienta medible en términos de efectividad práctica, sino que se convirtió en objeto de deseo político por parte de grandes sectores de la población, especialmente la pequeña burguesía. Incluso los burgueses buenos, que no eran violentos, comenzaron a desear esta violencia, viendo en ella una posibilidad brutal de simplificación de la complejidad de la vida moderna, una solución radical para los muchos problemas que la democracia dejaba sin resolver.
-¿Qué responsabilidad tuvieron los políticos e intelectuales de la época en el triunfo fascista?
La debilidad y ceguera de la clase política liberal son los dos aspectos más llamativos al estudiar este período. Siempre es conmovedora para un novelista la ceguera de los hombres respecto de sí mismos y de su propia historia.
-¿Qué riesgos ve hoy de un nuevo auge del fascismo?
-Todas las corrientes internas del fascismo han tenido en común el rechazo y desprecio por la democracia parlamentaria, por la vieja clase política liberal. Mussolini es el primero que usa el término “antipartido” para definir a su propio movimiento y el término “antipolítica” para definir su propia actividad política. Este desprecio por la democracia y por la vida política, que aún hoy está presente, es el peligro.

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