Aurora Alquinta: “Cuando murió mi papá me di cuenta que pertenece al patrimonio de un país”

Foto: Manuel Lagos Cid.

Desde Francia, donde ha vivido toda su vida, la hija del “Gato” Alquinta lanza su primer disco, en el que abraza a la distancia el folclore de su tierra de origen y el cancionero de Los Jaivas, el grupo al que entró para reemplazar a su padre y abandonó poco después por un problema al oído que casi termina con su carrera.


Lo primero que el mundo supo sobre Aurora Alquinta Monsalve fue que en su época escolar era “responsable, linda y muy gentil”. Fue lo que sus profesores le transmitieron en las reuniones de apoderados a su padre, Eduardo “Gato” Alquinta, y lo que este luego expuso en la canción Alegría de mi amor, pletórico de orgullo por logros académicos de su hija.

Por esos días Los Jaivas residían en París, donde llegaron en 1977 desde Argentina para experimentar todos juntos la vida en comunidad junto a sus familias en una enorme casona plagada de discos, instrumentos musicales e invitados ocasionales como Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa y Pablo Milanés. El anhelo del fallecido guitarrista y cantante del grupo era que su “regalona” no se dedicara a la música y tuviera una vida con menos pellejerías, pero el folclore, los boleros y los valses peruanos que se tocaban en su casa calaron hondo en la artista.

“Finalmente, el camino artístico que tomé era lo que tenía en la casa, en el plato, pero sin darme cuenta. Eso es lo más loco: uno se cree original, pero no po”, dice Aurora Alquinta, cerrando su reflexión con un chilenismo de marcado acento francés.

Nacida en Argentina en 1975, la segunda hija del músico viñamarino y Mónica Monsalve se trasladó junto a su familia y la “tropa Jaiva” a Francia con sólo dos años. Hace más de cuatro décadas que vive en París, donde estudió antropología en La Sorbona y hoy divide su tiempo entre sus proyectos como cantante y un trabajo de oficina que le permite mantener a sus hijos y cumplir, en parte, con el deseo de su papá.

Aurora En El Sur Mestizo. Foto: Manuel Lagos Cid.

Aunque se siente y se declara chilena, sus visitas al país han sido esporádicas. La más extensa fue en 2003, cuando vino de vacaciones y terminó de vocalista de Los Jaivas tras la inesperada muerte de su padre, asumiendo la voz principal del grupo en una extensa gira que pasó por el Estadio Nacional y diversas ciudades. Meses después dejó el conjunto, pese a que en ese momento se perfilaba como la sucesora natural del “Gato” al interior de un colectivo que en 2004 sufrió otro golpe con la muerte de Eloy Alquinta, uno de sus cuatro hermanos (junto a Moisés y Ankatu Alquinta y Michael Peronard).

“Yo nunca pensé que mi papá era lo que era en Chile”, cuenta. “Acá en Francia iba a las reuniones de apoderados, y en una época que no era muy fácil para ellos hacía trabajos de construcción, nos enseñó a trabajar la electricidad, a hacer azulejos, cosas manuales. Obviamente siempre estuvo la música y veía cómo componía canciones fácilmente, una cosa increíble, pero yo no sabía que era famoso. Cuando murió me di cuenta que mi papá no era conocido, sino que pertenece al patrimonio de un país. Algo que uno no puede imaginar”.

Pese a la distancia geográfica, la música latinoamericana es la que mueve la carrera artística de Aurora Alquinta, que partió en reuniones familiares (“la primera canción que canté fue Cariño malo de Palmenia Pizarro”, recuerda), siguió con el grupo de salsa Yemaya la Banda -que mantiene hasta hoy- y que ahora expande con Aurora en el Sur Mestizo, proyecto que formó hace cinco años con músicos chilenos y con los que en mayo lanza el primer disco que lleva su nombre. Un trabajo grabado en Francia donde la artista luce su voz de contralto en versiones para Billie Holiday, la peruana Chabuca Granda y también un par de himnos de Los Jaivas, La conquistada y Canción del sur, las que reconoce fueron un desafío especial. “Para mí es muy difícil hacer una interpretación distinta de la música con la cual me crié, tomar esa distancia. Más encima estuve reemplazando a mi papá, cantando con ellos”, explica.

Este interés por Chabuca Granda, los boleros, la música afroperuana, ¿cuándo nace? ¿Era algo que escuchaban sus padres?

Sí. Cuando vivíamos en comunidad, vivíamos cada familia en una pieza y mi papá hizo una separación para que ellos tuvieran un poco de privacidad. Cuando salía de mi pieza estaban todos los discos, entre ellos Tarimba negra de Chabuca Granda. Tengo el recuerdo visual de esa carátula, lo tuve siempre en el inconsciente. Y como me crié en Francia obviamente tenía mucho más interés por la música latina que alguien que se crió en Chile, a quien quizás le interesaba más escuchar música de afuera. Tenía esa sensación de estar lejos de mi tierra.

Finalmente, su aproximación a la música y a la cultura latinoamericana se construyó siempre desde la distancia, desde la añoranza.

Sí, porque uno crece contento, tienes amigos, Francia es un país muy acogedor, el colegio y la salud son públicos y vas creciendo en un país que es cómodo, pero no puedes impedir que te falte algo. Igual te sientes extranjero y que estás lejos de tu tierra, entonces no ves tu tierra sólo como Chile, sino que el enfoque se agranda y ves a Perú, a Argentina. Mi papá tenía una guitarra acústica en la casa y siempre tocaba valses, boleros, y cuando escucho grandes guitarristas todavía es lo que más me hace vibrar.

¿Cómo la marcan en lo personal y en lo artístico el exilio familiar, el desarraigo, el anhelo constante de sus padres por volver a Chile?

Era exactamente así. Todos los años nosotros nos íbamos a volver a Chile así que yo no me apegaba mucho a mis amigos, porque pensaba que a fin de año nos íbamos. Y no nos fuimos nunca. Imagínate que mi mamá no ponía cortinas pensando en que nos íbamos a ir. Finalmente me quedé acá pero siempre pensé que volveríamos, sobre todo cuando chica. Nunca volví, porque después fui adolescente, fui a la universidad, me enamoré del padre de mis hijos que es francés, y cuando me separé lo pensé, pero finalmente no pude tampoco porque no puedo separar a mis hijos de su papá. Finalmente me quedé nomás.

Carátula del disco de Aurora en el Sur Mestizo, diseñada por su hermano Michael Peronard.

¿Hoy se siente más francesa o más chilena?

Chilena. Hasta mis hijos se sienten chilenos y mi hija adoptiva, que es rubia de ojos azules, se siente chilena.

Y pese a eso nunca ha vivido en Chile. De hecho estaba de vacaciones acá cuando muere su padre en 2003.

Exactamente, llevaba allá una semana cuando murió y fue el período más largo que estuve en Chile, porque cuando hice esa gira de homenaje a mi papá estuve mucho tiempo, haciendo algunas idas y vueltas a Francia para ver al papá de mi hijo. Yo hablo chileno, me criaron como chilena y cuando estoy en Chile la gente no se da cuenta que no soy chilena. Pero de repente hago preguntas tan absurdas que la gente no entiende, porque no sé quién es famoso allá, cómo se paga el ticket de metro. La gente me mira cómo si fuera tonta. Uno se siente de un país pero no conoces mucho de ese país.

Después de la muerte de su padre mucha gente la vio como la sucesora natural en la voz de Los Jaivas, se pensó que podía quedarse más tiempo en el grupo. ¿Cómo fue ese proceso?

Fue muy especial, pero finalmente fue imposible para mí seguir con Los Jaivas, por varias razones. Por un lado, para mí, nadie podía reemplazar a mi papá y eso creo que quedó claro. Dos, mi pareja estaba en Francia en esa época y me chantajeó mucho, fue súper duro, era muy conflictiva la situación porque yo estaba en Chile. Y la tercera razón, que nadie sabe, es que tengo un problema en el oído izquierdo. No sé si tuve muchas otitis cuando chica o fue porque siempre metía la cabeza en los parlantes de los conciertos de Los Jaivas, pero me dañé mucho el oído izquierdo. Y justamente cuando empecé a cantar con Los Jaivas me aparece ese problema, que no sabía lo que era, pero estaba en el escenario y de repente todo el mundo estaba tocando desafinado. Es como una cacofonía y yo estoy ahí, al medio, sin saber dónde está la nota.

Ahí decidí parar, porque con qué cara iba a cantar frente al público si no sabía cómo hacerlo. Así que me volví a Francia, paré de cantar un tiempo, fui a ver a los mejores médicos pero no entendía qué me pasaba, hasta que un profesor de técnica vocal me dice que no soy desafinada, sino que el problema aparece cuando estoy resfriada o tengo el tímpano cansado. Así que cuando estoy mal tengo que taparme el oído izquierdo y ahora puedo cantar. Fue duro, porque uno tiene su ego y quieres ser bueno, pero en ese momento te sientes una mierda. Por eso también este proyecto es de música suave, que es donde me siento más cómoda.

Volver a cantar en un estadio, nunca.

Tampoco es algo que me haga vibrar especialmente. Pero es impresionante igual. Cuando hicimos el concierto en el Estadio Nacional, con 40 mil personas frente a ti, fue algo increíble.

Aurora En El Sur Mestizo. Foto: Manuel Lagos Cid.

** Aurora del Sur Mestizo lanzará su primer disco -en copias físicas y en digital- a fines de mayo, mientras que el primer adelanto, Cardo o ceniza (original de Chabuca Granda y dedicada a Violeta Parra) estará disponible en plataformas desde este viernes 30.

El grupo lo integran Aurora Alquinta en la voz y cuatro músicos chilenos: Sebastián Gárate en el cajón y percusión; Juan Pablo Escares en guitarra eléctrica y producción; José Villegas en la guitarra acústica y Mario Troncoso en el bajo, arreglos y dirección artística.

“Cuando tienes un grupo en continentes distintos, es más difícil, y había que empezar así (con covers), pero ya que encontramos el sonido, que tenemos algo nuestro, el proyecto ahora es empezar a trabajar composiciones para un segundo disco”, adelanta la artista.

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