El recuerdo del “Naranjazo”: la contienda que llevó a la derecha a apoyar a Frei para impedir el triunfo de Allende

Eduardo Frei Montalva

El triunfo de la izquierda en la elección complementaria de un parlamentario en Curicó, que la derecha veía como carta segura, encendió las alertas en ese conglomerado y los llevó a quitarle el piso a su candidato presidencial, Julio Durán, en 1964. A esto se sumó que la Iglesia, tradicional aliado del sector más conservador, comenzó a mostrar simpatía por la DC, aunque según los historiadores consultados no influyó electoralmente. Una historia que revela la importancia y efectos de las contiendas electorales locales en un año donde se disputa también La Moneda.


Parecía una simple elección complementaria, debido al fallecimiento de un parlamentario en ejercicio. Tras la muerte del diputado por Curicó Óscar Naranjo Jara (PS), en 1963, su sucesor debía ser elegido en las urnas, a diferencia de lo que ocurre en estos días donde es el partido respectivo el que decide quién utiliza el cupo.

Para la elección, programada para el 15 de marzo de 1964, se presentaron 3 candidatos, representantes de los llamados Tres tercios en que se dividía la política chilena: Óscar Naranjo Arias, del PS, hijo del fallecido; Mario Fuenzalida, de la DC; y Rodolfo Ramírez, del Partido Conservador, por el ala de la derecha.

Esta última se encontraba confiada de un triunfo. En las municipales del año anterior, su alianza junto al partido Radical había obtenido la mayor proporción de votos, un 47%. Aunque el partido más votado había sido la DC, con un 23%. Esa alianza con los radicales no había sido casual. “El gobierno de Jorge Alessandri, para poder tener viabilidad en sus últimos años, tuvo que pactar con los radicales en el Congreso y tuvo que meter radicales al gabinete”, explica a La Tercera el historiador y académico de la USACH, Cristóbal García-Huidobro.

Además, otro factor alimentaba el optimismo derechista. “En las zonas rurales del Valle Central, los partidos Conservador y Liberal habían obtenido siempre altas votaciones, eran, de hecho, su fortaleza”, señala la historiadora Sofía Correa Sutil.

Por eso, la también académica de la U. de Chile asegura que para la derecha la elección complementaria tuvo un cierto carácter plebiscitario. “La elección complementaria por Curicó fue percibida como un anticipo de la elección presidencial de meses más tarde”. Estas estaban fijadas para el 4 de septiembre de 1964.

¿Quiénes iban a ir por esas elecciones? Salvador Allende (en su tercer intento), por la izquierda, apoyado por el FRAP (Frente de acción popular); Eduardo Frei Montalva, por la DC; y el radical Julio Durán, por la derecha. Justamente, representando la alianza mencionada. Además, había otro nombre que los polvorientos archivos han dejado en el olvido: Jorge Prat, de la derecha más nacionalista.

Y como la política da sorpresas, el triunfo de Naranjo hijo, con un 39%, fue denominado con un nombre tan folclórico como decidor: “El Naranjazo”. No estaba en los cálculos de nadie que el PS mantuviera su cupo parlamentario. En segundo lugar, llegó el derechista Ramírez, con un 32%; tercero, el DC Fuenzalida, con un 27%.

Por supuesto, ante el carácter plebiscitario y anticipatorio que la misma derecha había creado, la reacción no se hizo esperar. “La victoria de la izquierda causó una gran preocupación en la derecha, que entendió la elección de Curicó como un preanuncio de la victoria de Allende”, señala el historiador y académico de la USS y la UC, Alejandro San Francisco.

Sofía Correa añade: “Los dirigentes de los partidos Liberal y Conservador se aterraron con el triunfo del socialista Naranjo, y le entregaron su apoyo a Frei sin negociar la enorme cantidad de votos que le traspasaban (47% en alianza con los radicales en las municipales de 1963). Por lo demás Frei declaró que ni por un millón de votos cambiaría una línea de su programa, dándole un portazo a cualquier intento de negociación”.

¿Y Durán? “Sin el apoyo de la derecha, el candidato radical estaba perdido: Durán renunció; luego repuso su candidatura para evitar la destrucción de su partido. Prat, candidato de la derecha nacionalista, se retiró”, añade la historiadora.

Julio Durán, candidato de la derecha.

Ahora, según Cristóbal García-Huidobro, Durán nunca convenció del todo a la derecha. “Conservadores y liberales no estaban agradados de votar por un radical, pero lo consideraban el mal menor. La derecha lo apoyaba a regañadientes. No estaban tan seguros de que sacara la primera mayoría, entonces por eso decidieron votar por Frei, y eso rompió en forma ficticia los tercios”.

Apoyar a Frei y quitarle piso a Durán no le salió gratis a la derecha y causó un terremoto grado 9 en el sector. “La decisión de restarse en la elección presidencial y dar su apoyo incondicional a Frei, le costó su existencia a los centenarios partidos Conservador y Liberal –explica Sofía Correa–. En la elección parlamentaria de 1965 su votación se redujo en conjunto a un magro 12,5%. Los votantes liberales habían apoyado a las fuerzas de Frei, en quien veían un líder moderno, cosmopolita y anticomunista, apoyado por Estados Unidos”.

Eduardo Frei Montalva
Eduardo Frei Montalva

El factor de la Iglesia

Otra corriente, hasta ese momento subterránea, emergió también para complicar algo más el cuadro: el apoyo de la Iglesia Católica a la DC. “El Partido Conservador había perdido su razón de ser como el partido de la Iglesia Católica, la que, en una carta pastoral de 1962, le había expresado abiertamente su rechazo y su vinculación al Partido Demócrata Cristiano; su electorado se volcó a la Democracia Cristiana”, señala Sofía Correa.

Es por ese motivo, sumado al magro desempeño de las parlamentarias del 65, es que “los dos partidos de derecha se disolvieron en 1966 y junto a sectores nacionalistas que habían sido minoritarios en el sector, crearon un nuevo referente, el Partido Nacional”, añade Correa.

Para García-Huidobro, este acercamiento de la Iglesia a la DC tuvo también un componente ideológico. “La Iglesia comenzó a alejarse del Partido Conservador porque adoptó una línea más socialcristiana, y el Partido Conservador no era abiertamente socialcristiano. Eso llevó al quiebre entre la Falange Nacional y el Partido Conservador, la primera se transformó luego en la DC”.

Además, añade el historiador, “la DC era un partido socialcristiano, corporativista a pesar de que dicen que no. Hubo sacerdotes y obispos cercanos a la DC, porque muchos de los líderes de la DC fueron alumnos o amigos de esos obispos, como de Manuel Larraín, quien fue obispo de Talca, o del mismo cardenal Silva Henríquez”.

Incluso, la Iglesia ya había mostrado la cercanía al programa de Frei ejecutando una reforma agraria propia. “Hizo una serie entrega de tierras a campesinos, para que fueran sus dueños y no meros peones y aparceros”, dice García-Huidobro.

Cardenal Raúl Silva Henríquez.

En todo caso, para él, esa cercanía no fue tan influyente electoralmente. “La Iglesia tuvo una coincidencia de algunos fines de la DC, pero no creo que eso haya tenido influencia en la elección misma, en el sentido de movimiento de votos”.

“No me parece que la renuncia [de Durán] tenga que ver con eso, aunque es evidente que desde unos tres o cuatro años antes de las elecciones un sector importante del episcopado, y el cardenal arzobispo de Santiago Raúl Silva Henríquez, habían tomado una postura más cercana a la DC y distante del Partido Conservador”, señala Alejandro San Francisco.

Finalmente, el 4 de septiembre de 1964, Eduardo Frei Montalva triunfó con un 56%, le siguió Alende, con un 38,9%; luego vino Durán, con un magro 4,9%. Un dato no menor es el que analiza García-Huidobro: “En 1958, Frei sacó 20%, fue tercero; y de repente despegó a un 56%. Lo más probable es que si la derecha no hubiese votado por él, salía Allende”.

Curiosamente, en 1964 Allende sacó un porcentaje mayor respecto a la elección de 1970, donde salió electo (36,6%).

Allende fracasó tantas veces en sus intentos de llegar a la presidencia que bromeaba diciendo que su epitafio diría: "Aquí yace Salvador Allende, futuro presidente de Chile". AFP

¿Un nuevo “Naranjazo”?

Ante los resultados de las megaelecciones del fin de semana pasado, y de cara a la inédita segunda vuelta de gobernadores que se dará el 13 de junio, muchos han recordado el episodio del “Naranjazo”. Sofía Correa Sutil es cauta: “La historia no se repite. La experiencia histórica acumulada en las diversas fuerzas políticas es muy diferente hoy en día, como también lo es el escenario internacional. La existencia de una segunda vuelta electoral cambia sustantivamente los dilemas partidistas, y difumina las semejanzas con el pasado. En el caso de la segunda vuelta para gobernador por Santiago, es evidente que las fuerzas de derecha votarán por Orrego, por muchísimos motivos, y sin costo político para ellas. No se asemeja en nada a la disyuntiva que enfrentaron en la elección presidencial de 1964”.

Para García-Huidobro, el análisis pasa por otro lado. “Yo creo que esto se parece más a la elección Frei-Allende-Durán más que al ‘Naranjazo’ mismo, porque la lectura que se hizo el 64 era no respecto a Naranjo, sino respecto a si Julio Durán podría sacar primera mayoría respecto a Allende”.

El académico de la USACH agrega: “Claudio Orrego es el ‘mal menor’ para la derecha respecto de Karina Oliva, pero Orrego, en su discurso de aceptación, dijo que había vencido a la ultraizquierda y a la derecha y que no iba a hacer una candidatura hacia la derecha. Está hipotecando los votos que la derecha le podría dar, entonces yo no sé cuál inteligente es esa movida. Y se parece más a la presidencial del ’64, guardando las proporciones”.

La cientista política Mireya Dávila, académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, no cree que al menos, en la RM se de un fenómeno como el del 64. “Me parece que no. Actualmente la derecha está saliendo de una derrota muy fuerte y tiene elecciones importantes por delante: parlamentarias y presidenciales. Si bien el cargo de gobernador es importante en la RM es importante por el número de votos, es uno nuevo, lo que hace que no necesariamente se conozcan sus funciones. Además probablemente votará poca gente”.

Sofia Correa sí ve ciertas coincidencias en la presidencial. “Se podría presentar una situación semejante a la de 1964, si la derecha tuviera que votar por un ‘mal menor’ sin negociación de por medio y con una alta posibilidad de que se destruyeran sus partidos. Tal sería el escenario si pasaran a segunda vuelta Provoste y Jadue. Los votantes de derecha irían a las urnas para evitar el triunfo del Partido Comunista, mientras que Provoste les cerraría la puerta para cualquier acuerdo o negociación. Sería el fin de todos los partidos de la derecha actual. Tendría que surgir un nuevo referente para enfrentar el ciclo político que se vislumbra, fuertemente izquierdizado, estatista y antiempresarial. Citando a Mark Twain, la historia no se repite, pero rima”.

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