Crítica de discos de Marcelo Contreras: Black Midi como candidato a disco del año y Rage Against the Machine muestra sus rarezas

Carátulas de Black Midi - Hellfire y Rage against the machine - Live & rare
Carátulas de Black Midi - Hellfire y Rage against the machine - Live & rare

El tercer álbum del veinteañero trío londinense requiere atención extra, y un letrero de no molestar para sumergirse tranquilo en la complejidad de esta obra marcada por la ambición y la voluptuosidad. Por su parte, el disco en vivo de los estadounidenses refleja cómo a pesar de la singularidad y la potencia de su propuesta, tendía a moverse en círculos.



Black Mid - Hellfire

Después de generaciones de bandas inglesas mirándose los zapatos -los ágiles del shoegaze-, y otras tantas jugando a los Beatles, los Stones y Bowie (¿por qué no Sabbath o Zeppelin?), Black Midi rememora la tradición progresiva más esquizofrénica y rigurosa de la isla, la matriz del primer King Crimson. Independiente de las referencias que sólo trazan una orientación general, en ningún caso las amarras de un acto revivalista, y a poco más de un año del excelente Cavalcade, este tercer álbum del veinteañero trío londinense requiere atención extra, y un letrero de no molestar para sumergirse tranquilo en la complejidad de esta obra marcada por la ambición y la voluptuosidad.

Es imposible procesar en un solo repaso toda la data musical y lírica contenida en cada una de la decena de canciones, estructuradas con la dinámica de las bandas sonoras de los viejos dibujos animados de mediados del siglo XX. Las piezas se suceden como un zapping, a ratos demencial, en un alarde de técnica y precisión que escala, se repliega, estalla y acaricia, recurriendo al jazz, el vodevil, elementos orquestales y vientos que envuelven en espiral o chocan de frente.

La columna persiste en el rock matemático, una de las bases de Black Midi, como se integran elementos latinos destilados con maestría -el flamenco inyectado de jazz y progresivo en Eat men eat-, fundidos en una galería de personajes con letras kilométricas. Ocurre, entre varias, en The Race is about to begin, una metralla de versos comprimidos en siete minutos de vértigo musical, como Dangerous liaisons da cuenta de un granjero que descubre haber pactado con un tipo que resulta ser Satanás.

Si se trata de nexos nuevamente, el debut de Mr. Bungle (1991) es un link directo. O Fulano, en cualquier periodo. Tal como en 2021, Black Midi candidato a disco del año.

Rage against the machine - Live & rare

Ahora que la maquinaria de Zach de la Rocha, Tom Morello, Tim Commerford y Brad Wilk vuelve a combustionar en vivo con la gira Public service announcement, a once años del primer regreso (y con rumores de visita a Chile), llega este compilado en directo que desde el título advierte inclinación por material más oscuro, lo cual redunda en la ausencia de clásicos como Killing in the name, Know your enemy y Bulls on parade.

Lanzado originalmente sólo en Japón en 1998 y reeditado dos años después en el mismo mercado con tres temas extras, esta versión para plataformas se queda con el listado original de una docena de cortes más un par de demos de 1991 -Darkness y Clear the lane-, lejos del nivel del extraordinario debut al año siguiente, un título fundamental en los 90.

Las cinco primeras -entre ellas Bullet in the head, Bombtrack y Take the power back- son un mazazo, registradas en 1993 en shows por Amsterdam, Minneapolis y Vancouver. Furiosas, incendiarias, atemporales, con Morello simplemente fenomenal entre riffs demoledores, una inventiva sónica descollante ampliando la funcionalidad de la guitarra, y solos gráciles con reminiscencias del jazz.

La segunda parte, que incluye un cover de Fuck tha police de N.W.A., decae un tanto. Chuck D de Public Enemy participa de la larga intro de Zapata ‘s blood, una alegoría al movimiento zapatista. Hadda be playing on the jukebox saca a pasear los pecados de la CIA, el FBI, los gobiernos de JFK y Nixon con Kissinger a la cabeza, la mafia, y la intervención estadounidense en la Guerra Fría en los destinos de países como el nuestro, entre otros. Es una larga perorata muy bien articulada por Zack de la Rocha, con la banda hilando una especie de blues mántrico. A la vez refleja cómo Rage Against the Machine, a pesar de la singularidad y la potencia, tendía a moverse en círculos.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.