“Pregúntale a Alicia”: el libro moralizante sobre las drogas que resultó ser una mentira

Beatrice Sparks.

Publicado en 1971, en Estados Unidos, se convirtió en un fenómeno por relatar la historia de una adolescente perdida en las drogas. Primero salió a las tiendas como anónimo, pero luego apareció su autora, Beatrice Sparks, quien aseguró que la historia la había sacado de un diario de vida. Pero un reciente libro lo desmiente.


En 1971, un fenómeno literario se desató en Estados Unidos. Poco después de que a los escaparates llegara La campana de cristal, la única novela de Sylvia Plath, apareció un título anónimo de nombre sugerente: Pregúntale a Alicia. En formato de un diario de vida, una adolescente contaba sus vivencias escapándose de casa y cayendo bajo el influjo de las drogas.

La chica se enojaba con sus padres, con sus profesores en el colegio por ser aburridos y consigo misma por estar aburrida. Así, llevaba a cabo cosas tan impactantes como lavarse el pelo con mayonesa. En una fiesta de firmas de anuarios, donde los adolescentes yankees se firmaban sus anuarios unos a otros, alguien comienza a repartir botellas de Coca-Cola, pero con un componente extra: ácido lisérgico, el LSD:

Querido diario, no sé si debería estar avergonzada o eufórica. Solo sé que anoche tuve la experiencia más increíble de mi vida”. Resulta que las cosas que ella “escuchó sobre el LSD obviamente fueron escritas por personas ignorantes y desinformadas como mis padres que obviamente no saben de lo que están hablando”, anota “Alice” en su diario.

Beatrice Sparks.

Pero en rigor, no es que la chica se llamara realmente Alice, el nombre fue elegido a referencia de la canción White Rabbit, de Jefferson Airplane. Poco después de su publicación, el libro comenzó a ser un fenómeno, y en los medios, comenzó a presentarse una sicóloga que aseguraba ser la autora del volumen. Se llamaba Beatrice Sparks.

La idea del libro era servir de lección para los adolescentes, según explicaba su autora. Pero eso sí, comentaba que el diario efectivamente existía. Comentaba que había “encontrado” el diario de una adolescente, y que ella se había limitado a “editado” o “ensamblarlo”. Eso sí, comentaba que no había una adolescente real tal como la describía. Más bien, su libro se basaba en el diario al cual había accedido.

El libro fue rápidamente prohibido, aunque eso solo hizo que las ganas de los adolescentes por leerlo aumentara. Claro, revelaba el mundo de las drogas y el sexo a un público ávido de nuevas experiencias. Incluso, el libro fue adaptado para una película de ABC protagonizada por William Shatner como el padre de la cronista y Andy Griffith como el sacerdote que la saca de las calles.

Pero el escritor estadounidense Rick Emerson, en un libro reciente, despejó la veracidad del asunto. En Unmask Alice: LSD, Satanic Panic, and the Imposter Behind the World’s Most Notorious Diaries, revela que en rigor, lo que hizo fue inventar una historia. Nunca hubo diarios de adolescentes.

Es posible que Sparks compilara sus historias a partir de múltiples estudios de casos que encontró”, explica la crítica literaria Casey Cep en The New Yorker. “La verosimilitud es algo difícil de medir, especialmente cuando se trata del histrionismo inherente a la adolescencia y los extremos genuinos de la adicción o el trauma. Algunos críticos del Diario de Jay -su segundo libro- basan su escepticismo en pasajes emocionalmente forjados que consideran improbables viniendo de un adolescente”.

Beatrice Sparks.

El suicidio que la inspiró

Oriunda de Pima, Arizona, en rigor, Sparks era alguien que había abandonado la escuela secundaria, trabajado de camarera en Santa Mónica, California, y se enamoró de un mormón llamado LaVorn Sparks, originario de Texas. Se casaron y se mudaron al estado natal de marido donde iniciaron un negocio de tintorería. Con el tiempo la situación económica mejoró y se mudaron a Utah. Ahí Beatrice conoció como cliente en un negocio a Art Linkletter. Fue él quien llevó el libro a un agente literario.

Pasa que la hija menor de Linkletter se suicidó, en 1969. Él culpó de la muerte de la chica al LSD y comenzó una campaña contra las drogas recreativas y psicodélicas. Beatrice Sparks, se había ofrecido como voluntaria en un hospital local y se había interesado por los jóvenes con problemas. Por ello, y un intento por confortarlo, ella le regaló un manuscrito que tituló Buried Alive: The Diary of an Anonymous Teenager.

La casa editora Prentice-Hall se interesó en publicarlo, pero el editor pensó que dada su condición de voluntaria en un hospital, acreditarla podría comprometer el éxito del libro y por ello decidieron ponerlo como anónimo. “Como ya saben, la Sra. Sparks se dedica a ayudar a los jóvenes, y está dispuesta a permanecer en el anonimato para hacer llegar el mensaje al público”, señaló escribió su abogado a la hora de firmar el contrato respectivo para la edición del libro.

Sin embargo, Rick Emerson asegura que Sparks no solo fabricó su material de origen, sino también anuncios publicitarios de expertos ficticios. Incluso, señala que cuando era confrontada por la originalidad del texto, Sparks se justificaba aludiendo a la autenticidad de la crónica, con sus escenas explícitas y su lenguaje obsceno. Aseguraba que escribió sobre adolescentes con problemas “para que otros niños no tengan que ir allí donde ellos han estado. Pueden ver el precio que uno tiene que pagar y toman su propia decisión”.

“Emerson ve a Sparks principalmente como una impostora, pero se presenta como una verdadera creyente, tanto en el mal como en su capacidad para combatirlo asustando directamente a los adolescentes -señala Casey Cep-. Es casi seguro que se vio a sí misma como parte de la histórica tradición de tomar el vicio por tema en un esfuerzo por ensalzar la virtud, un Dante moderno o un John Bunyan moderno”.

Sparks no cejó en su afán de libros moralizantes y publicó otros volúmenes: Diario de Jay (1978), Le sucedió a Nancy (1994), Casi perdido: La verdadera historia de la vida de un adolescente anónimo en las calles (1996) o Encontrar a Katie (2005), su último libro. Todos sobre adolescentes aproblemados. Falleció en 2012, a los 95 años.

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