Annie Ernaux desde Chile: un prólogo para La Otra Hija

La casa editora nacional Los libros de la mujer rota publicó este año la novela original de 2011, en el que Ernaux -reciente Nobel de Literatura- habla de una hermana que nunca conoció pues falleció antes de su nacimiento. Con traducción del escritor chileno Galo Ghigliotto, el prólogo corrió por cuenta de la escritora Nayareth Pino Luna, y que reproducimos íntegro por cortesía del sello.


En quinto básico las niñas y niños de Chile aprenden —sea lo que eso signifique— que el narrador de una obra no es lo mismo que el autor de la obra. Lo subrayan en rojo, narrador, no confundir con el autor. Lo mismo les dicen en sexto básico. El famoso hablante lírico es alguien distinto al poeta —en estas aulas se tiende a usar el género masculino para hablar de literatura, ciencia, artes—. Estos niños y niñas anotan estas y otras consignas, tareas, deberes, sin darles tanta importancia, olvidándolas al día siguiente y qué bien. Si tenemos suerte, algunos de esos niños y niñas se convertirán en lectores —el paso por la escuela no es garantía de nada—, un día abrirán un libro, una novela y se encontrarán con la noticia.

Esa frase que escribieron con su caligrafía infantil, imperfecta, no respondía a algo que pudieran definir como verdadero o falso. El famoso y temido ítem de evaluación, en que cada enunciado es lo uno o lo otro, y que estudiantes vivarachos —de ayer y hoy— intentan burlar diluyendo el límite caligráfico entre una uve de verdadero y una efe de falso mayúscula. Diluir los límites, superar la máxima aristotélica de lo blanco y lo negro, lo binario; destrabar los géneros literarios, desatar las camisas de fuerza de la lengua; esos parecen ser los móviles que conducen la escritura de Annie Ernaux, móviles que se desplazan en el terreno de lo político.

French novelist Annie Ernaux walks after being announced as the winner of the 2022 Nobel Prize in Literature, in Cergy-Pontoise, France October 6, 2022. REUTERS/Johanna Geron

Esta escritora francesa (1940) nacida en Normandía, en el seno de una familia de clase trabajadora, iletrada, es una mujer que conquistó la palabra, ese artificio ajeno aún a las clases obreras, como la misma Ernaux consignó en una entrevista el año 2019 al declarar su apoyo al movimiento de los chalecos amarillos en Francia. Un dato biográfico no menor y que responde a la ética que ha sostenido la autora durante su carrera literaria. Ese mismo año el apellido Ernaux se sumaba a la lista de las pocas mujeres y de los muchos hombres galardonados con el premio internacional Formentor de las Letras. En el discurso para recibir el galardón ensayó sobre la que ha sido su posición en el campo literario: la de una ilegítima, la de una mujer que ha puesto el “yo” como piedra angular de su propuesta narrativa y que, a causa de esta decisión, fue durante mucho tiempo “masacrada” —en sus palabras— por la crítica.

Esta profesora de Letras ha articulado su extensa obra a partir de su propia vida. Sus libros relatan pasajes como la muerte de su padre y su historia en Normandía (El lugar), el día en que su padre casi mata a su madre (La vergüenza), su historia como una estudiante universitaria que decide abortar ilegalmente (El acontecimiento), o la historia de una mujer ya madura que delira por un diplomático (Pura pasión), entre muchos otros. La otra hija, en tanto, es una carta a la niña que llegó antes que ella, que murió de difteria a los seis años, y que Annie Ernaux llega a reemplazar en su rol de hija única un par de años más tarde. Poco fructífero resulta sumergirse en la obra de Ernaux para intentar comprender el yo que se articula en los relatos. El yo parece ser una de sus muchas técnicas para trazar lo que será su ética.

La autora en una de sus entrevistas también señala con sospecha que pareciera ser que las mujeres que escriben pueden aspirar a ser como máximo “novelistas”, rara vez “escritoras”. En ese sentido, la primera persona, el carácter autobiográfico en Ernaux es el lugar de enunciación desde el cual ha construido su autoría. Esa es su apuesta. En la dicotomía autora/narradora que deben enfrentar estudiantes de quinto básico, Ernaux opta por ser más que una narradora que cuenta una historia, que persigue la máxima del iceberg de Hemingway, el argumento estructural de Poe o el universal propósito de las novelas de tesis.

Escrituras del yo, autoficción, no ficción, autobiografía, literatura menor o literatura a secas, son conceptos que acuñan otras personas, ya adultas, no los niños que van al colegio, y que también se escapan de la lógica de lo verdadero o lo falso. O lo que Lorena Amaro denomina como el desmoronamiento metafísico de los términos. Quienes rehúyen a la demanda por no separar al autor de la obra, no comprenden que las autorías también revisten un discurso. Se construyen. Si bien la teoría literaria, desde la muerte del autor, se centró en los contenidos que se expresaban en las obras —no se hace ciencia sobre el autor, sino sobre los discursos, señalaba Barthes—, es necesario copiar el gesto retórico —porque eso es lo que es— de las y los estudiantes intentando burlar sus pruebas de Lengua y Literatura.

Hasta aquí este prólogo ha perseguido poner en discusión aquellos términos —mañosos— que podrían surgir sobre la autora luego de una primera búsqueda en Google. Por lo que ahora convendría preguntarse sobre la ética que se modula a partir de la llamada literatura del yo de Annie Ernaux. Escribir una obra, una novela o lo que parece ser una carta —en el caso de La otra hija—, es también articular una pregunta, es ensayar un par de respuestas. Es eso lo que hace Ernaux en este texto dedicado a la que se rehúsa llamar hermana. La pregunta que prefigura la autora es una pregunta sobre la lengua, sobre la escritura. Poner en el centro de lo dicho el ejercicio de escribir, el lenguaje, es también asumir la responsabilidad política de la palabra.

“La realidad es un asunto de palabras, un sistema de exclusiones” se puede leer en las páginas de La otra hija. Ginette es el nombre de la primera hija de los padres de Annie, una primera hija que parecía ser perfecta, amorosa, creyente, portarse “mejor que esta otra”, esa otra es Annie. La vocación religiosa de la niña enferma no logra salvarla de la difteria y muere a sus seis años. Annie, por otro lado, enferma gravemente de tétano a los cinco años, sin embargo, sobrevive. Y para qué, se pregunta. Por qué ella y no la primera hija, esa que intenta capturar a través de las pocas fotos que existen y que sus padres tan bien ocultaron.

La respuesta que encuentra en esta reflexión, en estas palabras a la niña muerta, ilumina toda la obra de la autora. Una respuesta que a su vez dialoga con El acontecimiento y el lenguaje que suscita la violencia de haber sobrevivido a un aborto clandestino. Leer este libro es dotar de significado los libros que se hayan leído o se quieran leer de esta escritora quien, a su vez, reconoce los límites de la lengua en estas páginas “tengo la sensación de no tener una lengua para ti”, “estás fuera del lenguaje”. Leer esta carta es encontrarse con el inicio y el fin de la lengua. Con la muerte: “aquí me parece que las palabras desgarran una zona crepuscular, me atrapan y se acaban”.

Annie Ernaux manifiesta en sus entrevistas el intento por retratar una época violenta, y a través de este libro, de esta carta, se asoma el delirio de una sociedad en guerra. En La otra hija vemos a los sobrevivientes del siglo XX, el duelo convive con el imperativo de dos padres que deben seguir atendiendo su negocio a días de la partida de su hija, porque la pobreza es la otra amenaza. Una amenaza amarrada a la muerte. Sin embargo, esos padres no son los padres de la protagonista. Ella reconoce en sus rostros, a través de las fotos, que algo cambió en ellos para siempre. Y como dice la cita que escoge de epílogo de esta obra, los niños son testigos activos en esta procesión. Eligen creer, hacer como que no escuchan, proteger a sus padres y, en el proceso, anidar preguntas que un día, décadas más tarde, intentarán destrabar gracias al diálogo con sus muertos.

¿Verdadero o falso? Annie Ernaux elige la palabra y con ello, las preguntas. Consolidar una autoría que va más allá de la narración, que sitúa la verdad en su propia lengua.

Nayareth Pino Luna, Escritora.

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