Gaspar Noé: “Todo el mundo teme más a la demencia senil que a la bomba atómica o a la guerra”

Tras sobrevivir a una experiencia cercana a la muerte, y despedir a amigos cercanos, el reputado cineasta de Irreversible y Enter the Void filmó su película más personal: Vortex, la historia de un matrimonio mayor que sufre las consecuencias del deterioro mental (ya disponible en la plataforma Mubi). En diálogo con Culto, habla del adiós de Jean-Luc Godard, del uso que le dio a Gracias a la Vida, y de su nueva rutina luego de padecer una hemorragia cerebral.


Durante 2020 presenció de cerca los fallecimientos del cineasta argentino Fernando “Pino” Solanas y del actor francés Philippe Nahon. Con el primero trabajó como asistente de dirección a fines de los años 80 y el segundo fue su intérprete favorito durante su primera etapa como realizador, otorgándole el protagónico en su ópera prima, Seul contre tous (1998), y un cameo en Irreversible (2002).

“Ver gente que uno ama, muertos de Covid o de otras cosas… Ir a las ceremonias, después ayudar a vaciar los departamentos”, dice Gaspar Noé (Buenos Aires, 1963), intentando sintetizar en unos segundos un fatídico periodo que también incluyó el deceso de su suegro.

“Estaba en unos meses de aceptación de la muerte, así que me gustaba la idea de hacer una película sobre la muerte, pero que no fuera una película dramática, sino que mostrara la muerte como el fin de un proceso natural, que es la vida”, explica a Culto desde París, Francia, la ciudad en la que ha residido durante la mayor parte de su existencia.

Gaspar Noé. Foto: ©Lucas Arbay

Según el relato del autor de Enter the void (2009), despedir a esos cercanos ejerció una mayor influencia en su creación que incluso lo que le tocó vivir en carne propia: a comienzos del año de la pandemia, sufrió una hemorragia cerebral que por fortuna no le dejó secuelas. “Por suerte salí bien y no creo tener daños mayores en el cerebro. Quizás tengo alguno, pero no me he dado cuenta”, sostiene.

Estrenada en el Festival de Cannes 2021 y premiada en San Sebastián, Vortex (ya disponible en la plataforma Mubi) reúne los condimentos de un largometraje bisagra. No es perdidamente provocador ni semeja un viaje alucinógeno, como buena parte de su filmografía. Sigue siendo dura y es atrevida en su diseño visual (se narra a través de dos planos en simultáneo), pero reúne elementos que la consagran como probablemente la cinta más accesible y contenida de su carrera.

Protagonizada por el cineasta italiano Dario Argento y la actriz francesa Françoise Lebrun, cuenta la historia de un matrimonio mayor que lidia con el deterioro físico y mental en el departamento de París que comparten desde hace años, donde reciben la visita de su hijo (Alex Lutz) y su nieto (Kylian Dheret). La premisa acechaba a Noé desde hace más de una década, pero reapareció durante la pandemia y se nutre de sus diferentes episodios con la finitud de la vida.

-Ha calificado a Vortex como “cruel pero cálida”. ¿Alguna vez imaginó que iba a hacer un filme que podría ser descrito de esa manera?

La película no es autobiográfica, pero hace diez años mi madre tuvo un Alzheimer bastante repentino y duro. Empezó a perder la memoria durante dos años y los últimos seis meses fueron muy, muy complicados, sobre todo porque, debido a otro problema causado por la edad, no podía dormir, tenía crisis de insomnio. A veces mi padre me decía: no me deja dormir, ¿por favor la puedes llevar a la cama a ver si toma una siesta? Y mi madre no dormía y me confundía con mi padre. Son momentos muy dolorosos, donde uno piensa que se descompuso la existencia. Y efectivamente se descompone la existencia de toda una familia. Pero al mismo tiempo hay momentos de belleza donde de repente tu propia madre, o puede ser tu padre, es tan frágil como un niñito, como un perro perdido, y hay cierta alegría en tener un contacto mucho más táctil, físico, con tus propios padres que el que tuviste en toda tu vida.

“Cuando mis productores me propusieron hacer una película en un decorado único con tres actores, durante el confinamiento, dije: sí, hay un tema que conozco, que es la demencia y cómo la demencia puede destruir a una pareja de ancianos y a una familia. Una película que me gustó mucho, Amour (2012), de (Michael) Haneke, describió una situación más o menos parecida, pero era más dramática en sus hechos. En este caso yo no quería que pasara nada dramático. Quería contar una historia mucho más banal, de cómo se descompone progresivamente esa historia de amor, y que pese a todo el amor del mundo, se sigue descomponiendo. Mucha gente me dice que los personajes son hermosos, pero que es dura. Al mismo tiempo, traté de filmarla casi como un documental, dejando a los actores –o no actores, porque Darío Argento no es un actor–, improvisar lo que les pareciera normal en una situación de ese tipo”.

-La realizó con un guión muy breve, dejando mucho espacio para la creación durante el rodaje.

Creo que el último guión que hice de 100 páginas fue el de Enter the void. Casi todas las películas de antes o después, ya sea Irreversible, Love (2015), Clímax (2018), o esta, fueron hechas con guiones que tenían entre tres y diez páginas máximo. Pero cuando digo que es un guión no es un guión, es como una descripción de las secuencias. El punto A y el punto Z son el mismo. Esa estructura es una columna vertebral de la película. Después uno le va agregando la carne. La carne son los decorados, la carne son los actores, la carne son los diálogos que ellos inventan conjuntamente contigo en el rodaje.

-¿Por qué cree que no hay demasiadas películas sobre parejas mayores que atraviesan una situación como la que se describe en Vortex?

Ves mi película y es una feel-bad movie. Hay un género americano que es el feel-good movie, que si todo te va mal en la vida, vas al cine y sales de buen humor. Si vas a ver mi película, seguro que durante un día no querrás hablar con nadie. La demencia senil, ya sea el Parkinson, el Alzheimer u otras enfermedades que te destruyen el cerebro debido a la edad, es un tema al que todo el mundo teme más que la bomba atómica, al que todo el mundo teme más que la guerra. Es una cosa que está omnipresente en nuestras familias, en todas las capas de la sociedad, y la gente no quiere ver eso. El temor número uno de casi todas las personas es perder el control de su cerebro, de su pasado, y hasta de su cuerpo. Por eso hay gente como Godard, que cuando llega la vejez, dice: quiero vivir dignamente, no quiero entrar en esa zona de descomposición. En Suiza tienen suicidios asistidos y se hizo un suicidio asistido. Hay gente que prefiere irse antes de caer, y hay otra gente que prefiere caerse poco a poco, porque quieren demasiado a la vida como para desprenderse.

-Hablando de Godard, cuando se supo de su fallecimiento, en septiembre, muchas voces inmediatamente comentaron que él había elegido una manera muy Godard de decir adiós. ¿Está de acuerdo con esa idea?

Creo que durante toda su vida habló de suicidio. Le gustaba controlar su cine, le gustaba controlar su vida, y creo que él ya lo había anunciado. Un suicidio a la Suiza como el que se hizo él son las condiciones ideales. Uno va en la mañana, toca el timbre de un doctor, el doctor te pone un producto que no duele, te quedas dormido y no te despiertas. Pero mucha gente aquí (decía): qué elegante hasta al final, qué maestro. La manera que él tomó para irse de este mundo fascinó a mucha gente y creo que inspiró mucho respeto también.

-En Vortex hay un afiche de una de sus películas (Una mujer es una mujer, 1961). ¿Lo planteó como una suerte de homenaje?

También cerca del final la música que se oye es la de El desprecio (1963). Entonces hay dos cosas que te pueden hacer pensar en Godard en la película. Como el personaje que interpreta Dario Argento es un crítico de cine, pensé en cuáles serían los libros, los afiches, que podría tener un buen crítico de su generación, y por supuesto creo que Godard fascinó a todos los críticos de cine de su generación. Me pareció natural que hubiera afiches de Buñuel, de Godard, de Fritz Lang. Y otra cosa: el afiche que compré (de Una mujer es una mujer) era particularmente lindo, me encantaba, por eso lo puse también.

-Hay una escena de Vortex en que está reunida la familia y de fondo suena Gracias a la vida, de Violeta Parra. ¿Cómo decidió su inclusión?

La secuencia la filmamos por supuesto sin Gracias a la vida. La primera toma no era tan dramática, pero en la segunda la pobre Françoise (Lebrun) se puso mal y se puso a llorar, entonces todo subió varios niveles de dramatismo. Yo me puse a llorar de alegría detrás de la cámara. La verdad es que funcionaba sin la canción de Violeta Parra, pero en un momento cuando estaba en la sala de montaje pensé que sería normal que hubiera una radio y música, y dije: ¿qué canción puedo poner que dramatice aún más la secuencia? Bueno, la de Violeta Parra, que es hermosa, es tristísima, y entonces conseguimos los derechos. Es cierto que para un público latinoamericano o español la secuencia es aún más dura, porque es aún más dramática. La canción es sobre que todo está mal, pero gracias a la vida por todo lo bueno y lo feo que me diste. Es un poco el tema de la película también.

-¿Se siente cercano a la obra de Violeta Parra?

Conozco poco. Conozco sobre todo esa canción. No podría pretender que sepa mucho de Violeta Parra. Pero casi siempre que escucho esa canción me dan ganas de llorar, me sale una lágrima.

-¿Se podría esperar que en los próximos años Ud. haga una película más cercana a sus filmes previos? ¿O cree que Vortex inicia una nueva fase en su carrera?

Están las películas que uno quiere hacer y después están las que te proponen. Y están las películas que son difíciles de financiar y otras que son muy fáciles de financiar. Por ejemplo, Love fue muy difícil de financiar, porque tenía secuencias eróticas. Enter the void fue muy difícil de financiar, porque era una película más cara y sobre todo muy psicodélica, y narrativamente la gente no sabía a qué se iba a parecer el producto final. En cuanto a Clímax, la filmé muy rápido y con poco dinero. Y en Vortex también todo el proceso fue rapidísimo. Uno puede tener un proyecto grande y no lograr financiarlo, y de repente aparece otra idea y dos semanas más tarde ya estás filmando. Es lo que me pasó con mis dos últimas películas, así que no sé muy bien cuál será la próxima.

-¿Qué sensaciones tiene respecto a los proyectos producidos por plataformas de streaming y realizados por grandes directores? ¿Le entusiasma esa idea?

¿Sabes qué? Personalmente, no tengo plataformas en mi casa. La verdad es que no miro la tele en mi casa tampoco. Solo compro. Parezco ya de otra generación, pero compro muchos Blu-ray y muchos DVD. Me encanta coleccionarlos. Voy al cine, voy a festivales de cine. Hay toda una parte de la cultura cinematográfica o televisiva de hoy en día que no conozco. Casi no veo series. Últimamente, vi en Venecia, y la vi de vuelta en París, una película que está producida por Netflix que me encantó, Blonde (Rubia), sobre Marilyn Monroe. Sé que hay mucha gente que se ofendió. Pero es cine en serio. La vi dos veces en tres días. Es larga y la segunda vez me pareció más corta que la primera.

-¿De qué manera ha cambiado su rutina en los últimos dos años, en especial después de sufrir la hemorragia?

Sobre todo me dijeron que dejara de fumar, así que dejé de fumar. Estoy tratando de beber menos, y también de echarle un poco menos de sal a la comida. Por supuesto también evito cualquier tipo de droga química. Nunca fui adicto a nada, pero era curioso, así que cada vez que oía de algo que no conocía, quería probarlo. Pero ahora ya no. Ya paré de jugar con mi cerebro

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