El Chavo del 8: la historia oculta tras su visita a Chile

El Chavo del 8 y su elenco en Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

Liderados por Roberto Gómez Bolaños, el elenco del programa vino al país en octubre de 1977, hace 45 años, para una serie de presentaciones. Entre ellas, se concretó uno de los primeros megaeventos en el Estadio Nacional y un tenso show en TVN. Ahí, estuvieron frente a un público que incluyó a los nietos de Augusto Pinochet. Años más tarde, Gómez Bolaños se refirió al hecho de haber actuado en un estadio ocupado en esa época como centro de detención.


“Este es el programa número 1 de la televisión humorística: el Chavo”, rezaba la voz en off que presentaba a El Chavo del 8, y no solo era el líder de sintonía en México, su país de origen, también en Chile. Aquí animaba las tardes setenteras de las familias chilenas a través de las pantallas de Televisión Nacional. Para el público criollo, las figuras del Chavo, Doña Florinda, Quico, Don Ramón, La Chilindrina y el señor Barriga eran sus acompañantes habituales. Acaso rindiendo tributo al tradicional nexo cultural entre nuestro país y el gigante de mesoamérica, que, por ejemplo, se había manifestado en la visita del cantante Jorge Negrete, en 1946.

1977 era un año movido. El sorprendente Palestino, dirigido por Caupolicán Peña y con Elías Figueroa en el plantel, levantó la Copa Chile. En los cines locales arrasaba Saturday night fever, con un soberbio John Travolta y la banda sonora de los siempre felices Bee Gees. En las radios y en las disquerías, sonaban las fiesteras I’m your boogie man, de KC & The Sunshine Band; Dancing queen, de ABBA; Dreams, de Fleetwood Mac; o Tonight’s the night (gonna be alright), de Rod Stewart.

Generalmente suele decirse que fue precisamente el inglés quien realizó el primer megarecital en el Estadio Nacional, el 7 de marzo de 1989, donde reunió a 80 mil personas. Sin embargo, antes que él, estuvo el español Julio Iglesias, el 11 de febrero de 1977 y las crónicas hablan que batió todo un récord de asistencia al coloso de Ñuñoa, con más de 100 mil personas. Más meritorio aún considerando que, a contrapelo de lo que ocurre actualmente, el recinto no solía albergar espectáculos ni recitales, los cuales se concentraban en teatros. Hasta ese año, la mayor cantidad de gente registrada había sido para un partido de fútbol entre Universidad de Chile y Universidad Católica, el 29 de diciembre de 1962, que tuvo 85.262 espectadores en las gradas.

Pero en ese 1977, el país viviría un nuevo megaevento en Ñuñoa. Quienes compraron La Tercera el sábado 1 de octubre se encontraron con un notición: se anunciaba la venida a Chile del elenco de El Chavo del 8. Los actores llegarían el viernes 7 de octubre y tenían contempladas una serie de presentaciones por el país.

La gira partía en Viña, donde actuarían en el Casino, el sábado 8, y en dos fechas en la Quinta Vergara, el domingo 9, las 11.00 y 17.00 horas. Luego harían dos shows en el Estadio Nacional, el miércoles 12 de octubre, en los mismos horarios de la Quinta. Según consta en las crónicas de la época, fue la empresa de Antonio Martínez, a cargo del Casino de Viña, la que trajo al elenco. Sin embargo, Eduardo Ravani, entonces director de televisión en TVN, asegura a Culto que fue la señal estatal la que trajo al Chavo.

“Él (Chespirito) fue contratado por Televisión Nacional para una gira que contemplaba actuaciones en estadios. Además, la inclusión en un programa de televisión. Era el que dirigía yo, el Dingolondango”. El detalle de la aparición en TV sería relevante.

El Chavo del 8 y su elenco en Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

Como sea, solo tres días después de anuncio, el lunes 3, La Tercera informaba que se estaban agotando las reservas de entradas para el show del Casino de Viña. Además, se relataba cómo iba a ser el espectáculo. “El show tiene una duración de 2 horas donde actúan con sus vestimentas típicas, haciendo participar a los niños”; y que el elenco estaría diez días en nuestro país. El miércoles 5 se daba cuenta de que iban a haber 20 buses gratuitos disponibles para quienes quisieran ir al aeropuerto a recibir al elenco del programa liderado por Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”.

El viernes 7, lo que pasó en el Aeropuerto de Pudahuel fue una locura. A las 12.55 aterrizó el avión que los trajo directo de México, y solo dos horas después pudieron llegar al Hotel Sheraton, donde se hospedaban. Los recibió una multitud de 2.500 niños, aseguraba La Tercera, “portando carteles, posters...fotografías y hasta los cascos ‘de la discordia’ del Chapulín”.

“Justo a la hora anunciada el avión aterrizó y bastó solo eso para que una multitud cruzara las ‘rayas amarillas’ y llegara hasta la misma escalerilla del avión. Periodistas, discjockeys, ejecutivos de Televisión Nacional, personal del aeropuerto y niños, muchos niños se estrellaban con el fin de lograr ver de cerca y/o entrevistar a los actores”, señalaba la crónica de La Tercera. El primero en aparecer fue Ramón Valdés, “Don Ramón”, luego Carlos Villagrán, “Quico”, a quien los pequeños le gritaban su clásica frase “¡Chusma, chusma!”, ante lo cual, el actor levantaba la mano, como podía, para saludar.

Carlos Villagrán, "Quico", parte del elenco de El Chavo del 8 y su elenco en Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

Uno de los últimos en bajar fue Gómez Bolaños, y entre el enjambre de gente que lo rodeó apenas alcanzó a balbucear unas palabras de buena crianza: “Nunca jamás me imaginé este reconocimiento, que superó en verdad a todos los países”. Por su lado, Florinda Meza, la atractiva actriz que encarnaba a “Doña Florinda”, declaraba: “No, no estoy cansada de pegarle a Don Ramón”.

Los actores fueron llevados hacia un bus que los conduciría al hotel. Antes de partir, notaron que faltaban Valdés, Villagrán y Florinda Meza. La crónica de La Tercera relata que la mujer estaba furiosa porque no la dejaban subir al móvil. “¿Es que usted no ve la serie?, ¡Soy Doña Florinda!”, le dijo al guardia que le impedía la subida. Y así lo logró.

Florinda Meza, parte de El Chavo del 8 y su elenco en Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

Tensión en el Casino

Al día siguiente, sábado 8 de octubre, el elenco se trasladó al Casino Las Vegas, de Viña, para el programa especial que transmitiría Dingolondango en el que actuarían. Sin embargo, las cosas no fueron tan fáciles, así lo recuerda Eduardo Ravani.

“Gómez Bolaños llegó y según entendía él, venía a una entrevista, porque las actuaciones las harían en estadios. Le dijimos que no, que el contrato decía exactamente que él tenía que actuar. Nosotros construimos una réplica de la vecindad del Chavo en el escenario para que hicieran un sktech. Él empezó a discutir, que no iba a actuar, que solo daría una entrevista”.

El aire se puso espeso, hasta que un detalle comenzó a destrabar el asunto. “Se dio cuenta que el contrato decía exactamente que él tenía que actuar, pero seguía insistiendo y dijo que no tenía libreto para actuar, porque el único que tenía era lo que iba a hacer en el estadio. Entonces le dije: ‘Nosotros le hacemos un libreto’”.

Eduardo Ravani junto al elenco de El Chavo del 8 y su elenco en Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

Así, junto a Jorge Fernández, Ravani le hizo el libreto al Chavo y se pudo realizar la presentación. “Tenían mucha experiencia. Le hicimos ver que la gente lo quería mucho, aún así, estaba reticente a actuar. Los que me ayudaron mucho fueron Rubén Aguirre (el Profesor Jirafales) y Carlos Villagrán. Le dijeron: ‘Oye, tenemos que actuar’. Al final nos juntamos en una mesa donde hicimos el libreto. A él le gustó mucho la actitud que tuvimos, porque teníamos experiencia”. Así, la “Bonita vecindad” actuó ante unos 700 niños que se encontraban en el estudio, eso sí, una audiencia bastante selecta, que incluía a los nietos de Augusto Pinochet.

“Tomando helados y bebidas que repartió TV Chile, los peques, entre los que se encontraban nietos presidenciales, hijos de personalidades y por supuesto los ‘peques’ de los ejecutivos del canal y de otros canales”, relata la crónica de La Tercera de la época. Comenzó con una presentación de El Chapulín Colorado y luego le siguió un sketch de El Chavo del 8.

Luego, el domingo 9 de octubre, el elenco se presentó exitosamente en dos shows en la Quinta Vergara. “El elenco del Chapulín Colorado batió todos los records de asistencia en la Quinta Vergara solo comparable, según los ejecutivos municipales, a las más altas asistencias de los últimos festivales de la canción”, reseñó La Tercera. Después, el grupo volvió a Santiago y tuvo su único día libre en la gira, el lunes 10 de octubre.

El Chavo del 8 y su elenco en Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

En el Nacional

Hasta que llegó el gran día. El miércoles 12 de octubre, las puertas del Estadio Nacional comenzaron a abrirse a las 09.30 de la mañana, para recibir a todos quienes llegaran a ver el show de El Chavo del 8. El grupo actuaría sobre un ring de boxeo ubicado en el círculo central de la cancha adaptado para la ocasión, sin cuerdas. Al lugar, según la nota de TVN, llegaron 35 mil personas para ver ambas funciones.

Uno de aquellos pequeños espectadores que fue al Nacional, como la gente va a Coldplay o a Daddy Yankee, fue el ahora académico y autor del libro Clásicos AM, Ricardo Martínez, quien tenía 7 años. “En el colegio donde estaba dieron libre ese día, fue casi como unas vacaciones porque el show fue un día de semana”, recuerda al teléfono con Culto.

La locura desatada por la visita de El Chavo de 8 a Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

En el público también estaba el hoy periodista de TNT Sports, Mauricio Smith, quien tenía 6 años y fue con su madre y su hermana menor. “Pese a mi corta edad, yo ya tenía experiencia de haber ido al estadio. Fui el 76 a ver la final de la Libertadores entre River Plate y Cruzeiro, la final del campeonato nacional 76 entre Unión Española y Everton y a las reuniones dobles. A diferencia de hoy, en esa época no se estilaba que hubiese un evento artístico en un estadio de fútbol, era extraño que ese día en el estadio se vieran niños, mujeres, mamás. Era raro ver público femenino en un recinto al que generalmente iban hombres. Fueron muchos años después cuando las mujeres empezaron a ir más al fútbol”.

Tal como ocurrió en el show del Dingolondango, los fuegos los abrió El Chapulín Colorado. Luego le tocó a la vecindad de El Chavo del 8. Como si fuesen un equipo de fútbol, los personajes fueron entrando uno por uno al gramado de Ñuñoa, ahí recibieron el aplauso cerrado del respetable. “Tenían que atravesar la cancha para llegar al escenario, era una ovación casi como cuando entran los futbolistas de la selección”, señala Martínez. “Aparecieron por el túnel sur, donde salía la U”, recuerda Smith.

Pero hubo un personaje que se robó todos los aplausos, Mauricio Smith recuerda vívidamente el momento hasta hoy: “Nunca me voy a olvidar la explosión del Estadio Nacional cuando apareció Don Ramón. Ahí dimensioné el fenómeno que era, si Don Ramón era la mitad del programa. Fue un estallido, una explosión. Igual los otros también generaron expectativa, como el Profesor Jirafales o la Chilindrina, pero cuando salió Don Ramón fue una locura, quedó la escoba”.

Don Ramón, parte del elenco de El Chavo del 8 en Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

Los shows duraron cerca de dos horas. “Era el típico sketch que uno veía en el programa, en que el Chavo metía la gamba con Don Ramón y Doña Florinda le pegaba una cachetada”, recuerda Smith.

En sus recuerdos , Ricardo Martínez es más crítico con el show: “El espectáculo mismo no fue una cosa muy memorable. En esa época no habían pantallas gigantes y los personajes se veían súper chicos, por lo que todo su humor gestual era prácticamente imperceptible. El sistema de audio no era muy bueno, y la rutina no estaba muy aceitada. El estadio no era buen lugar, el escenario era pequeño”.

El Chavo del 8 y su elenco en Chile, 1977. Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

Y como ocurre hoy, el espectáculo sirvió de excusa para el incipiente merchadising. “La gente compraba gorritos del Chavo. Tener uno era muy bacán, te ponía en onda. Yo tuve uno de esos y lo usaba para ir al colegio, lo afirmabas con un broche en el cuello. Se vendían posters de la vecindad. Fue muy llamativo”, recuerda Smith. “Se vendía un álbum del Chavo del 8, y uno podía comprar un chipote chillón, o una chicharra paralizadora”, recuerda Martínez. Además, como se consigna en la nota de TVN de la época, se vendieron discos de vinilo con las canciones del programa, a 35 pesos el single o a 130 pesos el Long Play.

Tras el éxito en el Estadio Nacional, la gira del Chavo del 8 siguió al día siguiente, jueves 13, en La Serena; viernes 14, en Arica; sábado 15, en Antofagasta. Y el domingo dos funciones: una en Rancagua en la mañana, y en Viña del mar, en la tarde.

Una casa de regalo

Ya el lunes 17, el equipo tomó sus maletas de regreso a México. Antes de subir al avión, Gómez Bolaños hizo una revelación a La Tercera: “Tanto fue el cariño demostrado por ustedes que incluso una señora, cuyo nombre me reservo, me escuchó decir que a mí me gustaría tener una casa. Eso le bastó para que me regalara una, ¡imagínese! Bueno, le dije que mil gracias y que se la regalara a una beneficencia y así miles de chavitos chilenos la disfrutarían”.

Este show del Chavo de 1977 ocurrió cuatro años después de que el Estadio Nacional fuera ocupado como centro de detención y torturas tras el golpe militar que derrocó a Salvador Allende. En su libro autobiográfico titulado Sin querer queriendo, publicado en 2005, Gómez Bolaños tocó el tema. Aseguró que ninguno de los actores de El Chavo del 8 tenía conocimiento de los hechos ocurridos, pero de que en caso de haberlo sabido, “de todos modos habríamos trabajado ahí.” Según su lógica, de aplicarse un criterio de cancelación “ningún actor debería presentarse en el Zócalo de México, donde se enlodó la memoria de todos los que fueron asesinados durante la Decena Trágica”.

Pero el vínculo de los actores con Chile no terminó ahí. Eduardo Ravani recuerda un episodio particular: “Esta visita fue el año anterior al inicio del Jappening. En 1978 Gómez Bolaños volvió con Florinda Meza. Le gustó mucho La Oficina y nos robó la idea, se la llevó a México e hizo un sketch que se llamó La Secretaria”.

Por su parte, Carlos Villagrán vino a una entrevista con Don Francisco en Noche de Gigantes, en 1980. Había abandonado el elenco dos años antes producto de diferencias con Gómez Bolaños. El mismo camino siguió Ramón Valdés, en 1979, quien vino caracterizado como Don Ramón, para actuar en TVN en 1982. Por su lado, María Antonieta de las Nieves, vino a la Teletón del 2004 con su “Chilindrina”. Es el impacto a fuego de una visita que marcó a un elenco.

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