Columna de Marcelo Contreras: “Diddy”, sensacionalismo y moralina
Solo la justicia determinará si Sean “Diddy” Combs califica como un criminal merecedor de una condena -todo en su biografía indica que lo es-, como debemos esperar las pruebas y testimonios en tribunales para saber si los famosos amigos estaban al tanto de sus fechorías, y callaban por conveniencia. El resto -los reels, las fotos, las notas de prensa que describen un escenario propio de Sodoma y Gomorra sin detalles ni fuentes-, no es más que el viejo sensacionalismo en nuevos empaques con hedor a moralina.
Las señales de que Sean “Diddy” Combs era un abusador y gángster que actuaba con total desparpajo para cometer sus fechorías estaban ahí, a la vista, solo que no sabíamos interpretarlas. Esa es la insinuación en redes por estos días, con una serie de videos y fotografías montados por cuentas random amplificadas por prensa profesional, como prueba flagrante de que el magnate del hip hop no solo depredaba sexualmente a su entorno bajo la promesa de éxito y regalías, sino que la élite del espectáculo y otras esferas del poder estaban al tanto, pero callaban.
Así, se esgrime un video del 12 de enero 2014 donde U2 recibe un Golden globe de la mano de “Diddy” y Bono enfría su abrazo efusivo porque, claro está, sabía del prontuario de Combs. Que en el evento posterior hayan posado juntos para los fotógrafos, da lo mismo.
En ese mismo tenor circulan galerías de imágenes de las fiestas de “Diddy” -las “white parties”- donde los invitados, varios de ellos celebridades, vestían de blanco. Aparecen, entre distintas figuras, Leonardo Di Caprio, Jay-Z, Paris Hilton, Salman Rushdie, Tommy Lee y Chris Brown. Videos breves de grandes subtítulos se engolosinan en rrss insinuando que estos personajes hacían vista gorda en esas exclusivas citas, rematadas en depravación sexual alentada por drogas. La imagen de una mujer desnuda en una mesa cubierta de frutas con “Diddy” a su lado, en una fiesta de 2004 a la que asistieron Will Smith, Owen Wilson y Diana Ross, también circula como parte de las evidencias.
Lo cierto es que las “white parties” de Combs no son lo mismo que los eventos identificados como “freak offs”, donde convergen las abultadas acusaciones en contra del empresario y artista, resumidas en tráfico sexual y asociación ilícita. Allí se habrían consumido drogas a destajo para derivar en orgías con participantes forzados, y el registro de los encuentros como un mecanismo de control y chantaje. Estos cargos lo mantienen en prisión sin derecho a fianza, en tanto se suman más de 120 denuncias que involucran a 25 personas menores de edad al momento de los supuestos abusos.
Los videos junto a un adolescente Justin Bieber con notas de prensa rotulando a “Diddy” como “mentor” del astro pop, cuando no tuvo relación en el ascenso del canadiense, son imágenes aleatorias de sus encuentros que forzosamente se presentan como prueba de una relación retorcida.
Esta parafernalia disfrazada de periodismo de espectáculos, combustiona el morbo del público en torno a los famosos para comprobar, entre comillas, que son todos unos degenerados. En 2003, cuando estalló el caso Spiniak, circulaban numerosos rumores de políticos supuestamente presentes en las fiestas del condenado empresario, más allá de quienes fueron mencionados con nombre y apellido en los medios. Diez años antes, en el incendio de la discoteca gay Divine en Valparaíso, se daba por hecho el abandono de varios autos de alta gama en las inmediaciones. En el intertanto, un popular cantante llamó entre lágrimas a la radio Cooperativa del puerto desmintiendo su presencia en el siniestro. A la par, se aseguraba la existencia de un supuesto libro de condolencias para las víctimas, encabezado por el saludo de Don Francisco.
Solo la justicia determinará si Sean “Diddy” Combs califica como un criminal merecedor de una condena -todo en su biografía indica que lo es-, como debemos esperar las pruebas y testimonios en tribunales para saber si los famosos amigos estaban al tanto de sus fechorías, y callaban por conveniencia. El resto -los reels, las fotos, las notas de prensa que describen un escenario propio de Sodoma y Gomorra sin detalles ni fuentes-, no es más que el viejo sensacionalismo en nuevos empaques con hedor a moralina.