Cuando el “Che” Guevara compartió un asado con el rey chileno del bolero Lucho Gatica
El bolero ha vuelto a fascinar a los jóvenes. ¿La última gran prueba? El Estadio Nacional repleto el último fin de semana de El Macha y el Bloque Depresivo, el conjunto que precisamente ha revivido el cancionero en sepia para las nuevas generaciones. Por lo mismo, aquí va una historia de Culto con el máximo exponente del género.
A partir de 1946, Luis Enrique Gatica Silva ya no llevó más ese nombre. Al menos en la esfera pública.
Ese año, Raúl Matas, estrella por ese entonces de la radiofonía chilena, lo invitó a su espacio La feria de los deseos, de radio Minería, y, entre otros, lo bautizó como Lucho Gatica. El nombre con el que se perpetuaría a nivel global como el rey del bolero y, más aún, como el cantante chileno más internacional de todos los tiempos, capaz de vincularse no sólo con titanes como Elvis Presley, Frank Sinatra o Julio Iglesias, sino que también de imponer una nueva forma de interpretar la canción romántica, más cálida, más íntima, menos furibunda.
Por lo mismo, no parecía extraño que en el corazón de los años 50, cuando su celebridad y prestigio se extendían por toda Latinoamérica, recibiera la invitación hasta de políticos para compartir un momento de relajo y anonimato.
Y sobre todo en México, país donde sus modos escénicos y artísticos habían calado profundamente, hasta convertirse en referente del sonido que ese propio país había ayudado a diseñar junto con Cuba.
Una singular encuentro con un revolucionario
En 1956, el expresidente mexicano Emilio Portes Gil lo invitó a una recepción en su residencia, según describe el libro Lucho Gatica. El Rey del bolero, de Julio Fernando San Martín. Ahí también estaba presente Ernesto Guevara, quien aún no adquiría la estatura revolucionaria con que se haría conocido en los años posteriores.
En esos días, era el doctor Guevara: desde dos años antes, en septiembre de 1954, vivía en México, llegado desde Guatemala para ejercer la profesión en el Hospital General de México, situado en la capital. Estaba casado con su primera esposa, Hilda Gadea, madre de su primera hija.
Así lo certifica en el mismo texto el periodista, investigador y autor español Lois Pérez Leira, quien se ha dedicado a tratar en detalla la vida del “Che” Guevara. En el libro de Gatica, es entrevistado y dice: “Efectivamente ambos (Guevara y Gatica) compartieron un asado en la casa del expresidente mexicano Emilio Portes Gil, junto a su familia”.
Luego acota: “Hilda lo cuenta muy bien en su libro con historias entre ambos, diciendo que ese día en la casa del político mexicano, Ernesto, como buen argentino, fue el encargado de hacer asado a las brasas, y que, de pronto, Lucho se acercó a la parrilla para acompañarle, poniéndose ambos a conversar y a cantar tangos juntos”.
La escena parece inverosímil: dos personas que la Historia ha situado en veredas tan distintas, vinculadas por diversos puntos en común. Uno cantante melódico y de voz solemne, el otro revolucionario y símbolo de las cruzadas anticapitalistas. Uno capturado por la elegancia del bolero, el otro por los afiches que exudan rebelión.
Sin embargo, ambos populares y masivos a su manera. Ambos, también a su manera y en sus casilleros, personificaron una revolución.
Médicos y jóvenes
Quizás por lo mismo, al calor de una buena parrilla, hubo mucho que los hermanó. Según la investigación de Julio Fernando San Martín, a ambos los unía, en primer lugar, una formación incubada en la medicina: el “Che” había estudiado tal disciplina, mientras que el chileno se había recibido de técnico dental, aunque por consagrarse a la música nunca había ejercido.
Por otro lado, la voz de Bésame mucho ya conocía a través de sus giras Argentina y Cuba -los países más asociados a Guevara-, mientras que este último había recorrido Chile en moto sólo un par de años antes, en 1952, junto a su amigo Alberto Granado.
También a los dos les gustaba el fútbol y el tango, por lo que podían sintonizar con gustos en común. Además, eran jóvenes en pleno proceso de expansión: tenían 28 años, la misma edad, con sólo meses de diferencia. Guevara había nacido un 14 de junio de 1928, mientras que Gatica un 11 de agosto del mismo año.
Lois Pérez Leira comenta en el libro: “Congeniaron muy bien, ya que el ‘Che’, además, era muy curioso, le gustaba preguntar; otra cosa que los unía era que Guevara admiraba a Neruda, al igual que Gatica”.
Después de ese encuentro, nunca más volvieron a toparse. Sus caminos naturalmente se distanciarían en propósitos e ideales muy distintos. Pero al menos en un punto de 1956, la historia dicta que en guerrillero y un bolerista pudieron reconocerse con afecto el uno en el otro.
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