Carlos Meléndez, analista político peruano: “Castillo cae por corrupto y porque cruzó el umbral que separa a los demócratas de los autoritarios”

Opositores al destituido Presidente peruano Pedro Castillo se reúnen cerca del Congreso en Lima, el 7 de diciembre de 2022. Foto: AP

A juicio del académico de la Universidad Diego Portales e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, el destituido presidente de Perú era “un político amateur y radical”, “la peor combinación para asumir un país en crisis institucional”.


Para el analista peruano Carlos Meléndez, “desde el inicio, incluso antes de que asumiera la Presidencia, hubo temores sobre la vocación democrática” de Pedro Castillo. Temores que se confirmaron este miércoles, cuando el Presidente de Perú anunció el cierre del Congreso y ordenó la instalación de un “gobierno de emergencia excepcional” hasta que se realizaran nuevas elecciones parlamentarias.

Sin embargo, la jugada de Castillo fracasó. Acusado de urdir un “golpe de Estado”, el mandatario fue destituido tras aprobarse por 101 votos de 130 su tercera moción de vacancia. Meléndez, académico de la Universidad Diego Portales e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), cree que el desenlace era predecible. A su juicio, el inquilino del Palacio de Pizarro era “un político amateur y radical”, “la peor combinación para asumir un país en crisis institucional”, según analiza en la siguiente entrevista con La Tercera.

Con el escaso apoyo con que contaba, ¿era esperable que Castillo tomara una decisión como la de disolver el Congreso? ¿Cuál era su apuesta?

Castillo es un político amateur y radical. Es la peor combinación posible para asumir un país en una crisis institucional que se arrastra desde el 2016. Esta decisión suicida de Castillo no era esperable, pero sí entendible, porque en el último tramo fue rodeado por políticos radicales de bajo nivel de ideologización (cambió la influencia de Vladimir Cerrón por la de la congresista Betssy Chávez, por ejemplo), pero de alta impronta anti establishment. Su apuesta -ciega por las ultimas encuestas que le daban 30% de aprobación- era tener a la calle en contra del establishment, pero no fue capaz de construir “castillistas”. El “castillismo” en el Perú no floreció. Creyó que los ánimos en contra del Congreso eran apoyos a su favor, una lectura inexperta de la realidad política peruana. En Perú, pocos apuestan a favor de un político, pero muchos en contra de cualquiera.

El destituido Presidente peruano Pedro Castillo se sienta junto al exprimer ministro Aníbal Torres mientras comparece ante los fiscales anticorrupción en la oficina del fiscal general, en Lima. Foto: Reuters

¿Crees que la actuación de Castillo confirma los temores iniciales sobre su incompetencia para el cargo o hubo una estrategia para forzar su salida?

Desde el inicio, incluso antes de que Castillo asumiera la presidencia, hubo temores sobre su vocación democrática. Lo acusaron de comunista, de chavista, de aliado de terroristas. Pero Castillo cae por corrupción antes que por sus preferencias ideológicas (de hecho, no adscribió ninguna de las doctrinas señaladas). Llevó a su entorno a un equipo tan corrupto como inexperto, que terminó haciendo negocios sucios con su acceso al poder. Nunca tuvo como prioridad una Asamblea Constituyente -como creyeron sus adversarios- o la imposición de un régimen comunista, sino acceder el Estado para repartir los recursos estatales en beneficio de los suyos. Castillo cae por corrupto, y porque en su afán de librarse de las acusaciones en su contra que armó pulcramente la Fiscalía de la Nación, cruzó el umbral que separa a los demócratas de los autoritarios.

A su juicio, ¿qué factores explican este escenario de permanente inestabilidad política en Perú?

Las identidades negativas (el anti), porque generan un problema de representación política. Si los peruanos (como los ciudadanos en otras partes del continente) siguen votando en contra de alguien (y no a favor de un candidato), el vínculo electoral de “representación” que construyen termina el día de la derrota en las urnas del político o partido rechazado. Pero luego de eso, no se generan ni compromisos ni incentivos para continuar apoyando al beneficiario temporal del apoyo. Kuczynski, Vizcarra y Castillo tuvieron el respaldo electoral del antifujimorismo, pero el antifujimorismo les abandonó rápidamente. Hoy, seguramente, el antifujimorismo va a intentar entrar en el gobierno de Boluarte, hasta que suceda algo que no les guste o les convenga. Sin ese apoyo, Boluarte podría caer y así endosar la lista de presidentes fallidos de la historia reciente peruana.

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