Un balance que no se condice con la realidad
La actual administración ha insistido en que legará un país estabilizado y que ha recuperado la senda del crecimiento, pero olvida que fue su propio sector político el que contribuyó a generar la inestabilidad que hoy dice haber superado.
En su primer mensaje tras conocerse los resultados de la segunda vuelta electoral y el triunfo de José Antonio Kast, el Presidente de la República no solo valoró la jornada ejemplar y la participación de la ciudadanía que alcanzó niveles históricos, sino también hizo una evaluación del país que legará el próximo 11 de marzo a su sucesor. “Entregaremos”, dijo, “un país en marcha, un país que tiene un tremendo potencial del cual todos tienen el derecho a sentirse orgulloso”, agregando que, “al final del día el progreso de Chile se construye sobre el legado de quienes nos precedieron”. Un mensaje que fue reiterado días después por la vocera de gobierno, quien aseguró que la actual administración “se dedicó principalmente a estabilizar el país, a recuperar la senda de crecimiento”.
Si bien es cierto que las perspectivas económicas para el próximo año entregadas la semana pasada por el Banco Central mejoraron con respecto a su anterior Informe de Política Monetaria, existe consenso entre los actores económicos que un elemento clave en ese mejor panorama pasa por las perspectivas de cambio de gobierno internalizadas por el mercado. Probablemente las expectativas para 2026 habrían sido diferentes si las señales entregadas desde principios de año por las distintas encuestas de opinión hubieran sugerido la continuidad del actual oficialismo. Una situación a la que se agrega, además, que las declaraciones del Presidente y de diversos ministros olvidan los factores que generaron el clima de inestabilidad que las actuales autoridades aseguran ahora haber superado.
La vocera sostiene que el actual gobierno se dedicó “a recuperar la senda de crecimiento”, pero olvida que cuando el actual mandatario llegó al poder se sostenía que su gobierno sería “la tumba del neoliberalismo” y sectores de su coalición defendían la idea del “decrecimiento”. La apuesta por el “crecimiento” y la reactivación de una economía fuertemente golpeada por los efectos del llamado estallido social del 18 de octubre de 2019 y de la posterior pandemia, no estaba en la agenda inicial del actual gobierno. Por ejemplo, uno de los principales dirigentes del Frente Amplio dijo en vísperas de la elección de 2021 que, de ganar, introducirían “inestabilidad” al sistema “por las transformaciones” que pretendían hacer y no la estabilidad que hoy defienden.
El fracaso de la primera convención constitucional, cuyo texto no solo fue defendido por el oficialismo sino considerado clave para avanzar en las transformaciones prometidas, fue decisivo además en el giro que tuvo que tomar La Moneda. El actual escenario sería muy distinto si ese texto hubiese prosperado.
La estabilidad y normalización hoy anunciada por el gobierno es producto en gran medida de que se mantuvieron las bases del modelo que las actuales autoridades pretendían cambiar. Ello, sin embargo, no quita que el país culminará estos cuatro años con la tasa de crecimiento más baja después del segundo gobierno de Michelle Bachelet, un importante desequilibrio fiscal y un resultado electoral que da cuenta de la insatisfacción de la ciudadanía por el camino seguido, lo que hace aún más sorprendente que el oficialismo siga en esta suerte de exitismo, negándose a ver la realidad.
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