El gen se fue por otro lado

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Una clavadista prodigio. Javiera Mansilla (11) ha conseguido realizar saltos con una dificultad que nunca antes una niña de su edad había hecho en Chile. No siente miedo y cuenta con un apoyo especial: su madre es Paola Muñoz, la mejor ciclista del país.



Hubiese sido difícil que Javiera Mansilla Muñoz (11) no fuese como es. Pese a su corta edad, su verborrea llama la atención de inmediato, sorprendiendo, pues lo normal es lo contrario. Pero al lado de su madre, con quien se turna para hablar durante esta entrevista, queda claro de dónde viene el ejemplo. Javi es la unigénita de Paola Muñoz, la mejor ciclista chilena de todos los tiempos, fruto de su antigua relación con el también ciclista Luis Mansilla. Trae el gen en la sangre.

Y hace unos meses comenzó a hacer historia por el deporte chileno, aunque no sobre dos ruedas. La pequeña, que no supera el metro y medio de estatura, es uno de los proyectos que más ilusiona en los clavados. Hace un par de semanas tuvo otro gran torneo, la Copa Internacional Jorge Cegarra, en Lima, donde, pese a sus 11 años, realizó saltos atrevidos. "Ella siempre quiere hacer más. Nunca hubo en Chile una niña que haga los saltos que ella hace a su edad", cuenta Luis Flores, el entrenador de las selecciones juveniles nacionales. El simple hacia atrás, los dos mortales al frente, el simple inverso, con un giro y medio de frente son sus especialidades.

"En este campeonato salió campeona en plataforma de un metro y tres metros, y segunda en sincronizados", explica Muñoz.

Pese a las rigurosas exigencias de Luis a Javiera, no esconde su fascinación ante el talento que posee. "Vi un potencial en ella. Tiene unas ganas tremendas, es fuerte. Además, sabe de deportes, entiende la disciplina, es inteligente", cuenta. La influencia de Paola y Gonzalo es innegable: "Influye mucho que sus padres sean deportistas, porque hace más fácil trabajar con ella. Hay papás que son muy aprehensivos con sus hijos, mientras que Paola es todo lo contrario, colabora mucho".

Javiera está entrenando. Lo hace desde una superficie de 10 metros, aunque Paola Muñoz no le presta mayor atención. ¿No le da miedo que se pueda accidentar? Muñoz sonríe ante la pregunta: "La verdad es que no. Nosotros estamos cautelando nuestro sueño, así que yo confío cien por ciento en su entrenador; no me pongo nerviosa. Es más, un accidente es parte de su crecimiento como deportista. Imagínate yo, bajando a 100 kilómetros por hora en bici, me he accidentado muchas veces. Es parte del alto rendimiento". La frialdad o exigencia, dependiendo de donde se mire, es solo apta para una madre como ella. Aquí ya se encuentra una de las respuestas al éxito que tiene su hija.

Todo comenzó cuando Javiera tenía cinco años. Ella acompañaba a Paola y a Gonzalo Garrido -actual marido de Paola- a los entrenamientos de la dupla pedalera en el CAR de Ñuñoa. "Estoy aburrida, estoy aburrida", era una de sus quejas constantes. Hasta que su padrastro, muy en su estilo, le dio el siguiente consejo: "Anda a descubrir".

Pasaron cinco minutos y llegó de la mano acompañada por un entrenador de clavados, Rodrigo Contreras, del CER Metropolitano. Javi lo recuerda así: "Empecé a saltar en una cama elástica que estaba abandonada. De repente vino él y pensé que me iba a retar, así que salí corriendo a esconderme. Después, me dijo que hiciera de nuevo lo que hice, y lo hice", cuenta, con una elocuencia que no deja de llamar la atención. Así comenzó su historia con el deporte.

Incluso Isabel Lazo, histórica entrenadora de gimnasia artística, madre de Simona Castro, conoce de sus capacidades. Hace algunos meses se incorporó a sus entrenamientos para fortalecer sus debilidades, donde también ha conseguido brillar. "En 15 minutos aprendió a hacer un mortal en la viga, algo que sorprende a todos", cuenta Paola. Aunque no sea sobre los pedales, el talento de Javi es innegable.

Excelencia académica

Para los vecinos del Estadio Nacional, por Pedro de Valdivia, es común ver al trío paseando por las avenidas ñuñoínas. Cuando está en Chile, Muñoz se encarga de dejarla en el colegio El Roble todas las mañanas. Y los fines de semana salen junto a Gonzalo a pedalear o trotar, mientras ella los sigue en sus patines. Se la pasan bien. En la última entrevista que Muñoz otorgó a La Tercera, confesó que en su infancia le apodaban La Canapé, por su hiperactividad y presencia en diversas actividades extraescolares. Pues bien, su heredera también se quedó con esa parte de su personalidad. La pequeña posee la excelencia académica, con promedio 6,7, y según dice una orgullosa Muñoz es una referente en su colegio, donde la apoyan para que continúe en el sueño deportivo. "Me dan todas las facilidades para ello, son un gran apoyo", explica.

Ambas se entienden. Pese a que gran parte de su crianza, por razones obvias, debió asumir la abuela, la madre de Paola. Cuando la ciclista no está compitiendo aprovecha para compartir a su modo junto a Javiera. "Está todo el día en la casa haciendo mortales, invertidas, hace equilibrio… ¡está loca!", explica entre risas.

Esta familia es fuera de serie en muchos sentidos. La última locura de Javiera es soñar con continuar elevándose en su carrera y, para ello, le gustaría ir a entrenar a China. "Allí están las campeonas", asegura. Lejos de querer convencer de otra idea a su hija, Paola la reafirma: "No soy nadie para cortarle su sueño. Ve en Youtube videos de cómo entrenan y se maravilla. Así que si tiene la cabeza y las ganas, y está dispuesta a hacerlo, buscaremos la forma en que llegue", dice Paola, desenfadadamente.

Javiera comenzó a escribir su historia de la mano de su madre, pero no es la misma. Dicen que no hay presiones, que todo lo hace por gusto, por diversión, por superación. "Es mi versión dos punto cero. Lo más bonito para mí es que tomó un deporte que no es el ciclismo. Ahora tiene que hacer historia para su deporte". La historia ya comenzó. Ahora, hay que ver cómo continúa.

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