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No solo es playa y festival: 7 lugares para descubrir en Viña del Mar

Viña del Mar no es solo arena, olas, festival y casino. También tiene un montón de rincones no muy visitados donde escaparse del ruido.

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Jardín Botánico de Viña del Mar

A solo 15 minutos en auto desde el centro de la ciudad, accesible mediante transporte público e incluso con buses de acercamiento los fines de semana, está el Jardín Botánico de Viña del Mar, el principal parque de la comuna.

Son casi 400 hectáreas en las que se conservan más de 700 especies de flora nativa, además de unos cuidados jardines con especies exóticas de distintos rincones del mundo.

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La tradicional laguna del Jardín Botánico de Viña.

Aunque eso es suficiente motivo para visitarlo, también hay quinchos gratuitos para compartir un asado, una gran laguna con patos y gansos, varios cerros para subir y hasta un canopy (desde los $7.000, previa reserva al +56950235199) por el cual deslizarse entre los ecualiptus.

Además cada fin de semana, en su amplia explanada de pasto, se realizan ferias y eventos para todos los gustos —festivales musicales, infantiles, medievales o de pop coreano—, y se pueden celebrar cumpleaños sin problemas.

La entrada general cuesta $3.000 (entre 13 y 59 años), mientras que adultos mayores (más de 60 años), niños (entre 5 y 12), estudiantes con TNE y personas con discapacidad pagan $1.500.


Laguna Sausalito

Al lado del estadio Sausalito, donde Everton hace de local en el campeonato nacional de fútbol, está la inmensa laguna del mismo nombre. Aunque es un embalse artificial —se construyó a fines del siglo XIX para regar las vides de la Hacienda La Viña de la Mar, el campo que le dio su denominación a la ciudad—, a estas alturas ya es parte del paisaje natural de Viña.

En su época dorada, a mediados del siglo XX, funcionaba como balneario y centro recreativo, con una playa apta para el baño y los deportes náuticos, así como un barco a vapor que era al mismo tiempo un restaurante.

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¿Alguien pidió más lagunas? En la de Sausalito se pueden hacer paseos en bote.

Tras varios años de abandono, la laguna Sausalito busca recuperarse. Aún existen paseos en botes pedaleables, a remo o kayaks —desde los $4.000 por persona— en los cuales navegar por sus casi 10 hectáreas.

Se puede rodear la laguna por sus estrechos senderos, subir el cerro que la protege, conocer el parque de bicicletas que se ubica un poco más arriba o simplemente descansar y distraerse con los patos que allí mojan sus panzas.

Museo Palacio Rioja

Viña nació fastuosa, refugio de la plutocracia de comienzos del siglo XX, que sembró de palacios, palacetes y mansiones lo que hasta entonces era el fundo del señor Vergara.

Los millonarios, acaudalados por el salitre, el comercio o el ferrocarril, competían por quién construía el edificio más majestuoso. Pero pocas décadas después, entre la explosión demográfica y la decadencia aristocrática, muchas de esas casonas, demasiado grandes y demasiado viejas, fueron demolidas para darle paso a la opaca modernidad.

Uno de los sobrevivientes, por suerte, es el Palacio Rioja, levantado en 1912 por un empresario español y luego adquirido por el municipio de la ciudad. Monumento Nacional, completamente restaurado tras el terremoto de 2010, desde 1979 ahí funciona el Museo de Artes Decorativas, con diversas muestras permanentes y temporales, además de una cartelera llena de talleres, películas y actividades.

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Muy elegante, el Palacio Rioja conserva su distinción por dentro y por fuera.

Algunas de sus habitaciones replican, con muebles, tapices y decoración original, la opulenta vida al interior de estas mansiones, donde hasta el papel mural era importado de Francia y no había rincón que no exhibiera un lujoso cachivache.

Su coqueta sala Aldo Francia —en honor al gran director viñamarino—constantemente acoge ciclos de cine, los talleres educativos son permanentes y alrededor, por si todo esto se hace poco, hay un hermoso parque con árboles centenarios y un agradable café.


Cerro Castillo

En el centro mismo de la ciudad, con vista directa al mar pero también una panorámica completa de Viña, está el Cerro Castillo. Alguna vez un fuerte militar, con la llegada del siglo XX se convirtió en el epicentro de las residencias de veraneo de la aristocracia, entre ellas las del mismísimo Presidente de la República.

Justamente, el Palacio Presidencial, construido en 1929 por orden de Carlos Ibáñez, se puede conocer a través de una visita guiada y gratuita, la cual hay que reservar con anticipación en este link.

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Vista aérea del Cerro Castillo.

Pero además de este palacio —y de otros como el Castillo Brunet—, el Cerro Castillo funciona como un excelente y tranquilo mirador, sin apenas tráfico y con distintos puntos desde el cual observar la ciudad.

Uno de ellos, escondido entre sus pequeñas calles, es el Mirador Berger: camuflado entre los árboles, tiene algunos juegos infantiles y una excelente vista del casino y el estero Marga Marga.

Al otro extremo, justo arriba del Reloj de Flores, está otra plazoleta-mirador, llamada Jorge Alessandri, desde la cual se observa la atochada playa de Caleta Abarca, el cerro Recreo y, al fondo, el puerto de Valparaíso.

La avenida Valparaíso, la más tradicional de Viña, se encuentra apenas bajando por su ladera oriente, mientras que el Hotel Sheraton, y su terraza desde la cual experimentar las marejadas, también está a un tiro de piedra.

Parque Natural Gómez Carreño

Quienes anden por Reñaca y se sientan atrapados entre los sobrevalorados bares, los turistas sin polera y el agresivo oleaje de la playa, pueden encontrar un respiro a muy pocos minutos de distancia.

Se trata del Parque Natural Gómez Carreño, una de las pocas áreas silvestres que quedan en la zona, un vestigio del bosque esclerófilo que abundaba por este territorio y que hoy resiste al borde del estero Reñaca.

Para llegar hay que tomar la calle Vicuña Mackenna, la misma donde está el emblemático colegio Mackay, y avanzar hasta su término. Cuando se convierte en camino de tierra conviene estacionar y luego caminar, siguiendo el sendero, hasta encontrarse rodeado por flora nativa como quillayes, boldos, litres y canelos.

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Hasta pequeñas cascadas hay en el Parque Gómez Carreño.

Existen dos pozas a las que vale la pena llegar, y que no requieren mucho tiempo ni esfuerzo: la Poza de la Virgen, que tiene un pequeño salto de agua, y la Poza del Muro. Caminando entre ellas es posible avistar aves como loicas, aguiluchos, lechuzas y carpinteros, entre muchas otras, así como zorros, cururos, culebras y arañas pollito.

Como aún no es un área oficialmente protegida, aunque la comunidad trabaja para convertirla en humedal urbano, es importante cuidar el entorno, llevarse su basura y no intervenir la flora y fauna.

Recreo

Se dice que Recreo, uno de los primeros cerros en ser habitados en esta ciudad, es un híbrido entre Viña y Valparaíso. De calles empinadas y estrechas, donde se mezclan casas centenarias con edificios modernos, se ubica justo en el límite de ambas comunas y ha conseguido sostener esa vida de barrio que hoy se encuentra en extinción.

Se puede llegar en metro —estación Recreo—, en colectivo —los de la línea 2— o caminando desde la playa de Caleta Abarca, que se ubica justo abajo de sus laderas, separados por la transitada avenida España.

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Un espectacular pan batido (como le dicen a la marraqueta en Viña y Valparaíso) de la Bimbo.

Es un barrio universitario —hay facultades de la Católica de Valparaíso y la UVM— pero también comercial, reconocido en Viña por sus panaderías —el pan batido de la Bimbo es el mejor de la ciudad—, sus pastelerías —como la América o Stefani— o sus pizzerías, la más famosa la Littlebro, donde también hay buena carta de cervezas y sándwiches.

Hay tres miradores desde los que observar el Pacífico y el Club de Yates, una vista que mejora si uno pasó antes a Jonhson’s Bakery y se llevó alguna de sus delicias: no fallan las palmeritas, berlines ni los panes de chocolate, todos recién hechos ahí mismo. En Café Recreo o en Pistacho es posible hacer una pausa con un espresso, mientras que la fuente de soda Maranatha, abierta todos los días, salva con sus completos o menús de almuerzo.

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La pastelería Stefani, un emblema de la zona.

Quinta Vergara

Todos la conocen de nombre pero pocos saben, en realidad, qué secretos esconde la Quinta Vergara, lugar que al final de cada verano recibe toda la atención de Chile debido al Festival de Viña, pero que es mucho más que un escenario.

El resto del año, este lugar funciona como uno de los pocos parques que tiene la ciudad. A dos cuadras de la plaza, al lado de la estación de metro Viña del Mar y a poca distancia del terminal de buses, la Quinta Vergara no es sinónimo de euforia, luces y estridencia, sino más bien de calma, relajo y tranquilidad.

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El Palacio Vergara es hoy el Museo de Bellas Artes de Viña.

Antiguo aposento de la familia Vergara, linaje fundador de la ciudad, su palacio de estilo neogótico valenciano sigue estando en el centro del parque, ahora como museo y escuela de Bellas Artes. Funciona de martes a domingo y la entrada es gratuita para observar su colección permanente —con obras europeas del siglo XVI y XVII— así como las temporales.

A un costado hay juegos infantiles, también food trucks y una cafetería, pero lo más interesante son los senderos que se internan en la quebrada, y que rápidamente transforman este urbanizado parque en una rústica travesía natural.

Por ejemplo, entrando por el acceso principal a la Quinta Vergara, justo al costado del monumento a Pablo Neruda y Gabriela Mistral, hay una escalera que sube hacia un cerro. Desde ahí se puede obtener una interesante vista del centro de Viña, pero que además permite adentrarse hacia un paseo lleno de árboles y silencio. Al final del camino se llega al Conjunto Habitacional Siete Hermanas, conocido mundialmente por su arquitectura vanguardista.

Adjunto al parque, un poco más hacia el este, se encuentra el museo Artequín, siempre lleno de talleres y actividades, rodeado además de diversos juegos y esculturas pensadas para los niños. Por ahí mismo, además, se puede acceder al humedal Piñacha, un escondido pulmón verde del que solo algunos locales conocen su ubicación.

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