
Columna de Óscar Contardo: Nunca fuimos un país de clase media

Debíamos estar orgullosos de lo que habíamos construido durante los últimos 30 años. Mirar hacia el pasado y contemplarlo como una gesta colectiva, o más bien, como una pieza de artesanía fina dispuesta sobre un pedestal, para darle vida y color a un salón luminoso en donde no eran, ni son, bienvenidas las críticas. Había que aferrarse a la primera persona plural, a ese “nosotros” mayestático de un modo casi religioso, suspender los sentidos y avanzar. ¿Hacia dónde? En dirección a un futuro en donde alguien -un foro en Suiza, un organismo multinacional- nos coronaría con la etiqueta de nación desarrollada. Estábamos a un tris, decían luego de superada una crisis o en medio de una campaña presidencial. Debíamos esforzarnos más, apretar los dientes y seguir esperando, porque nuestros expertos -casi siempre varones de gesto adusto y corbata colorada- trabajaban duro por el bien de todos. El resto, quienes manifestaban algún reparo, debía arrepentirse antes de abrir siquiera la boca. La prosperidad debía mantenerse impermeable a las herejías, y la mejor forma de apartarse de las tentaciones es negándolas. Si todos cerramos los ojos a la vez, la realidad deja de existir y se transforma en ideología y, de paso, los críticos al establishment mutan en enemigos.
Hasta el invierno pasado las cosas marchaban bien, nos aseguraban; el problema era el entorno internacional. Lo repetían pese a que el endeudamiento de los hogares chilenos había crecido más que el último máximo registrado en 2018. En mayo de 2019, una encuesta de La Tercera revelaba que ocho de cada 10 personas nacidas después de 1980 vivían bajo la presión de las deudas, y “un significativo 41% de chilenos entre 18 y 21 años ya se declara endeudado”. En algún lugar de esas cifras yacía abrumada la llamada “clase media emergente”, que simbolizó tres décadas de transición democrática y crecimiento económico; un segmento fantasmal que comenzó a estallar en octubre y que la epidemia está dejando inerme y al descampado.
Lo que para algunos es un concepto abstracto y difuso que se nombra como se hace con un logro personal -“construimos un país de clase media”-, para otros es una experiencia de vida compartida que ocurre en esos lugares distantes del salón de los contertulios satisfechos de sí mismos que suelen celebrar su propio cantar de gesta en declaraciones y entrevistas. Ese “sector medio” surgido en democracia es una abstracción engañosa, indeterminada; alude a multitudes de hombres y mujeres, de jóvenes, adultos y ancianos, algunos con empleos formales, profesionales abrumados por el CAE, pero muchos, demasiados, con trabajos informales, ingresos precarios, que viven en casas y departamentos arrojados en la periferia, en donde cinco o más personas se las arreglan en menos de 60 metros cuadrados. Personas pobres con acceso a crédito, como la mujer de La Granja que esta semana recibió el cadáver de su suegra muerta por Covid-19 en su departamento porque las instituciones no funcionaron: el cementerio estaba cerrado, la funeraria no conocía los protocolos, nadie atendía el teléfono. La cadena de ineptitudes la obligaron a ella y a sus dos hijos a compartir durante dos días un espacio minúsculo con un ataúd que tal vez fuese foco de contagio. Los llamados “vulnerables” son esa mujer desempleada, su marido hospitalizado y sus vecinos que sobreviven al día vendiendo en la feria como coleros. Cientos de miles, o más bien millones como ellos que ahora mismo se encuentran entre la espada y la pared, sin ingresos, con cuentas por pagar, con miedo a la enfermedad, con terror a tener que esperar durante largas jornadas un sitio en la Urgencia de un hospital colapsado. Para esos chilenos y chilenas el único destello del trofeo de 30 años de transición exitosa será, si tienen suerte, una caja de alimentos que les recordará en qué consistió el progreso al que debían sumarse sin objeciones y con entusiasmo; esa caja simbolizará el orgullo de un “nosotros” distante, tan espectral como la fantasía de un país desarrollado enfrentando un invierno colmado de muertos.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
4.
¿Vas a seguir leyendo a medias?
NUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mesTodo el contenido, sin restricciones SUSCRÍBETE