Columna de Paula Escobar: ¿Hagámosla corta?

El Presidente Sebastián Piñera caminando por el Palacio de La Moneda.


El gobierno y el Presidente están en problemas, sobre eso no hay dos opiniones… Pero sí las hay en qué se hace cuando un gobierno democrático atraviesa una crisis de esta magnitud. Y esta semana supimos que, para algunos, el camino es un atajo antidemocrático: “Hagámosla corta, saquémoslo”, parece que así piensa un grupo de parlamentarios de la República, incluido un senador que fue excandidato al más alto cargo de la nación.

Un grupo de parlamentarios de oposición -entre los que se cuentan representantes del Partido Comunista y la Federación Regionalista Verde Social, entre otros- presentó una reforma constitucional para adelantar a abril las elecciones presidencial y parlamentaria de noviembre 2021.

Esta petición se suma a la que planteó en ese mismo sentido el senador Alejandro Guillier, último candidato presidencial que representó a la Nueva Mayoría.

Es un hecho que el gobierno del Presidente Piñera está en serios problemas de gobernabilidad, liderazgo, visión y conducción. Pero que de ahí se pase a proponer sacarlo por secretaría no tiene justificación alguna y es de la máxima gravedad. Es un “golpe blando”, pues justamente plantea anular la democracia, es decir, la decisión soberana de las ciudadanas y ciudadanos en las urnas.

Este es un país que debiera saber de esto. Es un patrimonio nacional que costó muchísimo el que los presidentes -y la presidenta- de Chile tras el retorno a la democracia se hayan pasado la banda presidencial civilizadamente y con amistad y respeto cívico unos a otros, en los plazos establecidos. Con dignidad, sencillez, sin alardes. Es un capital extraordinario que se haya hecho traspasos de poder así, impecables, hace 30 años en Chile. Sin trampas y mentiras a la Trump, huidas en helicóptero como en Argentina, o con mandatarios presos, o dimitiendo una semana después de haber depuesto al mandatario elegido, como acaba de pasar en Perú.

Hay quienes, acaso por su juventud, acaso por una extraña amnesia selectiva, no valoran lo importante que es aquello; no recuerdan, no quieren recordar, que fue una conquista del pueblo chileno tras 17 años de dictadura el poder elegir cada cuatro o seis años a una persona que encabece la República, y que ellos hayan completado su mandato más allá de las crisis que les tocó enfrentar, para que así la democracia siguiera adelante y viva, en una posta civilizada y predecible, respetando el mandato popular.

Más inaceptable es que un senador de la República como Alejandro Guillier, candidato a la Presidencia, no quiera recordar, o no considere importante, justamente eso: respetar lo que dictan las urnas y respetar el poder democráticamente elegido, sin atajos ni trampas. Pero tampoco es tan sorprendente. Su candidatura presidencial tuvo esos mismos rasgos de liviandad, falta de sustancia, hasta de frivolidad: basta recordar lo que costó que mostrara su programa de gobierno. Se impuso al expresidente Ricardo Lagos -que si algo tenía eran propuestas-, no por tener mejores ideas, sino porque el Partido Socialista vio que en las encuestas Guillier se aspectaba mejor… También la hicieron corta: así les fue a Guillier y a la ex Nueva Mayoría con esa táctica de olvidarse de las ideas serias y la coherencia histórica.

El daño adicional a la democracia que ha hecho este grupo de parlamentarios viene, además, por seguir enfatizando una política basada en la lógica de los enemigos, en movilizar a las personas no con propuestas, sino en torno a oponerse a alguien o a la idea de algo. “Este es un problema de las democracias alrededor de todo el mundo. Las personas ya no están votando a favor de ciertas políticas, sino en contra de algún tipo de enemigos imaginados”, dice el historiador de Yale Timothy Snyder, autor del muy comentado libro Sobre la tiranía: 20 lecciones del siglo 20, en el que reflexiona sobre qué protege y qué debilita a las democracias hoy.

La política de “ellos” y “nosotros” parece una eficaz arma de triunfo para lograr adhesión instantánea, pero es un daño severo, especialmente de cara al proceso constituyente y electoral que iniciamos en Chile. Nos esperan meses de ejercer el voto, decidir, discutir, deliberar, elegir una cantidad masiva de autoridades, que tendrán en sus manos que este sea un punto de inflexión que, complejo como ha sido, nos lleve a un futuro mejor.

El repudio bastante transversal a la propuesta de los parlamentarios habló por sí mismo y pareciera que por fin, dentro de la oposición, hay voces que no temen estar a la altura de sus convicciones. Si se quiere derrotar a las ideas, decisiones y propuestas de Chile Vamos, la solución tiene fecha: noviembre de 2021.

Ahí el pueblo decidirá quién recibirá la banda y la posta democrática.

Ojalá sea una persona que, a diferencia del senador Guillier, entienda el valor de respetar la democracia y esté dispuesto a cuidarla.

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